Relato: Sobre Hanis Bey

Nota de la autora: El presente relato está situado unas décadas antes de los eventos de la historia que estoy publicando en este mismo espacio, llamada Una terrícola en Titán, cuyos capítulos pueden leerlos de primera mano por aquí.

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Imagen editada con Canva. Fuente de la imagen: Pexels

El general Niloctetes Borg, de 30 años, sabía que los días de Arter Hult, conde de O, estaban contados.

Se lo había advertido no una, sino varias veces; se lo había dicho con sutilezas y de forma directa. Pero el conde continuó haciendo comentarios demasiado indiscretos; el infeliz o no le importaba la reputación de su familia o realmente disfrutaba de vivir la vida al límite. Niloctetes reconoció que él en su momento también era así, siempre franco y sarcástico... Y lo continuaba siendo, mas no emitía comentarios delante de gente que sabía que podían joder su vida en menos de un minuto.

Una de esas personas era Hanis Bey, el temible jefe del servicio secreto imperial. Un hombre sutil, astuto, siempre en las sombras observando todo; una máquina letal en el campo de batalla, con una ferocidad que eclipsaba la suya propia sin esfuerzo. Un hombre que Niloctetes respetaba y temía lo suficiente para mantenerse fuera de su radar.

El emperador Jerjes lo respetaba demasiado y siempre escuchaba atentamente sus sugerencias respecto a la seguridad del imperio. Muchos miembros de la corte optaban por mantener una relación cordial antes que enfrentar a su ira implacable. Incluso Ergane, el príncipe heredero, sabía que era mejor no cabrear a un hombre de foco y determinación.

Pero a Hult le importaba un carajo todo eso. Dudaba que le sucediera algo si humillaba a Ceren, la esposa esclava a quien Bey protegía con ahínco.

"¡Niloctetes!, ¡Niloctetes!", escuchó que Segismunda, su madre, le llamara mientras entraba a su despacho.

Levantándose de su escritorio de forma abrupta al ver a su madre tan pálida y aterrorizada, Niloctetes se le acercó y le preguntó qué había sucedido. Con los nervios alterados, la mujer le dio una noticia que sacudió sus cimientos: el conde de O había sido arrestado por traición esa mañana. Las pruebas se encontraban en misivas codificadas que supuestamente enviaba a Plutón.

"Toda la corte está en shock. Nadie se imaginó que era un traidor", comentó la mujer, acongojada. "¡Pobre Rosamund! ¡La vergüenza que ha de sentir cuando supo que su hijo era un espía!"

"Eso le pasó por idiota".

"¡Niloctetes!, ¿no estarás sugiriendo...?"

"Madre, el conde sabía muy bien qué terreno pisaba y a quién estaba cabreando. ¿O creíste que Bey no iba a hacer nada respecto a las ofensas contra Ceren?"

Su madre se quedó callada. Niloctetes añadió: "El conde ha cruzado líneas que no debía; si hubiese callado su hocico en lugar de decir idioteces de imbécil despechado por el rechazo de la esposa esclava de otro, no estaría en prisión con semejante acusación. Y tú lo sabes mejor que nadie".

"Pero el comandante Bey no tiene interés en su esposa esclava".

"Oh, madre... Las apariencias engañan".



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