Amalia


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Estaban esa mañana en el salón de clases, él tenía 16 ella tenía 15 años, era un poco más alta, para tener esa edad su cuerpo le había regalado ya una figura de una mujer mayor, tenía el cabello castaño, ondulado, era de piel blanca, sus ojos café claro, muy bellos, en la nariz como una especie de adorno, una constelación de pecas diminutas le hacían ver muy linda.

Él siempre recordaba su busto, cada que se movía bruscamente, ese par de senos se movían con delicadeza y cargados de erotismo, pero claro, a esa edad empezaba a descubrir que el cuerpo de esa niña lo excitaba.

Tenía unas piernas hermosas, blancas como el marfil, largas y bien formadas, aquellas nalgas eran de una mujer de unos 20 años, redondas, firmes, cada paso que daba hacía que aquellas nalgas preciosas chocarán una contra la otra, lo hacía pecar solo con verla.

Aun así, su relación con ella era casi inexistente, peleaban siempre por estar en el primer lugar en estudios, y eso a ella la enfurecía.

Entre broma y broma, lo empezaba a lastimar físicamente cada vez más, empezó con jalones en la ropa, después jalones de pelo según ella de cariño, pero él sentía su ira en cada jalón que le daba, supuestamente era su compañera de salón, pero aquello no era nada de compañerismo.

Una mañana, un día antes de haberle ganado un concurso de matemáticas en el salón, estaba enfadada con todos, pero su mirada le había sentenciado desde que lo vio.

Pasó cerca de él con su actitud siempre altiva y vanidosa, la miró y le sonrió como siempre, esperando ver esos labios carnosos que le encantaban, pero solo le miró, ausente, pasó junto a él y como si no se diera cuenta le asestó un pisotón con todas sus fuerzas que lo dejó tirado llorando de dolor sin poderse levantar

Cuando la maestra se dio cuenta de su dificultad para caminar, le preguntó el porqué, pero mintió diciendo que se había tropezado.

Su sorpresa fue que alguien le había contado la historia y la llamó a ella, su nombre era Amalia.

Con los años terminaron intercambiando gemidos y orgasmos en la cama.



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But moving the statue is a unique part of the story. Which was the perfect time to be scared after all. Thank you so much for sharing this wonderful story.

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