Una mexicana, Uchire y estrellas || A Mexican girl, Uchire and stars #Chronos
Para 1978 mi hermana Hely ya tenía dos años viviendo en Ciudad México y haciendo vida allá, tanto en lo personal, como en lo profesional, donde hizo su primer disco como solista.
En esa movida que estaba de moda de la Nueva Canción Latinoamericana, ella pasó a integrar un grupo de esa tendencia, latinoamericanistas ellos, rebeldes, contestatarios y con una imagen casi hippie: el grupo La Nopalera. Grupo que, por cierto, forma parte del bagaje cultural que marca a esa nación.
Viajeros ellos, cantadores de esquinas, barrios y fábricas. Con una venezolana entre sus filas, no podía faltar el viaje a Venezuela, donde, al igual que en tierras aztecas y mayas, llevaron su mensaje poético y musical a diversos escenarios, que incluyeron eventos políticos, de solidaridad, universidades y más.
Una legión de entusiastas se aglomeró alrededor de ellos, incluyéndome a mí que me convertí en una especie de guía y anfitrión. De hecho, varios de sus integrantes se quedaron en mi casa durante su estadía.
Un grupo extraordinario de músicos conformaban el cartel de La Nopalera, como Arturo Cipriano, Javier Izquierdo, Jorge Arturo Chamorro, René Lemus Zavala, Eniac Martínez y en las voces estaban mi hermana Hely Orsini (@helyorsini) y Maru Enríquez.
En cuestión de días nos convertimos en hermanos, producto de esa interacción intensa de este tipo de giras, en las cuales compartíamos toda una misma visión de vida. Pero solo con una de las personas no me sentí hermano, con Marú.
Tendría ella para ese momento 21 años, que aunque tres más que yo, no me incomodaban. Pero su juventud, su frescura, su sonrisa angelical y su temperamento no me dejaban verla como hermana, pues hacia los hermanos no se siente la atracción que yo sentía por ella.
Como no todo en la vida es trabajo, surgió una invitación para que el grupo viajara a conocer las playas de Boca de Uchire, en el estado Miranda y allá nos fuimos. Como en una caravana de jóvenes ávidos de aventura, nos acomodamos como pudimos en varios vehículos.
Playa inmensa, azules variados entre el cielo y el mar, caminatas playeras, ron y cerveza acompañando las canciones en la playa al lado de una fogata, guitarreo, poesía y miradas, muchas miradas.
El regreso a Caracas se hizo cayendo la noche, un viaje de tres horas en el que en esta ocasión me tocó ir en compañía de Maru, en la parte trasera de una camioneta. Para nuestra comodidad instalaron una gran colchoneta en el piso y allí nos acomodamos.
Aunque sentados sobre la misma era que había mayor visibilidad, el no tener espaldar hacía que resultara incómodo. Descubrimos entonces que acostados boca arriba, con la cabeza hacia la puerta de esa parte trasera, se podía ver el cielo y una cantidad innumerable de estrellas, el cielo estaba completamente despejado y lo que teníamos a la vista era una inmensa sábana de puntos blancos de una hermosura sin igual.
Hablar de poesía y de canciones de amor, me dio el impulso final y le declaré mi amor, con toda vehemencia, con toda el alma puesta en cada palabra que le dije, con el corazón en la boca y la mirada en las estrellas.
Quizá el entorno tan extremadamente romántico, hizo que mi declaración pareciera solo producto del instante y no de días de alimentar fantasías y anhelos. Ella agradeció mis palabras de la manera más dulce que se puede y con esas habilidades que solo las mujeres saben manejar, supo decirme que no, sin decírmelo, supo hacerme sentir que me estaba haciendo esperar, aunque ya sabía que no había nada que esperar. Supo hacer que no sintiera que me había dicho que no y que siguiéramos disfrutando de la compañía mutua, que duró hasta la llegada a Caracas y el resto del tiempo que estuvieron de gira en Venezuela.
Volvieron a México y su viaje a este país quedó en el anecdotario y el historial de la agrupación y de cada uno de ellos y de los que lo vivimos a su lado. Cada uno siguió una carrera y Maru también hizo la suya cantando y en la radio, produciendo, impulsando, con el mismo compromiso que la identificaba en aquellos años 70.
Pero la salud no le jugó bien y la vida le impuso nueve años de padecimientos que terminaron el día de ayer, al cerrar sus ojos y volar hacia aquellas mismas estrellas que contemplábamos desde la parte trasera de la camioneta. Y deja en todos el recuerdo de su dulzura, de su sonrisa y de su canción comprometida.
Foto de mi álbum personal || Picture from my personal album
La Nopalera
English version
By 1978 my sister Hely had already been living in Mexico City for two years and making a life there, both personally and professionally, where she made her first album as a soloist.
In that fashionable movement of the New Latin American Song, she became part of a group of that trend, Latin Americanists, rebellious, protesting, and with an almost hippie image: the group La Nopalera. A group that, by the way, is part of the cultural baggage that marks that nation.
Travelers, singers of street corners, neighborhoods, and factories. With a Venezuelan among their ranks, they could not miss the trip to Venezuela, where, as in Aztec and Mayan lands, they took their poetic and musical message to various stages, including political and solidarity events, universities and more.
A legion of enthusiasts crowded around them, including myself who became a sort of guide and host. In fact, several of their members stayed at my house during their stay.
An extraordinary group of musicians made up the line-up of La Nopalera, such as Arturo Cipriano, Javier Izquierdo, Jorge Arturo Chamorro, René Lemus Zavala, Eniac Martínez and on vocals were my sister Hely Orsini (@helyorsini) and Maru Enríquez.
In a matter of days we became siblings, product of that intense interaction of this kind of tours, in which we shared the same vision of life. But only with one of the people I did not feel like a brother, with Maru.
She would have been 21 years old at that time, which although three years older than me, did not bother me. But her youth, her freshness, her angelic smile, and her temperament did not let me see her as a sister, because towards siblings one does not feel the attraction that I felt for her.
Since not everything in life is work, an invitation came up for the group to travel to the beaches of Boca de Uchire, in the state of Miranda, and there we went. As in a caravan of young people eager for adventure, we settled in as best we could in several vehicles.
Immense beach, varied blues between the sky and the sea, beach walks, rum and beer accompanying the songs on the shore next to a bonfire, guitar playing, poetry and glances, many glances.
The return to Caracas was made at nightfall, a three-hour trip in which this time I had to go in the company of Maru, in the back of a pickup truck. For our comfort they installed a big mattress on the floor and there we settled down.
Although sitting on it was more visibility, the lack of a backrest made it uncomfortable. We then discovered that lying on our backs, with our heads facing the door at the back, we could see the sky and an innumerable number of stars, the sky was completely clear and what we had in sight was an immense sheet of white dots of unparalleled beauty.
Talking about poetry and love songs, gave me the final impulse and I declared my love to her, with all vehemence, with all my soul put into every word I said, with my heart in my mouth and my eyes on the stars.
Perhaps the extremely romantic setting made my declaration seem like the product of an instant and not of days of nurturing fantasies and longings. She appreciated my words in the sweetest way possible and with those skills that only women know how to handle, she knew how to tell me no, without telling me, she knew how to make me feel that she was making me wait, even though I already knew there was nothing to wait for. She knew how to make me not feel that she had told me no and that we continued to enjoy each other's company, which lasted until our arrival in Caracas and the rest of the time they were on tour in Venezuela.
They returned to Mexico and their trip to this country remained in the anecdotes and history of the group and of each one of them and of those of us who lived it by their side. Each one followed a career and Maru also made hers singing and on the radio, producing, promoting, with the same commitment that identified her in those 70s.
But health did not play well with her and life imposed nine years of suffering that ended yesterday, when she closed her eyes and flew towards those same stars that we contemplated from the back of the pickup truck. And she leaves in everyone the memory of her sweetness, her smile, and her committed song.
La Nopalera
Este texto pertenece a mi serie #Chronos. Puedes leer más sobre la misma en Mis crónicas literarias. Si es de tu agrado este estilo y quieres sumarte a la creación de crónicas literarias, te invito a usar la etiqueta #chronos para la misma.
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Image by barbara-orenya
¡Muchísimas gracias una vez más! 🤗
Wow, no me esperé ese final. Lo siento.
"...Con toda el alma puesta en cada palabra que le dije, con el corazón en la boca y la mirada en las estrellas." Creo que así haces todo en la vida y estoy segura que Maru lo sabe, y desde esas estrellas sonríe y siempre sabrá de ese amor bonito que estoy segura llevó siempre en sus recuerdos, porque así somos las mujeres.
No puedo decir nada más. Sólo que te admiro. Y Mucho.
¡Siempre logras conmoverme con tus comentarios! 😍
¡Muchas gracias, querida Zully!
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