Color esperanza

Hace poco leía el libro "La Edad de Oro" con mi niño de diez años. Lo ayudaba a hacer una tarea extraclases y mientras lo leía rememoraba pasados sentimientos. El libro fue un regalo que me hizo mi tía cuando yo tenía esta misma edad. La caratula tiene aspecto amarillento, como de un blanco avejentado por el tiempo; aún así sus delgadas hojas mantienen firmes las letras impresas con la misma fuerza que años atrás. Confieso que no he leído todo su contenido aún, pero algún día lo haré, esto me lo debo a mí misma.

Tantas enseñanzas encierra este libro escrito para los niños que me han puesto a reflexionar en el efecto que provoca hacer un bien que repercuta en muchísimas personas con el máximo fin de la utilidad. Justamente, las personas somos de muchos colores a la hora de proyectarnos ante la vida y no podemos esperar a que los demás reaccionen del color que deseamos. Lo que sí podemos hacer es dar un toque diferente con nuestro propio color.

Prefiero el color esperanza, ese que siempre tiene fé en que todo puede ser mejor. Mi niñez fue guiada por buenos pintores que fue mi familia. De ellos aprendí los colores que me han llevado hoy a pintar los días de mi vida. Otros, los he aprendido en ese andar con amigos y personas que forman parte de mis días. He tenido que aprender a cambiar colores que no son muy lindos. Esto también forma parte del paisaje, pero es lo que inevitablemente nos hace mejores pintores.

De tal forma, que me he armado de pinceles, brochas y rodillos que me han ayudado a dar color. Tengo un gran proyecto que son mis dos hijos y por ellos intentaré mostrarles todo el espectro que conozco, a la vez que descubro nuevos matices con ellos. El libro que me mostró mi tía me ha ayudado en este sentido.

Mi familia y mis amigos son beneficiarios de mis mejores tonalidades, de las más brillantes. Tener personas en las que confiar y a las cuales ofrecerles lo mejor de mí me satisface y hace aún más esperanzadora mi realidad, pues recibo de ellos la misma intensidad.

Saber escuchar es una virtud que nos hace virtuosos. Parece un juego de palabras, pero no encontré mejor manera de expresarlo, pues es tan cierto que aprendemos de lo que somos capaces de recepcionar, procesar y luego exteriorizar en beneficio propio y de nuestros semejantes.

Transmitir conocimientos a través de los talentos, de eso que sabemos hacer y podemos mostrarlo a los demás mediante nuestro ejemplo, es la mejor forma de enseñar y dejar un gran legado en nuestras vidas. Yo me siento orgullosa de todo lo que aprendí de mis abuelos que ya no están conmigo, de mis padres, de mi tía, de mi hermana, de mi primo y hasta de mi sobrina y de mis hijos que son niños y también tienen colores para mostrar sus talentos.

La utilidad de la virtud es una decisión personal y siempre es más lindo cuando tienes algo que ofrecer a los demás. Por eso yo me lleno mi vida de muchos colores y también los reparto a quien pueda necesitar con la esperanza de aportar una mejora a nuestra humanidad. ¿Qué me dices tú? Cuéntame de tus colores.

Gracias por tu tiempo de lectura y te invito a ver este video que habla sobre los colores y cómo podemos podemos usarlos.