Relato: Un recuerdo de Isidoro [ESP / ENG]

Nota de la autora: El presente relato es, ante todo, la evocación de un recuerdo desbloqueado de mi experiencia vivida con el huracán Isidoro, por decirlo de algún modo, a medida que se va acercando el momento en el que el huracán Beryl impacte la Península de Yucatán luego de afectar Jamaica, y las islas caribeñas de Barbados, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía y Granada.

Si vives en la Península de Yucatán o en alguna de las zonas afectadas anteriormente mencionadas, espero que estés en un lugar seguro, y que estés sano/a y salvo/a.

Author's note: The following story is, primarily, the evocation of an unlocked memory of my experience with Hurricane Isidore, to put it in some way, as the moment approaches when Hurricane Beryl impacts the Yucatan Peninsula after affecting Jamaica, and the Caribbean islands of Barbados, Saint Vincent and the Grenadines, Saint Lucia and Grenada.

If you live in the Yucatan Peninsula or in any of the affected areas mentioned above, I hope you're in a safe place, and that you're safe and sound.


Fuente de la imagen: Pexels

Español

Recuerdo cuando tenía 14 años. Recién en la ciudad se emitió la alerta roja; la gente corriendo a hacer sus compras de pánico, vaciando todo cuanto se podía, desde agua hasta comida enlatada. La lluvia, al principio chispeante, pronto empezó a arreciar hasta convertirse en una lluvia torrencial interminable, con el viento soplando con una fuerza brutal capaz de derribar todo a su paso.

El ojo está sobre la ciudad. El silencio ensordecedor, esa calma escalofriante... Parecía ser solo el anuncio ominoso de que las cosas pueden empeorar en cualquier momento. Recuerdo la mirada seria de mi difunto abuelo, quien trabajaba en el aeropuerto como radio operador encargado justamente del clima; recuerdo cómo mi abuela musitó que aquella calma solo era el anuncio de la catástrofe, algo con el que mi abuelo estuvo de acuerdo.

El viento volvió a soplar; un cristal de la ventana se rompió por la presión y los árboles de limón y toronja sucumbieron a su paso. El ulular, esa canción de caos y muerte, era tan estremecedor que enseguida empecé a rezar a Dios con que la pesadilla acabara.

A las 36 horas de su paso, todo Yucatán era una estela de destrucción; grandes pérdidas en cosecha y bienes inmuebles, gente sin hogar, largas filas para obtener comida, postes de luz caídos, agua encharcada, goteras sin fin y varios días sin electricidad.

Isidoro nos dejó una lección dura pero valiosa: nunca subestimes a la Naturaleza. Ella puede sorprenderte, y no de una forma muy agradable.

English

I remember when I was 14 years old. The red alert was recently issued in the city; people rushed to do their panic shopping, emptying everything from water to canned food. The rain, at first sprinkling, soon began to pick up until it became a never-ending torrential downpour, with the wind blowing with a brutal force capable of knocking down everything in its path.

The eye was over the city. The deafening silence, that eerie calm... It seemed to be just the ominous announcement that things could get worse at any moment. I remember the serious look on my late grandfather's face, who worked at the airport as a radio operator in charge of the weather; I remember how my grandmother murmured that that calm was just the announcement of catastrophe, something my grandfather agreed with.

The wind started to blow again; a glass from the window was broken due to the pressure and the lemon and grapefruit trees succumbed in its wake. The wailing, that song of chaos and death, was so shuddering that I immediately began to pray to God for the end of the nightmare.

Within 36 hours of its passage, all Yucatan was a trail of destruction; great losses in crops and real estate, homeless people, long lines for food, downed power poles, flooded water, endless leaks and many days without electricity.

Isidore left us with a hard but valuable lesson: never underestimate Nature. She can surprise you, and not in a very pleasant way.



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