Relato: Sobre Janos

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Marcus Junius Vetala levantó la mirada apenas escuchó el informe detallado de uno de sus espías. Era una mañana de invierno en Helicon, planeta capital del Imperio de Orión. El general Vetala, de unos 45 años de edad, estaba leyendo unos informes cuando Jalil, uno de sus espías más confiables, llegó a su despacho para rendirle informes.

Había enviado a Jalil a seguir el rastro de Janos Caracalla, antiguo amigo suyo y ex capitán de la guardia imperial. Quería saber qué estaba haciendo después de haber presentado su renuncia al emperador hace medio año. Lo que Jalil le contó lo dejó en pleno estado de estupefacción.

Janos se había marchado del imperio al mes de renunciar. No obstante, no se había marchado por los puertos intergalácticos tradicionales. Había salido del imperio a través del puerto clandestino de Piri Reis, famoso por su código de silencio y la costumbre calculada de no apuntar entradas y salidas de las naves procedentes de distintas partes del universo conocido.

Desafortunadamente Jalil no pudo averiguar hacia dónde se había marchado; habitantes del puerto descubrieron que era un espía imperial, por lo que lo ahuyentaron del puerto a mano armada, recordándole que ningún perro del imperio era bienvenido.

Levantándose de su escritorio, Marcus se acercó hacia la ventana, la cual daba a los jardines cubiertos de nieve. A su mente evocaba memorias de su juventud en el ejército, cuando ambos hombres se conocieron; juntos habían pasado por toda clase de situaciones, con su amistad siempre puesta a prueba.

Ahora que lo pensaba bien, su amistad empezaba a quebrarse desde que Helena apareció en la vida de Marcus. Janos no le había dicho nada, podía notar que él no veía a Helena con buenos ojos, y si la toleraba era por respeto a él. De hecho, Janos solía hacer remarcaciones sutilmente hirientes respecto a Helena; las disfrazaba de su característico humor pesado.

Fue la muerte de la esposa terrícola de Marcus, Juliana, el clavo final al deterioro; Janos no tuvo escrúpulos en acusarlo abiertamente de ser el autor intelectual del asesinato de Juliana, llegando a sugerir que había pagado generosamente a un mercenario para que la matara a sabiendas de que ella era más popular que él entre la ciudadanía por sus actos de beneficencia y su mecenazgo en las artes.

Marcus suspiró quedamente. Él también había sido afectado por la muerte de Juliana, aunque le costara trabajo demostrarlo delante de todos, Janos incluido. Quizás no debió desquitarse con Juliana en cuanto a su descontento por verse forzado a casarse con ella; era solo una mujer inocente en un mundo que no era el suyo, una mujer que había demostrado ser de gran valía a través de sus actos, ganándose el aprecio del pueblo y, para sorpresa suya, de su propia familia. De hecho, su madre, Ralna, abiertamente había expresado su desprecio hacia Helena apenas se enteró de la muerte de Juliana; no la bajó de criatura vulgar y corriente, carente del refinamiento y el carácter tranquilo que Juliana sí poseía.

Recordaba exactamente sus palabras: Quizás Juliana no amaba a Marcus, pero tenía más dignidad de lo que Helena pudiera tener en toda su vida.

"¿Estás pensando en lo mucho que has perdido por tus estupideces o en esa criatura vulgar?"

Marcus se volvió. Una mujer alta, de cabellera grisácea, ojos pardos y elegantes atavíos aguamarina entró a la estancia. Su mirada severa e indiferente parecía atravesar su alma como una daga afilada.

"Madre", le saludó Marcus con ligero nerviosismo. "¿A qué debo el placer de tu visita?"

Ralna Vetala se acercó al escritorio. Marcus le ofreció un asiento, pero Ralna rechazó el ofrecimiento con desdén y le dijo: "Escuché lo de Janos. Una lástima que tuviera que renunciar. No hay hombres tan competentes como él... Aunque no lo culpo. Ha de ser terrible para él saber en donde yacen tus lealtades".

"Si vienes a insultar a Helena, madre, ahórrate la letanía de insultos. Ella no es culpable de la muerte de Juliana".

"Pero sí de la destrucción de muchos matrimonios y amistades, así como de inducir a las pobres esposas de sus amantes al suicidio. ¿O has olvidado a la condesa de O, cuyo marido justamente estaba entre las piernas de esa puta?"

"Madre, por favor..."

"¡Nada de "por favor" Marcus! Es tu culpa que Juliana muriera esa noche. La pobre muchacha no era culpable de su situación, por mucho que lo niegues. Nunca pidió casarse contigo, un hombre patético que se deja llevar por sus bajos instintos. Y gracias a los dioses, no albergó sentimiento alguno hacia ti más allá de la lástima y la indiferencia. No podría culparla si tuvo amoríos extramaritales; quizás los tuvo y fue mucho más discreta que tú y esa mujerzuela que solo te usa para sus caprichos".

"Juliana y Helena son mujeres completamente distintas, madre. Y dudo mucho que Juliana me haya sido infiel".

"Quizás sí, quizás no. Jamás lo sabremos. Aunque no tenía una belleza destacable, Juliana era una mujer culta y refinada; una mujer que cultivaba su mente, que hacía actos de caridad y que financiaba a escritores, diseñadores y artistas. Al contrario de tu querida Helena, no perdía el tiempo burlándose de la gente ni mirando quién era superior y quién era inferior a ella; le importaba poco de dónde provenías mientras tuvieras talento. ¿Y qué ha hecho Helena en comparación con todo eso? Abrir esa boca vulgar para exigir joyas, para colocar en puestos clave a sus favoritos, y producir bastardos con ayuda de sus amantes".

Marcus se quedó callado, sintiéndose incapaz de contraargumentar las palabras de su madre. En su fuero interno sabe que ella tenía mucha razón; Juliana era una mujer única que merecía el aprecio que nunca fue capaz de prodigarle, tanto por su propia iniciativa como por influencia de Helena, quien la veía como un ser inferior.

Ralna, impasible, añadió: "Espero que estés consciente de que tus pésimas decisiones te han llevado a tu situación actual, Marcus. Has perdido a tu amigo, quien te quería bien; has perdido a tu esposa, quien quizás pudo haberte prodigado el afecto que esa mujer nunca te va a tener... Y pronto perderás el apoyo de nuestra familia si no te decides a cortar vínculos con ella por tu propio bien".

Marcus tembló al escuchar aquellas últimas palabras mientras que Ralna, con una última mirada de decepción y desdén, se retiraba de su despacho.



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Excelente escrito Vicka, ya veo que es parte de una serie, sin embargo está tan bien escrito que funciona como una historia particular corta. 👏

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¡Hola, @mostrorobot ! Muchísimas gracias. Me da gusto saber que el relato fue de tu agrado. De hecho, estoy planeando en extender un poco más la serie, pero primero tengo que planearla bien, porque hay mucha tela qué añadir a ella. ¡Saludos, mi estimado, y que tengas un excelente día!

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