Relato: Ruidos a las tres de la mañana

Tres de la mañana. A esa hora suelo despertarme para ir al baño la mayoría de las veces, aunque a veces suelo pensar que son las cinco porque el tiempo parece correr una maratón.

En medio del viaje al baño, un ruido llamó mi atención. No era fuerte pero tampoco era bajo. Al principio decidí ignorarlo; pensé que podría ser de alguna construcción o alguna bomba de agua funcionando sin bajarla. Lo último era extraño, porque ya se habría sentido el olor a quemado, sobre todo porque en casa tenemos una tipo manual, de la que siempre se debe estar pendiente de que el agua rebose para apagarla.

En casa es (mala) costumbre encenderla en la noche, dado que solo tenemos dos tinacos para abastecer de agua la casa, y no son precisamente de un tamaño adecuado. Muchas veces algunos de mis parientes se quedan dormidos mientras los otros se distraen viendo películas a altas horas de la noche. Una cosa jodida, si tenemos en cuenta que uno de esos parientes es un adulto mayor con sordera. La razón de encenderla por las noches es simplemente porque nadie quiere levantarse muy temprano por la mañana a encenderla, excepto los fines de semana, que es cuando se realiza la limpieza.

Sin embargo, esa noche mi curiosidad, mezclada con la preocupación de que quizás sí sea la bomba de la casa que olvidaron apagar, pudo más que es el sueño. Me levanté, recogí mi teléfono y fui a la planta baja. Encendí la luz del comedor, no sin antes disculparme con mi madre, quien dormía en el cuarto contiguo. Con algo de cuidado abro el portón del patio y, armada con la linterna de mi móvil, salí a investigar si todo estaba en orden.

Para mi alivio, la máquina estaba apagada.

Una duda entonces abordó mi mente: ¿De dónde provenía el ruido de maquinaria andando? La conclusión a la que llegué tras pensar un rato era que podría tratarse de alguna maquinaria haciendo obras en algún punto de la ciudad, como algunas veces sucede en las noches. ¿En qué parte? Solo Dios sabrá.

De inmediato apagué todo, subí las escaleras y me encerré en mi habitación para recostarse en la hamaca, cerrar los ojos y olvidarme del bendito ruido que poco a poco estaba dejando de sonar en la lejanía.