Relato: Noelle
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Era una mañana de 1885 en algún punto de Spitafields. Recuerdo que estaba lloviendo ese día, por lo que algunos optamos por ampararnos en algunos lugares techados.
Junto a mí se encontraba una mujer pelirroja, de ojos verdes vibrantes aunque de belleza escasa, ataviada con un vestuario atrevido y un sencillo chal gris que apenas le cubría la espalda. No temí equivocarme al deducir que me encontraba al lado de una prostituta; por supuesto, como todo caballero de buena educación y familia, intenté al menos no estar muy junto a ella por cuestiones de reputación, pero había algo en esa mujer que se me hacía increíblemente atractiva.
"Está lloviendo fuerte", escuché que me comentara, en un acento que no supe distinguir si era irlandés o francés.
"Sí... Demasiado para mi gusto".
"¿Qué es lo que trae a un caballero de buena cuna como usted a un sector como este?, ¿tiene algún pariente judío aquí?"
"No, no... Yo soy médico, y acabo de regresar de visitar a un paciente".
"Interesante... Muy interesante".
"¿Y qué hay de usted? ¿Reside aquí o va en dirección a Whitechapel?"
La mujer me sonrió quedamente. Desviando su mirada hacia la lluvia, me dijo: "No soy ni de aquí ni de allá..."
"¿O sea que usted es gitana?"
"No, pero tengo amigos gitanos. Como podrá deducir, soy prostituta, pero antes de eso fui bailarina en la Ópera de París. No ganaba mucho, como podrá usted imaginarse; bailar y seducir a algún ricachón por algún dinero. La vida era complicada, y seguirá siendo complicada a menos que te decidas a irte a América y tratar de hacer fortuna ahí. He oído que algunas mujeres de mi profesión llegan a casarse con ricachones, pero aquí entre nos, mi estimado doctor, he de decirle que la gente de dinero tienen los corazones más oscuros del mundo".
"Disculpe si discrepo, señora..."
"Noelle. Noelle Castellanos. Y entiendo la discrepancia; algunas de esas gente con dinero son filántropos... Pero de esos filántropos, doctor...".
"Phineas Chadwick, a su servicio".
"Chadwick... Curioso apellido... Pero como le decía, doctor Chadwick, de esos filántropos, ¿cuántos cree usted que lo hacen porque realmente quieren ayudar a otros?, ¿cuántos de ellos visitan estos lugares, observan las realidades que viven las mujeres como yo, las viudas, los huérfanos? ¿Cuántos de ellos no lo hacen por una cuestión de imagen pública más que por buenas intenciones?"
Me quedé callado. Noelle continuó: "Nunca supe quiénes fueron mis padres. Recuerdo vagamente a mi madre; tenía cinco años cuando murió. Mi padre... Nunca supe quién era, pero he de deducir que fue o un criminal de poca monta, o un tipo adinerado que se aprovechó de las necesidades monetarias de mi madre e hizo de las suyas, como cualquier infeliz que ve a una chica bonita de la servidumbre y tiene amoríos a voluntad o por la fuerza. Fui criada en un orfanatorio regentado por monjas en Irlanda. Santa Margarita se llama el lugar... Ahí me enseñaron a amar a Dios, pero la vida me enseñó a detestar a aquellos que dicen ser piadosos y resultan ser unos hipócritas de primera".
"Es usted muy dura en su juicio, señora Castellanos".
"¿Dura, doctor Chadwick? Yo diría realista. Solo imagínese ir a alguna iglesia de uno de esos barrios ricos; imagínese por un momento al más adinerado de todos esos vecinos. Las lenguas de las afueras dicen que son personas pidadosas, temerosas del Señor, pero en su casa son personas crueles y despiadadas; uno nunca sabe si en su conciencia cargan con alguna atrocidad peor que una simple infidelidad, una atrocidad que podría ser origen de su propia fortuna. Y no hablo solo del empleo de niños en las fábricas".
Me la quedé viendo con una mezcla de sorpresa e intriga. Me atrevo a decir que para ser una prostituta, parecía que había visto de todo en su vida, o vivido experiencias que van más allá de mi raciocinio. No puedo decir que otras prostitutas piensen lo mismo; algunos amigos me han dicho que aquellas mujeres caídas solo viven para beber, tener relaciones y pagar a aquellos que dicen "protegerlas".
Pero la señora Castellanos parece ser una raza aparte; en sus ojos es notable que ha experimentado un conjunto de circunstancias que han moldeado una visión del mundo. Era como si tuviera esa facultad de conocer los secretos de cada persona con la que interactúa con solo mirarte.
"Debo decir que usted tiene una visión del mundo demasiado cruel, señora Castellanos".
"El mundo que vivimos de por sí es cruel una vez que creces y empiezas a descubrirlo por tu propio pie, sobre todo cuando naces en un medio rudo, doctor. Los que nacen en cuna de oro nunca lo sabrán, a menos que caigan en desgracia".
Desviamos nuestras miradas. La lluvia cesó.
La señora Castellanos, cubriéndose la cabeza, se volvió hacia mí y me dijo: "Me dio mucho gusto conocerlo, doctor Chadwick. Quizás nos volvamos a ver".
"Lo dudo mucho..."
"No lo dude. Sé que usted trabaja para la Policía además de tener un pequeño consultorio privado cerca del centro. Usted fue el médico que le practicó la autopsia a Marlene Dowager".
La miré con sobresalto. "¿Cómo...?"
"Marlene era amiga mía... Y yo estoy investigando su muerte por mi cuenta".
Dicho eso, se marchó, dejándome con una mezcla de desconcierto y confusión. Y por primera vez en mi vida, algo me decía que efectivamente no sería la última vez que la viera.
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Muy bonito texto.
¡Muchas gracias, @yeleisma2023 ! Me da gusto saber que el texto haya sido de tu agrado. ¡Saludos y que tengas un excelente fin de semana!