Eran las 9 de la mañana de un domingo cualquiera en la ciudad de Mérida, México. Un día tranquilo, en medio de un tráfico aparatoso debido a las remodelaciones que sufrían las calles céntricas.

Cassandra Vane se encontraba hospedada en el Hotel Urban, ubicada en el Centro Histórico de la ciudad. Había esperado con mucha ilusión aquellas vacaciones desde el año anterior; tuvo que trabajar duro para poder reunir el dinero, averiguar hoteles, revisar recorridos turísticos y reforzar sus conocimientos en lengua española para poder comunicarse con los locales. Todo ello mientras trabajaba como maestra de preparatoria en la escuela privada Sarah Churchill y resolvía complicados casos policiales como investigadora privada.

Apenas llegó a Mérida, lo primero que Vane hizo fue recorrer la ciudad de cabo a rabo en un automóvil de alquiler. Desayunó en cafeterías, almorzó en los mercados municipales y cenó en alguno que otro lugar que le agradaba descubrir. También viajó al puerto de Progreso, a las playas de Chelem, Telchac y Chicxulub, y recorrió las zonas arqueológicas de Chichén Itzá, Mayapán, Dzibichaltún, y Aké. Ese domingo en particular iba a explorar algunos museos abiertos al público, como el Gran Museo de la Cultura Maya y el Museo Regional de Antropología e Historia.

Por desgracia, aquello no iba a ser posible ya. Esa mañana se reportó que había fuga de agua en uno de los cuartos del hotel, el cual estaba ocupado por un extranjero. Uno de los encargados de la limpieza acudió a revisar el problema; había tocado varias veces la puerta, pero el sujeto en cuestión no respondió al llamado.

Temiendo que le haya sucedido algo al huésped, el encargado fue por la llave maestra para abrir la puerta. La situación se tornó caótica cuando, al abrir la puerta, se descubrió el cadáver del huésped encima de la cama, cubierto de sangre. Su cuerpo había sido abierto de par en par, con las vísceras de fuera; le habían sacado los ojos y arrancado la lengua.

La escena era tan tétrica que el encargado, pálido, fue corriendo a la recepción para informar del tétrico hallazgo. Pronto la policía llegó al hotel; medios de comunicación también se apersonaron, intentando obtener la primicia, así como varios curiosos.

Observándolo todo desde una distancia prudente, Vane empezó a preguntar qué había sucedido aquí y allá con discreción. Por la información que pudo reunir, dedujo que aquella muerte violenta podría deberse a tráfico de órganos o a ajuste de cuentas. Le intrigaba que nadie vio ni escuchó nada; el asesino había actuado de forma tan eficiente y silenciosa que ni siquiera dejó huellas que lo delataran.

Por lo general se mantenía al margen de un caso de esa naturaleza cuando se encontraba en tierra extranjera; se limitaba a seguir el caso a través de los periódicos, y se olvidaba de él una vez que regresaba a Londres.

Cassandra suspiró mientras se sentaba en la mesa de una cafetería. Ordenó un emparedado, un jugo del día y un café. Mientras esperaba, el teléfono empezó a sonar.

En la pantalla vio el nombre de Luis Vallejo, reportero mexicano y ex compañero de la universidad durante los cursos de verano en el London College.

"¡Hola, Luis! Tiempo sin saber de ti. ¿Cómo has estado?"

"¡Hola, Cassandra! Me encuentro bien. gracias. ¿Y tú?"

"De vacaciones en México".

"¿En qué parte de México exactamente?"

"Mérida".

"Entonces quizás estés enterada de la muerte de un extranjero en un hotel céntrico de esa ciudad".

"¡Fue en el hotel en donde me hospedo justamente!"

"¡¿En serio?! Entonces eres fuente de primera mano, Cass. ¿Qué sabes de ese asunto?"

Removiendo el café, Vane respondió: "No sé mucho sobre el caso, pero por lo que pude averiguar, el tipo era una suerte de ermitaño. Solo salía de su habitación exclusivamente a comer. Yo lo vi una vez en el vestíbulo. No era un tipo sociable; siempre lo veía como que asustado. En cuanto a su posible causa de muerte, dicen que el encargado de mantenimiento encontró su cadáver abierto".

"Mierda... Suena tétrica esa madre", musitó Luis. "¿Y qué piensas de eso?"

"Hay muchas teorías. Pudo haber sido un ritual o un ajuste de cuentas por algo. Ya desde el mero hecho de que no salgas para nada de tu cuarto ya dice mucho. Además, me intriga cómo murió; el asesino fue muy eficiente, pues nadie vio ni escuchó nada anoche".

"Bueno, aquí tengo un poco más de información, cortesía de un colega mío... Dice que el sujeto se llama Dmitri Chernovskyi...".

"¡¿Dmitri Chernovskyi?! Oh, por Dios..."

"¿Qué sucede?"

En voz baja, Vane comentó: "Ese hombre era un asesino a sueldo al servicio de un sindicato internacional de sicarios. Mi padre lo conocía; no eran amigos, pero tampoco eran enemigos. Diantres, esto cambia mucho el panorama; quizás sea un ajuste de cuentas. Esa gente siempre corre el riesgo de encontrarse con la muerte cuando menos se lo espera. ¿Y qué más te dice tu contacto?, ¿la policía encontró una pista significativa?".

"Bueno... Según me comenta mi colega, habían encontrado un pedazo de papel con el dibujo de un ángel.

Vane palideció. "Un ángel... Mierda, esas son muy malas noticias. Luis, escúchame: pase lo que pase, mantén la información al mínimo en tu artículo. Lo único que puedo decirte al respecto es que Chernovskyi jugó con veneno y lo pagó con su vida".