Relato: El precio de la traición

Nota de la autora: El presente relato es una secuela de El extraño pastel de naranja, el cual participa en la presente edición de Cuéntame una historia, llevada a cabo por @freewritehouse.

Espero que les guste. ¡Saludos y que tengan un gran fin de semana!

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Fuente de la imagen de fondo: Pexels

El más sombrío de los silencios inundó la sala conforme el novio pronunciaba aquellas palabras siniestras.

La familia de la novia rodeó a la joven y se apresuró a auxiliarla. El rostro de la pobre mujer estaba inflamado, como si se le hubiera alborotado una suerte de alergia. Se la llevaron pronto al hospital, con Aurelia acompañándoles para tratar de contener la situación, ya que era enfermera. Antes de irse, el padre y los hermanos miraron al novio con una mezcla de odio y repudio.

Observé a mi compañero de mesa, el repostero. Su mirada, dirigida hacia el novio, permanecía impasible e indiferente, como si no le sorprendiera el giro de la situación.

"Usted...", murmuré.

El repostero se volvió hacia mí.

"¿Qué demonios hizo?", exigí saber.

Él desvió la mirada. "Solo hice lo que el novio me pidió", me respondió. "Pero no se preocupe. Ella estará bien..."

"¡¿Cómo se atreve a decir eso?! ¡Podría morir de camino al hospital!".

"Señorita, no sea tan dramática. Es solo una leve alergia comparado con lo que ella le hizo a mi amigo. Alégrese que él haya decidido vengarse de ese modo y no que resultara en algo peor".

"Lo que sea que ella haya hecho no era para llegar a esos extremos. Si ella le puso los cuernos, bastaba con terminar la relación y cancelar la boda; eso hubiera sido más digno de él que... que...".

"Tiene razón", me interrumpió el repostero. "Cancelar la boda era hasta más sensato que todo este drama innecesario. Por desgracia, mi amigo no es alguien que escuche razones ni tiene la mente fría suficiente para procesar lo ocurrido. Ni él ni su familia. Si ella no se hubiera acostado con el otro repostero y hubiera tenido, como usted misma señala, la dignidad de hablar con mi amigo, quizás, QUIZÁS el sujeto en cuestión estuviera vivo".

Lo miré con horror. "¿El novio... El novio fue quien...? Oh, por Dios..."

"No fue el novio. Fue el padre del novio quien ordenó su muerte. Yo solo seguí instrucciones".

Palidecí enseguida mientras el supuesto repostero me tomó del brazo y, con una mirada intensa, concluyó en voz baja: "Deduzco que usted no tiene idea de quién es el novio. ¿Es usted amiga de algún pariente de la novia?"

Limité a asentir. Él añadió: "Le voy a dar un consejo, señorita: evite a este tipo de gente en la medida de lo posible. De ser dable, evite todo contacto con los parientes de la novia por un tiempo".

Soltándome, se levantó y se acercó a la mesa donde se encontraba la familia del novio, dejándome con esa sensación terrorífica de incertidumbre.



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