Cuéntame una historia - 16 de julio | El extraño pastel de naranja

Era un día lluvioso de julio cuando asistí a la boda de la prima de mi amiga Aurelia. La ceremonia se llevó a cabo en un complejo de forma circular, con ventanas de cristal. Parecía una especie de rueda, si se llegaba a observar desde las alturas.

Lo primero que me llamó la atención apenas entré al complejo era la temática. Flores blancas con naranjas, toronjas y mandarinas adornando el arco de la entrada. En el centro de todas las mesas podíamos ver canastas pequeñas con naranjas, uvas y fresas; los manteles eran de color blanco con orillas estampadas de naranjas, mandarinas y toronjas. En la mesa de presentes noté varios regalos envueltos con papel estampado de cítricos y moños naranjas.

Pero lo que más me llamó la atención era ese extraño pastel de cuatro pisos, decorado con rodajas de naranja, fresas, uvas, y kiwi, así como rosas blancas con un betún que apenas cubría el pan pastelero.

Admito que el diseño me gustó; muy refrescante visualmente, aunque con algunos pequeños detalles que el encargado de su fabricación pasó por alto, sea por las prisas o porque el betún no fue suficiente.

Las horas pasaron entre discursos, dinámicas, y bailes; durante ese tiempo notaba cierto disgusto por parte de la novia mientras dirigía una mirada nerviosa hacia el pastel. Quizás Aurelia pensó que la gente la criticaría por exhibir en una boda algo tan extravagante como el pastel, aunque creo que a nadie le importó. Por el contrario, escuché a algunos invitados decir que el diseño les pareció bonito, aunque estaría mejor si le hubieran puesto un poco más de cobertura.

Antes de las cinco de la tarde sirvieron los platillos y las rebanadas del pastel. A mí me tocó una rebanada con uvas y una rodaja de naranja. Cuando lo probé, le sentí un sabor a cítricos muy agradable. "Era un bonito pastel", le comenté a mi compañero de mesa, un hombre de porte elegante ataviado con un traje azul marino.

El hombre sonrió y me contestó: "Muchas gracias. Yo lo hice".

Le miré sorprendida. "Realmente fue un diseño muy refrescante, y el sabor espectacular. ¿Fue un diseño exclusivo a petición de la novia?", le comenté con entusiasmo mientras me llevaba a la boca un bocado del pastel.

"En realidad fue pedido de último minuto por parte del novio", confesó, apenado. "Lo hice hace unas cinco horas apenas".

"¡¿Cinco horas?! Dios mío... Supongo que fue difícil para usted hacerlo todo en un santiamén, considerando el tiempo que lleva hacer los panes, el betún y colocar los ingredientes".

"En efecto. Un encargo de este tipo generalmente me lleva un día entero, sobre todo cuando me lo encargan con mucha anticipación y tengo disponible el material de elaboración. En este caso, como usted habrá notado, no he tenido ni siquiera la oportunidad de preparar más betún. Todo fue de improviso".

"Pues le salió muy bien el pastel. Me pregunto qué habrá pasado con el que encargaron".

El hombre se me acercó un poco más y me dijo: "Por lo que pude escuchar, el repostero fue asesinado anoche".

Mis ojos se abrieron como platos. "¡¿Asesinado?! ¡Dios mío!", musité. "¡¿Cuándo?!"

"Ignoro los detalles, pero eso fue lo que el novio me di-".

Unos gritos lo interrumpieron. El hombre y yo nos volvimos hacia donde se originaron los gritos. La novia estaba ahogándose; su rostro estaba tornándose morada mientras se llevaba una mano hacia su garganta y la otra la extendía hacia su esposo.

Unos escalofríos recorrieron mi espalda al notar en la mira del novio una mezcla de placer y satisfacción, como si supiera lo que estaba pasándole a su esposa. Me aferré de forma repentina al brazo de mi compañero de mesa cuando el novio, con voz cristalina, dijo: "Aquí la haces, aquí la pagas. Nadie me traiciona sin pagar las consecuencias".