Es un hecho rotundo que todas las cosas conllevan a una razón exasperante, especialmente el amor, que solo trae la magnificencia de los problemas. No hablo de las mariposas en el estómago o los rostros colorados, sino de lo eterno; una cualidad externa e indescifrable, anhelada por el ser humano, aunque por hipocresía diga que no. Olemos y palpamos, tomamos todo lo que podemos, no nos queda mucho tiempo y aprovechamos. Aquellos que viven para siempre no pueden, sin embargo, por alguna circunstancia mayor, eludir a la muerte. Dime, te has preguntado alguna vez, ¿qué pasa cuando muere un vampiro?

Sucedió a medianoche, cuando el sueño ya me guiaba hacia el primer umbral. Mis manos reposadas en mi pecho sintieron la caricia de un intruso. La ligereza de mis parpados hizo que me despertara y lentamente divisé un rostro; uno hermoso, pero antinatural, con las pupilas de los ojos escarlata, la piel pálida y tersa, y dos colmillos en su boca. No pude saber si era hombre o mujer al principio, pues el espanto hizo que me sobresaltara de súbito, y con un golpe de mi mentón en su frente, logré hacer retroceder a mi atacante.

La luz reflectada de la luna lo expuso por completo: era un chico joven; quizás de unos dieciocho años, con el cuerpo esbelto y el cabello lacio y oscuro. Me miró fijamente después de recomponerse e intentó atacarme de nuevo, pero para su mala suerte, tenía ventaja sobre él, pues junto a mi cama guardaba cenizas purificadas de un vampiro incinerado. Se las arrojé al rostro, dio un fuerte alarido y luego se desmayó.

En estos tiempos, donde la maldad acecha hasta en el cobijo de nuestros hogares, aprendí a defenderme con sabios y estudiosos magos. Mi esposa había fallecido, convertida en uno de esos seres impíos. Por mucho tiempo duró alimentándose de la sangre de los vivos, hasta que, uno de los hombres que me había enseñado todo lo que sé, le dio descanso eterno y luego incineró su cuerpo en fuego sagrado.

Los vampiros temen cuando uno de ellos muere, pues sus restos son aprovechados por los humanos que quieren extinguir su antigua especie. Se vuelven más agresivos y comienzan a aparecer más a menudo. Su principal objetivo se vuelve alimentarse de toda la sangre que puedan para estar fuertes en las batallas venideras. Hemos tenido guerras esporádicas por generaciones y encima sobrevivido a sus ataques sigilosos, pero es cuestión de tiempo de que una guerra duradera rompa nuestro sistema y debamos tomar decisiones más fuertes.

Aunque me pareció sensato liquidar a este joven que capturé, me pareció que todavía era un inexperto. No le lancé la suficiente ceniza como para matarlo; sino para desmayarlo, pero al cabo de un rato de estar observándolo, comenzó a levantarse lentamente y a presentar una cara de miedo. No tenía idea de que le pasaba, era la primera vez que veía a un vampiro en esas condiciones, sin estar expuesto a crucifijos o agua bendita. Era como un niño que aun buscaba protección. Seguía pensando que matarlo era lo más sensato, pero la lástima ganó más que mi cordura.

Estaba cometiendo un error, pero estaba intrigado. Jamás había conocido a un integrante nuevo de esta estirpe. Al ser una criatura inocente, empezó a confiar en mí. Sabía que no iba a hacerle daño así que se sentó en la cocina conmigo. Se le dificultaba usar las palabras así que intentó usar un lenguaje corporal; como no soy conocedor de esas cosas, lo observaba atento y frunciendo el ceño. Rápidamente entablamos confianza y nos hicimos amigos. Le dije que era bienvenido cuando quisiera, pero ya era su momento de partir.

Antes de llegar el amanecer, los vampiros se ocultan en sus escondrijos hasta que la noche vuelve otra vez. Sentía pena por ese chico, y pensaba en los sabios cazadores que buscaban vampiros para recolectar más ceniza. Los escondrijos son fáciles de encontrar, así que me di la tarea de encontrar el de ese joven. Como era un nuevo inexperto, decidí buscar en las cercanías de mi hogar. Encontré un árbol enorme y seco que se veía bastante sospechoso así que decidí inspeccionarlo. Eché un vistazo prudente y, efectivamente, había algo adentro del tronco. Era ese joven, estaba dormido en posición fetal en una parte donde no llegaban los rayos del sol. No quise despertarlo, así que usé mi linterna para alumbrar el interior, y, para mi sorpresa, me encontré con algo terrible.

Solo divisaba ropa y rastros exiguos de cenizas por doquier. Alguien ha venido primero y ha matado a este chico, pero ¿quién? No he visto cazadores desde hace un año por aquí, así que debió haber sido alguien del pueblo. Una tormenta se acerca. Se ve más extraña que las anteriores. La muerte de otro vampiro quizás provocará una terrible guerra sobre nuestro pueblo.