No estuve ahí para protegerlos. Me sentía inútil y despreciable por no captar las señales; aquellas que me advertían que paulatinamente perdía a mi familia y estaba dejando que eso pasara. Me encarcelaron porque creen que soy culpable de una brutalidad inenarrable; la cual causaría pesadillas a una persona común que nunca ha vivido esas circunstancias.

Casi no prestaba atención a mi alrededor, mi esposa también era una mujer ocupada y mi hijo era distante, todos llevábamos una relación diferente desde nuestros lados. Solo ocupábamos charlas en la mesa, pero con exiguas palabras, luego de terminar, simplemente dejábamos todo y volvíamos con nuestra rutina.

Yo me dedicaba a mi arte, en aquel entonces estaba realizando un proyecto muy grande con el cual me pagarían una gran suma de dinero. Romina; mi esposa, estaba cerrando un trato con un nuevo despacho de abogados, mientras que mi hijo; Rubén, practicaba con su guitarra para un nuevo toque musical que presentaría en una semana. Todo iba normal para nosotros, hasta que Rubén comenzó a enfermar fuertemente enganchado a su cama.

Le dimos medicamentos para la fiebre, pero esta no bajaba. Luego comenzó con una debilidad muscular que se extendía hasta sus pies. Un dolor de cabeza, que parecía atormentarlo hasta en sus pesadillas, fue la señal de que debíamos llamar a un médico a examinarlo. Los diagnósticos revelaron un bajo número de plaquetas y nutrientes en su organismo, ¿cómo era posible? No se pudo encontrar alguna enfermedad que lo estuviera causando.

El médico mandó un tratamiento aunado con suplementos ricos en vitaminas para mejorar la salud de Rubén, seguimos al pie de la letra sus indicaciones y gradualmente mi hijo parecía recuperarse. Yo continué con mi proyecto y en terminarlo de una vez por todas, Romina estuvo más pendiente en la recuperación de Rubén.

Me quedaba poco tiempo, pero me faltaba solo unos ajustes para terminarlo. Me desentendí de la salud de Rubén al enterarme de que mejoraba, y por ese motivo, no pude prevenir lo que ocurrió después. Pasó una noche, mientras terminaba los últimos trabajos de mi proyecto, escuché un gritó que parecía provenir del pasillo. Al asomarme solo veo un haz de luz saliendo del cuarto de Rubén. Vislumbro rápidamente y mis ojos se llenan de horror.

En el suelo, con las entrañas abiertas, se encontraba el cuerpo de Romania sobre un charco de sangre. Y a su lado estaba Rubén, mordisqueando su pecho, no tengo palabras para describir lo grotesco de la escena. Me miró fijamente y trató de acercarse mí, pero su cuerpo comenzó a descomponerse y a exponer heridas abiertas, hasta que finalmente murió.

Quedé petrificado por completo, mi mente no pensaba en nada más en el momento. El ruido fue tan perturbador que llamó la atención de los vecinos, tocaron a mi puerta, pero al darse cuenta que nadie saldría, llamaron a la policía. Podía escuchar los estruendosos golpes que las autoridades daban a mi puerta, pero yo; en mi estado de trance, no podía levantarme, ni siquiera moverme.

Finalmente entraron y subieron a la habitación. Hallaron la horrible escena y a mí junto a los cuerpos de mi familia. Me arrestaron, me atiborraron de preguntas que no pude contestar, y ante esta actitud se me condenó culpable por homicidio. Mi mente ha quedado dañada después de ese día; no volví a ser el mismo.

Esta mañana, recibí la carta de un biólogo que decía trabajar para el gobierno. En ella explicaba todo, incluso que al final de la noche me liberarían si accedía a trabajar con ellos. Todo ocurrió tan repentinamente, pero acepté su propuesta. Ahora mismo, espero a las personas responsables por la muerte de mi familia.