Entrada al Concurso de microrrelato de ciencia ficción de Literatos | Sucedió en el espejo

Algo me despertó, miré el reloj, marcaba las 11:59 p.m., pero solo esos números tenían un sentido lógico en el entorno visible, el resto de la habitación estaba distorsionándose y yo no sabía lo que ocurría, confundida y medio dormida, sin querer levantarme, pensé que estaba soñado o eran los efectos de los vinos de esa noche con los amigos del trabajo, era viernes de fin de mes y se nos ocurrió ir a mi casa a cenar y a disfrutar de un rato bien merecido, después de un agotador marzo.

Las paredes del cuarto y los muebles continuaban deformándose ante mí, pero el sueño me hizo desentenderme de aquello.

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Desperté, aún no amanecía, me levanté y fui al baño deseosa de volver a la cama, encendí la tenue luz del espejo y algo que llamó mi atención me detuvo, era mi rostro ajado y agotado, me observé atribuyendo aquella imagen a la poca luz y pensé: «Me veo como una agotada mujer de cincuenta y en dos días cumpliré treinta» y recordando lo exageradamente tarde que me fui a dormir, me dije: «La hora y los vinitos como que le dieron fuerte a mi rostro y a mi lucidez, hasta un moretón me pareció ver en el lado izquierdo de mi frente, es obvio que debo limpiar el espejo, y sí, definitivamente pensaré en unas vacaciones», me dije, mientras apagaba la luz, medio dormida, pensando que otro encuentro como el de los «vinitos» no se repetiría. Al fin caí en la cama para ya no saber de mí hasta despertar bastante reposada y lúcida cuando el reloj mostraba las 8:30 a. m.

Dentro de una normal cotidianidad, la vida fue cambiando: ascensos en el trabajo, mejores sueldos, más responsabilidad, cambios en casa, etc.

El viernes fue maravilloso pero agotador, cuando todos se fueron, me di un tibio baño y me fuí a la cama ya pasadas las once de la noche. Comenzaba a dormirme, cuando recordé que debia ir al baño, había olvidado cepillarme los dientes, caminando con sueño, llegué a la puerta, entré y encendí la suave luz del espejo. Ahí estaba yo, a mi mente vino que en dos días cumpliría cincuenta años, observé que el moretón del lado izquierdo de mi frente se había reducido, estaba mejor, menos mal, eso me hizo recordar que debía cambiar la cerámica del piso de la ducha, por una antirresbalante. Seguía mirando el espejo me veía extenuada, así me sentía, el trabajo de tantos años y los vinitos del impostergable último viernes de cada mes, con mis viejos amigos del trabajo, habían hecho su efecto en mí. «Definitivamente gestionaré mis diez vacaciones acumuladas», pensé mientras apagaba la tenue luz del espejo.