EL BURRO BIEN EDUCADO

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EL BURRO BIEN EDUCADO

Cargando un duro costal,
un burrito cierto día
a cruzar se disponía
un barrio residencial,

Pero de pronto y porrazo
se atravesó en el camino
un bello ejemplar canino
y el burro le cedió el paso.

Era un perrito que andaba
paseando de arriba abajo
y que era tan pequeñajo
que acaso ni sombra daba.

Pero era de pedigrí,
eso a leguas se notaba
por la forma que ladraba
y por su aspecto fifí.

Mire, burro, dijo el can,
por este lugar no pase,
animales de su clase
prohibidos aquí están.

Disculpe, dijo el burrito.
Y el perro con gran cinismo
comenzó a hablar de sí mismo
como si fuera un bendito:

Yo tengo mi propio nombre
y vivo en casa de gente.
Si quiere que se lo cuente
ahí le va, y no se asombre.

Me llaman en casa a mí,
My Darling, si es en inglés;
pero cuando es en francés
es mi nombre Mon Chery.

Y siguió con su habladera
aquel perrito pedante
sin que ni por un instante
el burro lo interrumpiera.

Le habló de ricas comidas,
de los paseos en carrozas
y de muchas otras cosas
para darse la gran vida.

Ni un momento estuvo quieto,
hablaba, hablaba y hablaba
mientras el burro escuchaba
con atención y respeto.

Tan rico vocabulario
usaba el perro ese día,
que entenderlo requería
echar mano al diccionario.

Pero el burro seguía atento
con las orejas paradas
y con tranquilas miradas
daba su consentimiento.

Cuando el perro concluyó
su discurso relamido
preguntó: ¿Me has entendido?
Y el burro le dijo: no.

¿Dime si no te dolió
que sacara tus defectos
frente a mí que soy perfecto?
Y el burro le dijo: no.

No puedo entenderlo yo,
dijo el perro, sorprendido,
¿Es que no te has ofendido?
Y el burro le dijo: no.

Y el perro gritó: que a mí
alguien me explique o conteste
¿por qué en un caso como este
tú te comportas así?

Y el burrito le sonrió
con una franca mirada
y con voz suave y pausada
al perro le contestó:

Si quiere una explicación,
escúcheme, por favor,
no tengo alcurnia, señor;
pero tengo educación.

MORALEJA
Se demuestra una vez más
que tolerancia y decencia,
buenos modos y paciencia
son pilares de la paz.

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Gracias por sus amables lecturas
Texto e imagen de Tomás Jurado Zabala



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