Fiction: The house of fright (La casa del susto) [EN/ES]

Era un día de verano solemne, el sol se plantaba en el firmamento azul, y el calor sofocaba las almas sedientas de líquido frío. Charly era una de esas almas que buscaba desesperadamente saciar su sed endemoniada, iba a la cocina desesperado por tomar un vaso de agua fresca, en cuanto levantó el vaso cristalino oyó una música con todo festivo y alegre, sonidos que invitaban a presenciar el desfile de la feria que llegaba al pueblo.

Los colores se funcionaban con los sonidos alegres en un surrealismo fantástico, mezclado con la realidad. La gente presenciaba el pasar de la caravana y Charly, un joven inquieto y curioso salía presuroso a mirar el alboroto festivo.

Sus ojos castaños vislumbraban con atención ansiosa cada uno de los vehículos que pasaban por la asfaltada calle, en ese instante, Charly miró una imagen de un payaso feo y gordo, con ojos rojos que parecían saltar del poster. Aquella imagen hizo que los bellos de la piel se le erizarán por un instante.

El jolgorio y la algarabía habían pasado y los amigos de Charly llegaban para comentar aquel espectáculo embriagante y seductor.

«Hola Charly, viste ese desfile de la feria, al fin este pueblo tendrá algo de emoción», decía con voz alborotada y ansiosa uno de los amigos.

«Tenemos que ir, chicos, el viaje a la feria será emocionante, jaja...». Una risa contagiosa invadió a los chicos, quienes veían los vehículos de la feria perderse en el horizonte cálido.

Luego de unos días la feria empezaba a funcionar. Las luces de colores invitaban a las personas a visitar las atracciones. Charly se alistaba para ir a divertirse con sus amigos, sería una noche inolvidable y muy alegre.

«Huter, Francis, ¿están listos para salir hacia la feria?». El rostro de Charly miraba con gestos casi imperturbables esperando la respuesta desde su celular.

«Claro que sí, Charly, nos vemos donde la señora Godínez». Huter refleja en su voz de adolescente tonos cortantes y sonidos ondulantes.

Los tres amigos se embarcaron en el viaje hacia la feria, dispuestos a pasar la mejor noche de sus vidas. El viaje no duró mucho tiempo y para cuando llegaron, miraban el lugar. Sus rostros con gestos exorbitados daban paso a un sonido latente. «Guauu». Al unísono se expresaban los amigos, después de ver el espectáculo enfocado en seducir los sentidos.

«Muy bien chicos, vamos primero a la montaña rusa, quiero probar lo grande». Charly levantaba una de sus cejas oscuras.

«Nos parece muy bien, Charly», contestaban los chicos extasiados de alegría.

Se ponían en marcha hacia la dirección de la imponente montaña rusa, en ese trayecto, algo llamo la atención de Charly, había visto a ese payaso, de ojos rojos y rostro regordete, era como si una fuerza extraña lo atrajera hacia aquella casa monstruosamente decorada con figuras horribles y espantosas. Demonios, brujas, duendes, entre otros hacían un deleite siniestro.

Los amigos de Charly tomaron la delantera y se subieron a la montaña rusa, mientras Charly con la vista pérdida en ese juego, no escuchaba las voces de sus amigos. Se dirigió como un zombi hasta aquel lugar y un letrero decía: “Casa de los sustos de Flopy" y debajo de las letras la imagen del payaso horrible, que sonreía siniestramente.

«Adelante joven, siga, siga, a la casa más terrorífica de la feria. Atrévase a entrar en los recónditos laberintos oscuros del alma», hablaba con tono amigable y atrayente el encargado del lugar, sacándose el sombrero de copa color morado oscuro, y apuntando hacia la entrada.

«Muy bien, ¿cuánto vale el boleto?». Preguntaba con tono enérgico y adrenalínico el muchacho.

«Es completamente gratis por ser nuestro primer cliente, siga, siga». Respondía el hombre con gentil acento.

Charly hacía un gesto de agradecimiento y entraba en la casa de los sustos, su figura delgada se perdía detrás de las puertas verde oscuro. El joven no notó nada raro y siguió caminando sin inquietarse, en ese instante un muñeco mal hecho se le abalanzaba sobre su humanidad, el muchacho gritaba y luego con furia lo pateaba.

Seguía internándose en aquel lugar de tinieblas espesas y escuchaba ruidos de todas clases. Un fantasma pasaba volando sobre su cabeza, después un esqueleto caía y quedaba colgando.

«Esto es una basura, afortunadamente fue gratis, mejor me largo de aquí», se decía a sí mismo en tanto miraba cerca de la salida a un payaso, tal cual el de la imagen de afuera.

Charly se aproximaba y miraba por un momento al payaso. Lo tomó con su mano izquierda y lo tiró para un lado. «Fuera de mi vista, tonto».

«A quién llamas tonto, chico mal educado».

Un tono pálido invadió el rostro de Charly, volvió la mirada y vio aquella horrible sonrisa y esos ojos rojos brillando con un fulgor casi incandescente. El joven empezó a gritar desesperado y a correr por la casa de los sustos sin rumbo alguno.

«Ven acá, muchacho, Flopy quiere ser tu amigo, jajaja». Una lengua verdosa y mal oliente salía de la boca del payaso con destino a Charly.

El chico gritaba mientras corría para salvar su vida. Las telas de araña se enredaban en su rostro y apenas podía mirar a Flopy. Aquella lengua verdosa se acercaba, y la risa disonante se escuchaba por todo el lugar. El muchacho era atrapado y arrastrado hacia Flopy, era una escena surrealista imposible de creer.

El joven era levantado y mientras se dirigía en dirección a la boca, arrañó aquellos ojos rojos. El payaso gritaba de dolor y soltaba a Charly quien corría desesperado hacia afuera, gritaba, y pedía ayuda. La multitud veían estupefactos al chico y de entre ese mar de gente salieron sus amigos, quienes lo controlaban y hacían volver en sí.

«Calma Charly, estás con nosotros, no pasa nada». Huter tomaba de los hombros al chico para que reaccionara.

«Chicos, fue algo horrible, me iba, me iba... A tragar vivo ese payaso». Las pupilas dilatadas y el pulso a mil hacían delirar a Charly.

«Calma amigo, solo fue tu imaginación, no debiste ir solo a esa casa, ven vámonos de aquí» Francis y Huter se llevaban a Charly fuera de la feria.

«Este juego no es para corazones débiles muchacho. La imaginación a veces nos juega malas pasadas, jajaja». Se reía estruendosamente el encargado del juego. Al colocarse el sombrero de copa los ojos se le hicieron rojos y brillaron por un instante.

«Señor, señor, me da un boleto, por favor».

«jajaja. Es gratis, chica. Siga, siga. Jajaja».

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

Text authored by:
Camilo Torres
DRA

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