Fiction: The enchanted ring (El anillo encantado) [EN/ES]

Una guerra sin cuartel se llevaba a cabo, mientras el ocaso caía sobre el valle, testigo de la cruel batalla. Tras varias horas de combate no había un claro vencedor y los guerreros seguían cayendo en la noche, que pintaba el firmamento de estrellas y una luna hermosa.

Bajo la luna llena se alzaba un sacerdote del clan Toyac, se llamaba la Sombra, y en sus manos tenía un anillo de poder milenario. Un objeto que tenía el poder de decidir la batalla. La Sombra levantaba las manos hacia la luna llena e invocaba el poder del anillo.

El aro de oro empezaba a brillar intensamente cargándose con los rayos lunares. «Anuk, la Sombra tiene el anillo, debemos hacer algo o su poder destruirá a nuestro clan». Un guerrero del clan Huayo advertía con impaciencia al líder.

«No te preocupes, Istok. Le tomaré ventaja e iré lo más rápido posible para evitar que la Sombra desate el poder del anillo». Con decisión Anuk tomaba su lanza y corría hacia la Sombra.

Anuk corría tan rápido como podía, sus grandes y musculosas piernas le daban fuerza y velocidad, con sus brazos que parecían mazos, se abría paso entre los guerreros del clan Toyak. En tanto, el anillo seguía brillando más intensamente y la Sombra seguía pronunciando unas palabras ininteligibles. El tiempo apremiaba y Anuk debía cumplir con su objetivo. No permitiría que sucediera de nuevo lo que paso meses atrás en su reino.

El guerrero Anuk recordó aquella fatídica noche donde los Toyac, tomaron por sopresa a los habitantes del reino y hubo un enfrentamiento terrible. Luego de que los Toyac se retiraran, la Sombra salió con el poderoso anillo y a la luz de la luna invocó su poder. Una luz incandescente bañó todo el campo destruyendo todo a su paso. El reino quedó totalmente destruido y reducido a cenizas.

Anuk y los Huayos llegaron al reino al despuntar el alba y observaron solo devastación. Los ojos de los guerreros sangraban lágrimas salinizadas al ver el panorama apocalíptico. Ellos no sabían lo que había ocurrido, mientras registraban todo el lugar encontraron a un hombre malherido del reino. Anuk se acercaba y le preguntaba, «buen hombre, ¿qué ha sucedido aquí?».

El hombre malherido contó todo lo sucedido a Anuk y los guerreros, luego entre sollozos les dijo, «¡Oh, Gran Anuk! Usted tiene en sus manos el deber de vengar a nuestra gente. Nuestros espíritus estarán contigo y tus guerreros ayudándoles en esta gran cruzada. Que nuestro dios de la guerra te bendiga a ti y los tuyos». Después de estas palabras el hombre fallecía en brazos de Anuk.

El gran guerrero lanzaba un grito al aire prometiéndole al hombre la destrucción de los Toyac. Anuk se levantaba y se dirigía a sus guerreros, «Huayos, he aquí nuestro destino. La venganza de nuestro pueblo yace en nuestras manos. Con gusto daremos nuestras vidas por la memoria de nuestros padres, mujeres, niños y ancianos». Anuk levantaba los brazos al cielo con una efervescente melancolía. «Venganza, venganza...»

«¡Venganza, venganza, venganza!» gritaban los guerreros Huayos.

Anuk volvía de sus recuerdos y se enfocó en su gran misión, el anillo. Ferozmente Anuk se acercaba a donde estaba la Sombra, quien seguía invocando el poder del anillo. El guerrero Huayo tenía que llegar hasta la cima de aquella pequeña montaña. El cansancio estaba mellando sus fuerzas, pero seguía a pesar de todo.

Mientras tanto, la Sombra esperaba impaciente que el anillo desplegara todo su poder sobre los enemigos. «Maldita sea, por qué demora tanto en recargar este anillo. Hay que detener a ese guerrero que viene para acá. ¡Mátenlo!»

Los guerreros Toyac bajaron rápidamente de la montaña para enfrentar a Anuk. Un enfrentamiento se dio entre los guerreros y Anuk, quien inundado por la adrenalina se iba abriendo paso entre los Toyac. La determinación de Anuk brotaba por cada poro de su piel canela y en sus ojos cafés se podía ver el fuego de la venganza.

Uno a uno los Toyac que protegían a la Sombra fueron vencidos. Después de un tiempo, Anuk se encontraba frente a frente con la Sombra. «Ahora eres mío, no te perdonaré lo que hiciste con mi pueblo».

«Atrás, tonto guerrero. Acaso no ves que tengo el poder de todo el universo en mis manos. Ahora mismo te fulminare con mi anillo poderoso».

«No tengo miedo. He venido a ofrecer mi vida por la venganza de mi pueblo». Anuk blandía su espada cortando el aire nocturno. «Prepárate a morir».

El guerrero Anuk se abalanzaba sobre la Sombra y el combate iniciaba. El sacerdote corría preso del pánico y lanzaba unos rayos de energía, queriendo hacer tiempo para que el anillo estuviera completamente cargado.

Anuk recibió un rayo de energía en su pierna y caía con estrépito. La Sombra reía estruendosamente, mientras miraba como el anillo había completado su carga. «Ya no tengo que esperar más. La destrucción de tu clan se habrá completado. Ahora mira como fulmino a los últimos Huayos. Jaja».

La Sombra levantó su mano con el anillo y una luz intensa empezaba a desplegarse del anillo. En ese instante, Anuk tomó una lanza del suelo y se la lanzó a la mano de la Sombra, este gritaba de dolor mientras los rayos iban en diferentes direcciones. Anuk se levantó y con sus últimas fuerzas empujó a la Sombra hacia el precipicio.

El sacerdote caía y sus gritos ensordecedores invadían el lugar, mientras los rayos iban iluminando la caída, luego una explosión de luces y energía lleno el horizonte nocturno. Los Huayos habían ganado y pudieron reconstruir su reino de manos del gran Anuk.

Luego de algunos años, unos hombres misteriosos con armaduras metálicas llegaban al reino de los Huayos. «Comandante, mire este anillo extraño que encontramos, brilla como el sol mismo».

Fin

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Edited by Rincón Poético.}

The text of this post was originally translated from Spanish to English with the translator DeepL
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