Completamente. No es porque yo la haya vivido en el sentido de toda la vida, porque lo máximo que he estado en una relación, ha sido doce años, no toda la vida. Pero sé que durante ese tiempo, yo fui completa y absolutamente fiel a mi pareja. Y sé, que él también lo fue. Son cosas que simplemente se saben. Se sienten en el alma.

Y si se preguntan por qué ya no estamos juntos, les cuento. No es porque hayamos dejado de amarnos o porque me haya sido infiel o algo así, sino porque Dios se lo llevó con él. Era su momento de partir cuando él tenía 29 años y yo, 26 años. Hace algunas lunas atrás. Desde entonces, por más que he tratado de volver a tener una relación como esa, ha sido imposible, en primer lugar, porque todos somos diferentes y es imposible vivir con alguien más, lo que haya vivido con otra persona. Son experiencias, vivencias y por supuesto, personas diferentes. El problema que tengo es que tiendo a la comparación y todos, después de él, salen perdiendo. Son simples versiones pálidas de lo que, para mí, es un gran amor.

Ahora bien, echando una mirada al pasado, a mis padres, por ejemplo, que estuvieron juntos 54 años, cuando la muerte fue el elemento que los separó físicamente, no puedo decir que alguno haya sido infiel porque eso solo es algo que ellos sabían, pero sí puedo decir que eran muy felices. Papá salía del trabajo y se venía derecho a casa y los fines de semana, solíamos ir todos a la playa, a un río o un parque.