The smell of danger (Eng/Esp)

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My workplace was a centre for in vitro propagation of cultivated plants. It was large and located in an area close to the city, in an experimental field, in a valley surrounded by mountains.

It had several laboratories and growth chambers. But one of them was used as a warehouse for herbicides and insecticides for crops. These containers were very old and were deteriorating.

These products were toxic and the laboratory staff had asked the authorities to remove them and store them elsewhere under safer conditions. But as is often the case, common sense and the risks to workers were ignored, and this urgent matter was postponed.

On the day of the accident, I got up early as usual to take my one-year-old son to the nursery and from there to work. When I went to his cot, he was awake but restless. When I touched him, he felt warm. As he was teething, I told myself that this was the reason for his restlessness, so I decided not to go to work to look after him.

Within an hour my son had no fever and was calm. As I had to observe a job, I called my mother to stay with him so that I could go to the lab in the afternoon.

"Hello, Mom, how are you? You can stay with my child at home. I'm going to work at about one o'clock in the afternoon".

"Hello daughter!. Of course I can look after him, don't worry".

"Thank you, mother. I wait for you ".

At that time there were no mobile phones, so when I arrived at the café to have a coffee before going up to the lab, I found out what had happened in the morning from the field technician.

"Hello, Morela, you weren't in the lab this morning".

"I couldn't make it". And at that moment I felt that something bad had happened. "Why are you asking me?"

"It's a good thing you weren't there. The insecticide containers broke and all the staff who were there were taken by the fire brigade to the hospital"

What we had feared had happened.

I went to the hospital to find out about my colleagues and there I met a friend who had not been to work either and the secretary who told me what had happened.

The insecticide containers had been broken at the weekend. When the staff came in, they didn't notice, but when they turned on the air conditioning, which was integral, the fumes spread to all areas of the unit. However, even though the people smelled the product, they didn't care and continued working for hours, breathing in the toxic fumes. It was not until they began to feel dizzy that they realised something was wrong

"How dangerous!" I exclaimed

At that point they decide to investigate and, realising what was happening, they call the fire brigade, who remove the people, send them to the hospital and apply foam on the containers to counteract the chemical

"They didn't let us into the emergency area," my friend tells me.

To Mrs Gladys, the secretary comes up with a very good idea.

"You brought your lab coats, put them on and we pass ourselves off as hospital staff".

So we did, we got to the door and spoke to the guard who, amidst the confusion of the people waiting there to find out about their relatives, didn't suspect anything and let us pass.

All our friends were there, in a large room, lying on stretchers where they were being treated with atropine. I felt anguish because I didn't know how much this poisoning was going to affect them. Most of the insecticides are highly toxic and one of them was pregnant.

They were transferred from the hospital to a clinic, where they recovered. When the treatment wore off and they were able to talk, I asked them all a question.

"Why did they wait so long to leave the lab?"

They, despite knowing the risk in the warehouse, did not associate the smell with these products and continued working. Even though this was a warning of the danger. Although this was a warning of danger, it was not given the importance it deserved.

I think that, in my case, my son's sudden fever saved me from being there. It is possible that I would have reacted the same way as my colleagues?, I don't know. But this experience served to make staff and authorities aware of the care and knowledge that must be taken when handling products that are toxic for living beings and for the environment.

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This is my story for the Creative nonfiction prompt #95


English Version

El olor del peligro


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Mi lugar de trabajo era un centro de propagación in vitro de plantas cultivadas. Era grande y estaba ubicado en una zona cercana a la ciudad, en un campo experimental, en un valle rodeado de montañas.

Tenía varios laboratorios y cámaras de crecimiento. Pero una de estas se utilizaba como un depósito de herbicidas e insecticidas para cultivos, pero los envases eran muy viejos y se estaban deteriorando.

Estos productos eran tóxicos y el personal del laboratorio había pedido a las autoridades que se sacaran de allí y se almacenaran en otro lugar y bajo condiciones de más seguridad. Pero como muchas veces ocurre, no se hace caso del sentido común y de los riesgos para los trabajadores y esto que era urgente se fue postergando.

El día que ocurrió el accidente, yo me levanté temprano como de costumbre, para llevar a mi hijo de un año a la guardería y de allí irme al trabajo. Cuando fui a su cuna, él estaba despierto, pero inquieto. Cuando lo toqué, lo sentí caliente. Como le estaban saliendo los dientes, me dije que esta era la razón de su quebranto, por lo que decidí no ir al trabajo para cuidarlo.

A la hora ya mi hijo no tenía fiebre y estaba tranquilo. Como tenía que observar un trabajo, llamé a mi mamá para que se quedara con él y poder ir en la tarde al laboratorio.

—¡Hola, Mamá!, ¿cómo estás? Puedes quedarte con el niño en la casa. Voy al trabajo como a la una de la tarde.

Hola, hija. Claro que puedo cuidarlo, no te preocupes.

—Gracias, madre. Te espero.

En esa época no existían los teléfonos celulares, así que cuando llegué al cafetín a tomarme un café antes de subir al laboratorio, fue que me enteré de lo que había sucedido en la mañana, a través del técnico de campo.

—¡Hola, Morela!, tú no estabas en el laboratorio esta mañana.

—No pude venir. —Y en ese momento sentí que algo malo había ocurrido. —¿Por qué me lo preguntas?

—Menos mal que no estabas. Se rompieron los envases de insecticidas y todo el personal que estaba allí fue llevado por los bomberos al hospital.

Había sucedido lo que nos temíamos.

Me fui al hospital para saber de mis compañeros de trabajo y allí me encontré con una amiga que tampoco había ido a trabajar y con la secretaria que me contó lo que sucedió.

Los envases de insecticida se rompieron el fin de semana. Al entrar el personal, no se dieron cuenta, pero al encender el aire acondicionado que era integral, los vapores se esparcieron por todas las áreas de la unidad. Sin embargo, a pesar de que las personas olieron el producto, no le dieron importancia y siguieron trabajando durante horas, aspirando los vapores tóxicos. No fue sino cuando comenzaron a marearse que se dan cuenta de que algo malo está ocurriendo.

¡Que peligroso! fue mi expresió de inmediato.

En ese momento deciden investigar y, al darse cuenta de lo que ocurría, llaman a los bomberos, quienes desalojan a las personas, las envían al hospital y aplican espuma sobre los envases para contrarrestar el producto químico.

—No nos han dejado entrar al área de emergencia, —me dice mi amiga.

A la sra Gladys, la secretaria, se le ocurre una muy buena idea.

—!Ustedes trajeron las batas de laboratorio!, pónganselas y nos hacemos pasar por personal del hospital.

Así hicimos, llegamos a la puerta y hablamos con el vigilante que, entre la confusión de las personas que esperaban allí para saber de sus familiares, no sospechó nada y nos dejó pasar.

Allí estaban todos nuestros amigos, en una gran sala, acostados en camillas donde se les aplicaba el tratamiento con atropina. Sentí angustia porque no sabía hasta dónde iba a afectarles esta intoxicación. Los insecticidas, en su mayoría, tienen un alto grado de toxicidad y una de ellas estaba embarazada.

Desde el hospital los pasaron a una clínica, donde se fueron recuperando. Cuando se les pasó el efecto del tratamiento, y pudieron hablar, yo les hice a todos una pregunta.

¿Por qué esperaron tanto tiempo para salir del laboratorio?

Ellos, a pesar de saber el riesgo que había en el depósito, no asociaron el olor con estos productos y siguieron trabajando. A pesar de que este era una advertencia del peligro no le dieron la importancia que tenia.

Yo creo que, en mi caso, la repentina fiebre de mi hijo me salvó de estar allí en ese lugar. ¿Es posible que hubiera reaccionado igual que mis compañeros?, no lo sé. Pero esta experiencia sirvió para concientizar al personal y a las autoridades de la institución sobre el cuidado y conocimiento que hay que tener en el manejo de productos tóxicos para los seres vivos y para el ambiente.


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La traducción al inglés la realicé en www.deepl.com



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