Hispaliterario #36/Atrapados en la escalera (Esp/Eng)

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Cuando comenzó el temblor a las 12 del mediodía del día Miércoles de Ceniza, las puertas de los apartamentos se abrieron y las personas salieron dirigiéndose casi corriendo a la única vía de salida posible: la escalera. Los ascensores estaban prohibidos en esta emergencia.

La escalera, con sus barandas pintadas de color azul, tenía un total de 200 escalones desde planta baja hasta el piso 12 y eran de granito pulido.

Los vecinos de los pisos superiores apuraban a los de abajo. Todos querían salir rápido.

El señor Eleazar, jefe del condominio y vecino del piso 12, decidió organizar la salida.

—Vamos a organizarnos, tenemos que ir bajando con cuidado, ayudemos a los niños y a los ancianos. Los hombres que puedan, ayuden a cargarlos y así vamos más rápido.

La señora Julia, una anciana de 80 años y casi 100 kg de peso, vecina del piso 10, tenía trancado el paso. Había salido de su apartamento en compañía de su hija, quien la llevaba de un brazo. Bajaba lentamente con un bastón, provocando la desesperación de la gente.

—¡Apúrese, señora por Dios!, puede haber réplicas. —La voz de la señora Margarita, vecina del piso 11, tenía el tono chillón de la histeria. Estaba con sus dos pequeños hijos.

—¡Alguien que cargue a esa señora! —el señor Eleazar trataba de dirigir desde arriba.

—¡A mí nadie me va a cargar! No soy un mueble.

—Entonces apártese y déjenos pasar. —La señora Olga, vecina de Margarita, estaba parada en un escalón con sus dos perros poodle a los que sostenía con una correa.

Un segundo temblor, tan fuerte como el primero, los sacudió a todos, y quedaron a oscuras, pues como era usual, las luces de emergencia no servían. Gritos, exclamaciones y llantos se mezclaron con los ladridos de los perros.

—¡Cálmense! y enciendan las linternas de sus teléfonos. —Lamentaba haber dejado caer el suyo por el hueco de la escalera.

—Y ahora estamos a oscuras, esta es su responsabilidad, señor Eleazar, por no comprar los lamparas, —le gritó la Sra. Olga.

Las luces alumbraron la escalera, algunas personas estaban sentadas, entre estas la señora Julia y su hija.

¿Por qué se apuran en bajar las escaleras?. Es mejor subir que bajar.

—¿Quién dijo eso? —La señora Olga estaba sentada abrazando a sus dos perros y alumbro con su teléfono hacia el piso 12, de donde venía la voz.

—¡Miren allí! —dijo el hijo de Margarita, señalando con su dedo a una figura en la escalera.

Un hombre de pequeña estatura, de edad indefinida, con una ropa de un color entre marrón y verde con un gorro en la cabeza, estaba agachado en el último escalón cerca de la puerta que conduce a la azotea. Los observaba con una sonrisa. Sus dientes blancos brillaban en la oscuridad.

—¿Y usted quién es? —Eleazar lo miraba tratando de acordarse si lo había visto antes.

—Yo vivo en el techo del edificio. Soy también su vecino. —Y abriendo la puerta de la azotea, entró por ella y rápidamente desapareció.

—Explíquenos Sr. Eleazar, como alguien vive allá arriba y no lo sabíamos. —Margarita esperaba que le diera una explicación.

—Nadie puede vivir en la azotea y no sé quién es ese hombre. —El señor Eleazar estaba perdiendo la paciencia y ya quería salir de allí.

—¿Es un fantasma, mamá? —La hija de Margarita miraba con los ojos muy abiertos.

—¡Niña!, deja de estar diciendo esas cosas.

—¡No, Lily! Es un duende, ¿no le viste el gorro? —contesto Ronald, su hermano más pequeño.

—Olvidemos eso, tenemos que salir de aquí, el edificio se puede caer.

El señor Carlos, del piso 10, trataba de levantar a la señora Julia, pero su fuerza no era suficiente.

—¡Vengan a ayudarme, por favor!

—¡Déjeme!, que me está maltratando! Yo mejor me quedo aquí sentada, total ya no podemos bajar, una parte de la escalera se cayó. —Y con el bastón señalaba el hueco que había entre el piso 10 y el 9.

—¿Y ahora qué hacemos? —La exclamación de la señora Margarita era casi un llanto, una súplica de auxilio ante lo inevitable: no podían continuar bajando.

—¡Llamen por sus teléfonos! Avisen que estamos atrapados. —El señor Eleazar apelaba al sentido común.

—No tengo señal, —Olga subía el teléfono con la mano estirando el brazo hasta quedar de puntillas.

—Yo tampoco. ¡Estamos perdidos!.—Margarita sostenía el teléfono contra su pecho.

—Nosotras tampoco, ni una rayita, —La hija de la Sra. Julia miraba la pantalla fijamente como hipnotizada.

—¡El mío está descargado! —El rostro de Carlos era de desconsuelo.

—Arriba debe haber señal, ¡vamos mamá!.

El hijo de Margarita, sujetó a su mamá por un brazo y la impulso a subir.

—El niño tiene razón, vamos un grupo a intentarlo. —El señor Eleazar comenzó a subir y detrás de él, la señora Olga y sus perros, le siguieron Margarita, sus hijos y Carlos.

—Hija, no quiero quedarme acá. Ayúdame a subir.

Y la señora Julia, con toda su humanidad, se llenó de fuerza para levantarse y subir los escalones de los dos pisos que la separaban de la puerta de la azotea.

Fue un gran esfuerzo de todos hacer que su cuerpo pasara por la puerta, pero lo lograron.

Lo que vieron desde el techo del edificio los asombró. La ciudad parecía no haber sufrido ninguna catástrofe. Todas las edificaciones estaban en pie. Y las personas y vehículos circulaban tranquilamente, a excepción de los habitantes del edificio que lograron bajar y que observaban desde abajo, el colapso de la antigua construcción, donde estaban sus hogares.

—¡Qué horror! Nos hemos quedado sin casa.

—¡Cálmese, Sra. Olga!, todavía no sabemos el estado de la construcción.

—¡Cómo que me calme! Claro, porque ustedes, los jefes de condominio, son los responsables de esto.

El Sr. Eleazar iba a replicar cuando Carlos, los interrumpió.

—¡Dejen de discutir!, vamos a llamar.

Después de avisar a los familiares que ellos estaban bien y se encontraban en la azotea, un helicóptero fue a rescatarlos.

Uno a uno fueron subidos, la primera fue la señora Julia y luego Margarita y sus niños.

Antes de montarse en la cesta, Ronald sonrió y saludo con la mano.

—¿A quién saludas, hijo?

—¡Al duende, mamá!, allá está despidiéndose de nosotros.

Margarita volteó a ver, pero allí ya no había nadie.

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Esta es el relato que escribi para participar en el concurso Hispaliterario #36 Invito a @iskawrites y @kei1 a participar.

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Trapped in the staircase

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When the quake started at 12 noon on Ash Wednesday, the apartment doors opened and people rushed to the only possible way out: the stairs. Elevators were forbidden in this emergency.

The staircase with its blue-painted handrails had a total of 200 steps from the first floor to the 12th floor and was made of polished granite.

The neighbors on the upper floors were rushing those below. Everyone wanted to get out quickly.

Mr. Eleazar, head of the condominium and neighbor of the 12th floor, decided to organize the exit.

"Let's get organized, we have to go down carefully, let's help the children and the elderly. The men who can, help to carry them, and so we go faster".

Mrs. Julia, an 80-year-old woman weighing 100 kg, neighbor of the 10th floor, had blocked the way. She had left her apartment in the company of her daughter, who was carrying her by the arm and slowly descending with a cane, provoking the people's despair.

"Hurry up lady, for God's sake, there may be aftershocks". The voice of Mrs. Margarita, a neighbor on the 11th floor, had the shrill tone of hysteria. She was with her two small children.

"Somebody carry that lady!" . Mr. Eleazar was trying to lead from above.

"Nobody's going to carry me! I'm not a piece of furniture."

"Then step aside and let us pass." Mrs. Olga, Margarita's neighbor, was standing on a step with her two poodles on a leash.

A second tremor, as strong as the first, shook them all, the lights went out, and they were left in darkness because, as usual, the emergency lights were not working. Shouts, exclamations and cries mingled with the barking of dogs.

"Calm down! And turn on your phone flashlights." He regretted dropping his down the stairwell.

"And now we are in the dark, this is your responsibility Mr. Eleazar, for not buying the light bulbs," Mrs. Olga shouted at him.

The lights illuminated the stairway, some people were seated, among them Mrs. Julia and her daughter.

Why are they rushing down the stairs? It's better to go up than down.

"Who said that?" Mrs. Olga was sitting hugging her two dogs and shone her phone towards the 12th floor, where the voice was coming from.

"Look over there!" said Margarita's son, pointing his finger at a figure on the staircase.

A man of small stature, of indeterminate age, wearing a brownish-green colored clothing with a cap on his head was crouched on the bottom step near the door leading to the rooftop was watching them with a smile. His white teeth gleamed in the darkness.

"And who are you?" Eleazar looked at him, trying to remember if he had seen him before.

"I live on the roof of the building. I am also your neighbor. And opening the door to the roof, he entered through it and quickly disappeared.

"Explain to us, Mr. Eleazar, how someone lives up there, and we didn't know it". Margarita waited for an explanation.

"No one can live on the roof, and I don't know who that man is". Mr. Eleazar was losing his patience and wanted to get out of there.

"Is he a ghost, mom?" Margarita's daughter looked wide-eyed...

"Lily! Stop saying such things."

"No Lily! It's a goblin, didn't you see his hat?" answered Ronald, her younger brother.

"Let's forget that, we have to get out of here, the building could fall" Mr. Carlos from the 10th floor, was trying to lift Mrs. Julia, but his strength was not enough.

"Come and help me, please!"

"Let me go, you're mistreating me! I'd better sit here, we can't go down now, a part of the staircase fell. And with the cane, she pointed to the gap between the 10th and the 9th floor.

"What do we do now? Margarita's exclamation was almost a cry, a plea for help in the face of the inevitable: they could not continue descending.

"Call for your phones! Tell them we are trapped". Mr. Eleazar appealed to common sense.

"I have no signal. Olga was pulling up the phone with her hand, stretching her arm until she was standing on tiptoe.

"Neither do I. We're lost!". Margarita held the phone against her chest.

"Neither do we, not a scratch," Mrs. Julia's daughter stared at the screen as if hypnotized.

"Mine is unloaded!". Carlos' face was one of dismay.

"Upstairs there must be a signal, come on mom."

Margarita's son grabbed his mother by the arm and pushed her up.

"The boy is right, let's go as a group to try". Mr. Eleazar began to climb and behind him Mrs. Olga and her dogs, followed by Margarita, her children and Carlos.

"Daughter, I don't want to stay here. Help me up".

And Mrs. Julia, with all her humanity, filled with strength to get up and climb the steps of the two floors that separated her from the roof door.

What they saw from the roof of the building amazed them. The city seemed to have suffered no catastrophe. All the buildings were still standing. And people and vehicles were circulating calmly except for the inhabitants of the building who managed to get down and who were observing the collapse of the old building, where their homes were.

"What a horror! We have lost our homes.

"Calm down, Mrs. Olga, we still don't know the state of the building".

"What do you mean, calm down! Of course because you, the condominium managers, are responsible for this".

Mr. Eleazar was about to reply when Carlos interrupted them.

"Stop arguing, we are going to call".

After notifying the relatives that they were all right and were on the roof, a helicopter came to rescue them.

One by one they climbed in, the first one was Mrs. Julia and then Margarita and her children.

Before mounting the basket, Ronald smiled and waved.

"Who are you waving to, son?".

"To the elf mom, over there, he is saying goodbye to us."

Margarita turned to look, but there was no one there.

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This is my story to participate in the contest Hispaliterario #36 I invite @iskawrites and @kei1 to participate.

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La imagen de la presentación la realicé en Canva con fotografías de libre uso.
La traducción al inglés la realicé en www.deepl.com.