"La belleza de la ciudad era, ni más ni menos, la belleza de sus heridas."
Yukio Mishima

La calle trepida
de ruidos con ritmo.
Es un corazón gigante
palpitando sin parar,
como todo corazón vivo.
¿Quieres saber más?
Detente en una esquina,
paraliza tu cuerpo en el
lugar más ruidoso de tu ciudad,
Cierra los ojos y escucha,
sólo escucha.

Registra las notas
de las cornetas
de los autos.
Busca la ronca y cansada
voz del pregonero,
explora la voz materna
que apura al niño al retorno
de la escuela.
Escruta el chillido
de los pericos huyendo
a su refugio antes de
que el horizonte devore al sol.

En la voz alegre de los jóvenes liceístas
encontrarás razones para escuchar
al corazón que late.
La ciudad nunca está en silencio.
En la madrugada,
los gatos traviesos dejan
ruidos en los techos,
mientras el motor encendido
de los aires acondicionados
vomita vapores calientes
a la penumbra.

En la mañana,
los pájaros que se habían ido
retornan estrepitosos
a volar su canto y sus colores.
Las cocinas se despiertan
entre ollas, tazas y cubiertos
que albergan apetitos voraces
y tempraneros.
Todo eso y más
es el corazón de mi ciudad.

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