El “Big Ben” detuvo el tiempo.

Un adiós sentido, su casa al completo, la temporada ha sido dura y su eterna “Cortina de Acero” difícilmente estará en la postemporada de la NFL. El Heinz Field abarrotado coreaba su nombre, como en cientos de ocasiones, pero esta era distinta, el ídolo se despedía de su hogar. Una deslucida victoria en un juego, no se me mal entienda, en el que el resultado era lo de menos.

“Big Ben” el alias de uno de los relojes más emblemático del orbe ha encajado perfecto con la personalidad imperturbable de Benjamin Todd Roethlisberger, icónico, histórico, irrepetible y siempre ligado al tiempo -nadie manejaba mejor ese concepto tan abstracto y a la vez tan determinante en su disciplina- detuvo el reloj en el emparrillado que ha sido su hogar durante 18 temporadas, el único QB que ha jugado su carrera entera defendiendo la misma franquicia, un histórico hinco la rodilla al suelo, “Formación Victoria”, merecía despedirse de casa con el puño en alto.

El quartebarck capaz de seguir defendiendo a su equipo con la nariz rota o el pie lastimado, el mismo que ha perpetrado una tackelada vital para conseguir a la postre un campeonato, entró al emparrillado tras una intercepción, se arrodilló, rompió en llanto y recibió el cobijo de su afición.