Despertando al Guerrero para ir más allá de los límites.

El gimnasio, a pesar del volume de la música electrónica, propia para motivar a quienes se ejercitan, resonaba con el sonido metálico de las pesas y el eco de los pasos de quienes entrenaban.

De una máquina a otra, tanto hombres como mujeres, estaban concentrados en su rutina de ejercicios, sin embargo, se podía escuchar la cháchara que un entrenador personal mantenía con linda joven, interesada en mejorar su aspecto físico.

En una de las esquinas del lugar, Oneray miraba con melancolía las barras de acero que solía dominar con mucha facilidad, y recordaba que sus días de gloria, habían quedado atrás, desde aquella fatídica lesión que lo dejó sin rumbo y sin la confianza necesaria en sus habilidades.

El anciano entrenador, conocido como Don Mickey, notó la sombra que cubría el rostro de Oneray; se acercó con determinación y le dijo:

— ¿Por qué no estás entrenando, Oneray?, preguntó con voz firme, pero llena de compasión.

Oneray suspiró, evitando el contacto visual. Él sabía que, no llegó para saludarlo y seguir su camino, pues, sentía mucho amor por conocerlo desde que era apenas un niño.

— ¿Para qué, Don Mickey? Mis días de gloria, aquellos que tanto trabajo y esfuerzo me habían costado ganar, se acabaron con esta lesión. Ya no soy el mismo, y por más que sigo viniendo, no soy capaz de hacer lo mismo que antes.

Don Mickey hizo un lugar a su lado quitando un par de mancuernas, y se sentó junto a él. Mirándolo con intensidad volvió a decirle:

— ¿Qué te hace pensar que tus talentos desaparecieron con una lesión, Oneray? ¿Acaso el verdadero talento se limita solo al cuerpo y no a la mente?

Oneray frunció el ceño, y sin comprender del todo las palabras del anciano, volvió a abrir su boca para decir:

— Pero, es que mi cuerpo, ya no responde como antes. He tratado de hacer aquello que solía ser muy fácil de realizar, y no puedo; ya no soy el mismo de antes, aunque insistan en decirme que sí.

Reza el dicho que, más sabe el diablo, por viejo, que por ser diablo, así que, sonrió con sabiduría que solo dan los años. Él le dijo:

— El talento verdadero no se limita a la fuerza física, Oneray. Es la voluntad de seguir adelante, la determinación de superar cualquier obstáculo, incluso, superarse a uno mismo. ¿Me comprendes?

Oneray miró a Don Mickey con mucha incredulidad, pensando: ¿qué clase de libro se comió este ahora? Unos instantes después le contestó:

— Pero, ¿cómo puedo seguir adelante cuando siento que lo he perdido todo?

Don Mickey se puso de pie y extendiendo las manos hacia las barras de acero, dijo:

— La única limitación real está en tu mente, Oneray, y tú decides de qué tamaño la haces. Deja de estar mendigando lástima y comencemos a trabajar en tu mente. Ya es hora de enfrentar tus miedos y demostrar que tu verdadero talento, va más allá de lo físico, y sigue latente dentro de ti. Solamente, debes dejarlo fluir.

¿Quién dijo que las cosas buenas son fáciles de conquistar? Si fueran fáciles, todo el mundo lo haría porque no requeriría esfuerzo, constancia y disciplina.

Con paciencia y mucha persistencia, Mickey, primeramente, guio a Oneray a través de ejercicios mentales y emocionales. Cuestionaba, cada vez que podía, las creencias limitantes que él mismo se había impuesto, y lo desafió a superar sus dudas, alentándolo a reconectar, nuevamente, con su pasión por el deporte.

No fue fácil, sin embargo, con el tiempo, Oneray comenzó a redescubrir su fuerza interior.

Aprendió a canalizar su frustración en motivación y, su dolor en determinación. Se dio cuenta de que su lesión no definía su futuro, sino cómo eligiera afrontarla. Un día sí, y el otro también.

En una tarde soleada, después de algún tiempo, Oneray se paró frente a las barras de acero una vez más. Por su mente, volvieron a pasar esos pensamientos limitantes en los que tanto había estado trabajando, no obstante, esta vez su mirada irradiaba determinación y confianza, que desde hacía mucho tiempo no tenía.

Con cada levantamiento, con cada superación de sus propios límites, Oneray demostraba que el verdadero talento, reside en el espíritu indomable y en la voluntad de aquel que ha decidido nunca rendirse ante las adversidades.

Don Mickey, aun con el peso de los años, observaba lleno de orgullo desde la distancia. Él sabía que había ayudado a despertar al verdadero guerrero que siempre ha estado dentro de Oneray, recordándole que las únicas limitaciones reales son las que uno mismo se impone en la mente.

Reflexión:

Es tiempo de que reconozcamos que, el verdadero talento, no conoce límites, pues, reside en la voluntad inquebrantable de superarse a sí mismo, un día sí, y el siguiente día también, incluso cuando el mundo parece estar en contra o queremos sabotearnos a nosotros mismos.

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