LA MUÑEQUITA DE CERÁMICA // THE LITTLE CERAMIC DOLL
Imagen tomada de Pixabay: https://pixabay.com/es/photos/vietnam-ha-noi-b%c3%a1t-tr%c3%a0ng-cer%c3%a1mico-5019991/
CASTELLANO
Una tarde de esas en las que estamos libres del trabajo por un pequeño periodo de tiempo, que pasa mucho más rápido que nuestro tiempo en el mismo trabajo, me encontraba disfrutando de mis hijos y sus alaridos, y sus carreras, y su inocencia ignorante de todos esos problemas de gente grande que, por una extraña razón olvidamos cuando miramos con detenimiento la libertad con la que un niño juega. De un momento a otro cayó un adorno de cerámica que se encontraba atado a una delgada cuerda, y formaba parte de un conjunto de muñecas de cerámica que en conjunto formaban un móvil, adquirido por mi abuela hace muchos años y que era parte de la poca herencia que dejó antes de marcharse repentinamente.
La muñequita de cerámica se hizo trizas, de la misma forma en que se hacen trizas los sueños de las personas que añoran tener la vida que nos venden los comerciales de televisión devengando un sueldo que tristemente les alcanza para comer. Al mismo tiempo que la cerámica se desprendió de su unidad para convertirse en piezas fragmentadas sin ningún tipo de reparación, se escuchó mi voz en alto para regañar a los dos rufianes que habían sido los culpables del hecho por el simple hecho de celebrar su libertad con gozo en una de las pocas tarde que tenía libres del año para romper uno de los pocos recuerdos que quedaron de una mujer que significó mucho en mi vida, y que quizás sin ella no sería el hombre de virtud que soy hoy en día.
Los niños quedaron asombrados y temerosos del regaño, cambiaron su ánimo por completo al escuchar el estruendo de mi enfado hecho palabras, sus ojos quedaron petrificados y sus brazos inmóviles, así como quedan petrificados los ojos de los niños que son diagnosticados con cáncer a su corta edad, y aquellos que sufren de los huesos y tienen sus pequeños cuerpos inmóviles sobre una cama sin poder moverse con total libertad; esas almas prematuras que desde temprano comienzan a sufrir las injusticias del mundo. Los hospitales infantiles encierran a muchos pequeños que tuvieron el destino de pasar los mejores años de su vida encarcelados sin poder disfrutar del aire libre, de los gritos desenfrenados, de la tierra, la lluvia, el lodo, los raspones, las risas, los cantos, los juegos, las ocurrencias, todo dentro de una vida gris ahogada por los nudos apretados de la enfermedad que padecen.
Las camas de los oncológicos infantiles son viles muestras de la agriedad de la vida, sólo quien no haya pasado por una situación de éstas es capaz de sentirse optimista y risueño, y quien pueda seguirlo siendo a pesar de experimentarlo sólo demuestra que su ego es superior a sus sentimientos por los demás en caso de que termine positivamente su experiencia; pero aquellos para los que termina de una manera funesta y siguen mirando a la vida con colores claros y brillantes, para mí son seres sin alma. Pensar en todo esto me hizo recapacitar sobre mi estruendosa queja por el altercado con mis hijos aquella tarde, pensé que debía agradecer que tuvieran ese ánimo y esa energía para desbaratar la casa y ponerla patas arriba, tener la fuerza y los pulmones para aturdir hasta a los vecinos, tener la destreza y la gallardía para brincar de una silla a otra sin medir las consecuencias de sus actos, porque al fin y al cabo, mientras un niño sea lo suficientemente niño para realizar todas estas cosas que nos atormentan es sinónimo de bienestar y salud, están siendo ellos mismos sin barreras, están saludables, son libres; mientras que otros pierden su mirada a través de una ventana asegurada, sin ánimo ni energía para ir al baño a hacer sus necesidades, sin fuerza y pulmones para mantenerse vivos respirando por su propia cuenta, sin destreza y gallardía para mirarse al espejo y darse cuenta que ese reflejo que observan se pareció a lo que alguna vez fueron, sólo que ahora lucen un rostro demacrado, pálido, mustio y triste, una tez gris, manitos cadavéricas, y los ojos perdidos en ese paisaje angustioso de su realidad desgraciada; realidad que los priva de su derecho natural a ser niños, a ser libres, realidad que los vuelve tan fríos que se fragmentan como la muñequita de cerámica.
ENGLISH
One of those afternoons when we are free from work for a small period of time, which passes much faster than our time at work itself, I was enjoying my children and their screaming, and their running, and their innocence ignorant of all those problems of big people that, for a strange reason we forget when we look closely at the freedom with which a child plays. From one moment to the next a ceramic ornament fell, which was tied to a thin string, and was part of a set of ceramic dolls that together formed a mobile, acquired by my grandmother many years ago and which was part of the little inheritance she left before she suddenly departed.
The ceramic doll was shattered, in the same way that the dreams of people who yearn to have the life that TV commercials sell us, earning a salary that is sadly enough to eat, are shattered. At the same time that the pottery was detached from its unit to become fragmented pieces without any kind of repair, my voice was heard out loud to scold the two ruffians who had been the culprits of the deed for the simple fact of celebrating their freedom with joy in one of the few afternoons I had free of the year to break one of the few memories that remained of a woman who meant a lot in my life, and that perhaps without her I would not be the man of virtue I am today.
The children were astonished and fearful of the scolding, their mood changed completely when they heard the roar of my anger made words, their eyes were petrified and their arms motionless, just as the eyes of children who are diagnosed with cancer at their young age are petrified, and those who suffer from bones and have their little bodies immobile on a bed without being able to move freely; those premature souls who early on begin to suffer the injustices of the world. Children's hospitals lock up many little ones who had the destiny of spending the best years of their lives imprisoned without being able to enjoy the open air, the unbridled screams, the earth, the rain, the mud, the scratches, the laughter, the songs, the games, the witticisms, all within a gray life choked by the tight knots of the disease they suffer from.
The children's oncology beds are vile samples of the sourness of life, only those who have not gone through such a situation are capable of feeling optimistic and smiling, and those who can remain so despite experiencing it only shows that their ego is superior to their feelings for others in case their experience ends positively; but those for whom it ends in a dismal way and continue to look at life with clear and bright colors, for me are soulless beings. Thinking about all this made me think back on my thunderous complaint about the altercation with my children that afternoon, I thought I should be thankful that they had that spirit and energy to disrupt the house and turn it upside down, to have the strength and lungs to stun even the neighbors, to have the dexterity and gallantry to leap from one chair to another without measuring the consequences of their actions, because at the end of the day, as long as a child is child enough to do all these things that torment us, it is synonymous with well-being and health, they are being themselves without barriers, they are healthy, they are free; while others lose their gaze through an insured window, without courage or energy to go to the bathroom to relieve themselves, without strength and lungs to stay alive breathing on their own, without dexterity and gallantry to look at themselves in the mirror and realize that the reflection they observe resembles what they once were, only now they have a haggard, pale, wilted and sad face, a gray complexion, cadaverous hands, and eyes lost in that distressing landscape of their unhappy reality; a reality that deprives them of their natural right to be children, to be free, a reality that makes them so cold that they fragment like the little ceramic doll.
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