Los niños viven en un mundo aparte que no tiene nada que ver con las implicaciones que el mundo de los adultos determina sobre ellos. Todos los niños vienen de otro mundo, un paraíso del que fueron arrebatados para sufrir las penas de una vida mortal en un mundo que es dominado por el mal y la materialidad; pero ellos, ignorantes de todo aquello que aqueja a los corazones débiles, pasan por nuestra vida para recordarnos la felicidad auténtica y hacernos sentir mal por las personas en la que nos hemos convertido a lo largo de los años.

Tienen como una especie de escudo especial sobre el que rebotan las complicaciones de la vida, pero no es un escudo eterno porque nosotros los adultos lo vamos desgastando poco a poco con nuestras frustraciones que generalmente descargamos sobre los infantes. Unos son más crueles que otros pero al final todos contribuimos al desgaste de formas diversas que marcan de por vida la existencia de esos locos bajitos. La mayoría de nosotros recuerda aquellos momentos desagradables con total claridad, y muchos tomamos la decisión de que nuestra descendencia no atraviese por esos malos momentos pero es inevitable porque es parte de la vida. Quizás a algunos no les toque la fortuna que le tocó a una víctima de abuso sexual, o violencia familiar, o experiencias con las drogas, en fin, ojalá nadie nunca hubiese tenido que pasar por esas cosas pero la realidad es otra.

Como padres y madres de bien siempre buscamos el bienestar de nuestros hijos por encima de cualquier cosa, hacemos del mundo más digerible para las mentes jóvenes que no lo conocen pero tampoco podemos crear una ilusión en una mente temprana porque se va a desarrollar viviendo de una mentira. La verdad siempre es dura pero necesaria, sin la verdad nuestras mentes divagan sin rumbo en el océano de la existencia. Es totalmente irresponsable no formar a nuestros hijos sin el carácter necesario para afrontar el mundo al que no pidieron venir, sino que están aquí por consecuencia de nuestros actos, en otras palabras, como comandantes de un pelotón no podemos mandar a los soldados a la batalla sin estar preparados como hay algunos casos en que tienen las armas y no saben disparar, o saben disparar pero no tuvieron la oportunidad de tener un arma, y en el peor de los casos los he visto en el campo de batalla sin armas y sin saber de su existencia.

Ser madres y padres constituye una responsabilidad mucho más grande de lo que parece, por esa razón a todos los seres humanos les aterra en la actualidad formar una familia porque no son capaces de comprender el significado del sacrificio, y mucho menos de aplicarlo en sus vidas. A diferencia de los enfermos mentales que piensan que tener hijos es un atraso y que los padres que se sienten orgullosos de serlo deberían por el contrario estar apenados; aquellos que se miran como en un espejo sobre el reflejo de las miradas inocentes de sus niños tienen además de una gran responsabilidad, una maravillosa fuerza de voluntad para seguir adelante en un mundo donde el amor tiene un concepto comercial y vacío.