Soy una mujer, que suele levantarse cada día para cumplir una gran misión.
Se preguntarán, _¿cuál misión? Porque entiendo que toda mujer primero debe ejercer su rol de mujer.
El hecho de ser mujer, porque ese fue un don natural que Dios me dio, forma parte de los roles que nos toca ejercer durante el transcurrir de la vida, como: el rol de madre, de hija, hermana, esposa, etc.
Como madre, por fortuna, ha sido todo un éxito. Rol que ejercí cabalmente, producto de mi gran amor, y siento que lo he cumplido. Nada transformó mis sentimientos maternales, por lo cual estoy satisfecha de mí y de mis hijos. En cuanto a mi rol de hija, me siento complacida por todo el amor y la atención que hubo con papá y actualmente con mi bella madre, quien hoy tiene 95, abriles. Considero que ejerzo mi rol de hija como Dios manda. Como hermana, pues aplico lo mismo, sin ser jactanciosa, porque lo más lindo en esta vida es tener hermanos y amarlos y yo tuve 7 hermanos, se han ido tres y quedamos cuatro siendo cómplices el uno del otro, compartiendo ese amor filial que es lo más lindo que tenemos.
Ahora, en el tema de ser esposa, confieso que he sido más madre que esposa. No con esto quiero decir que mi matrimonio ha sido un fracaso, pero hemos tenido desencuentros y encuentros que han resquebrajado los cimientos en nuestro hogar, sin embargo, han salido fortalecidos los momentos bonitos y alegres que compartimos, así que como esposos, aún nos queremos y tenemos planeado que sea hasta el final.
Ahora bien, la imagen que observo, me recuerda mis años de juventud, pues se ve a una bella joven con toda una vida por delante. La comparo con el ímpetu que yo presentaba cuando era muchacha y sentía deseos de volar y de comerme al mundo. Es una mujer, tal cual describo, que para ese entonces, no conocía los pasos para empoderarse como una mujer exitosa, ya que la vida le esperaría con sus lecciones irreprochables e inevitables.