Hace 53 años terminé mi primera carrera como "Normalista". Una carrera que, en aquel entonces, se cursaba paralelamente al Bachillerato que solo había en algunas instituciones. Creada solo para la formación de maestros. Comencé a los doce años, cuando salí del sexto grado de primaria.

Desde el principio, mi objetivo fue la enseñanza. Empezando porque las asignaturas eran la base para la buena formación de un docente de calidad y con verdadera vocación de servicio.

Casi todas las asignaturas estaban relacionadas con la docencia. Además de las asignaturas curriculares (Matemáticas, Inglés, Biología, Lengua y Literatura, Geografía, Historia Universal, etc.), se añadieron otras obligatorias, como: Orientación Profesional, Técnicas de Estudio, Pedagogía, Psicología del Aprendizaje, Puericultura, Dibujo, y otras asignaturas complementarias como Música y Educación Física y del hogar.

La institución que me formó como maestra se llamaba "Normal María Inmaculada" y pertenecía a Fe y Alegría, de religión católica. Estaba dirigida por las hermanas de la Congregación de las Misioneras de la Madre Laura. Algunas de las maestras incluso eran monjas.

Al acercarse la fecha de graduación, un semestre antes, me tocó asistir a las prácticas finales, en un Hermoso Colegio privado que quedaba en La Castellana. También era de monjitas. Debíamos pasar quince días asistiendo a ese colegio y aplicando nuestras planificaciones, previamente evaluadas por nuestra tutora. Igualmente, había que elaborar un informe de prácticas similar a una tesis de grado, pero solo culminarlo y entregarlo. Esta práctica no incluía defensa como tal.

El primer día, yo moría de los nervios, como toda una pasante inexperta. Me asignaron un sexto grado de primaria, era un colegio solo de niñas. Hermoso comienzo, pues me recibieron con un cariño especial. Excepto la docente del grado. Era una monjita, por cierto, muy mal encarada.

Bien, le entregué mi carpeta con toda mi planificación, el diario de clases, y los demás recaudos. Esta carpeta incluía un formato para que mientras yo estuviera dando mis clases, la maestra titular estaría evaluando mi práctica. Justo cayeron en el mes de mayo, coincidiendo con el día de las madres. En vista de esta fecha tan importante que se acercaba, ya tenía preparado lo que las niñas harían para homenajear a sus madres ese día.

Elaboré una cartelera espectacular, y otras actividades que me sirvieron para ganarme el cariño del grupo de niñas, cantamos, jugamos en el aula lo que permitían, compartimos cuentos, casi en todas las asignaturas les hacía ver su clase con emotividad. Fueron estrategias con muy buenos resultados. El grupo marcó mi vida de tal manera, que aún guardo en mi corazón y en mi día a día, el recuerdo y la amistad de algunas de esas niñas.

Cuando me tocó despedirme del grupo, el momento fue muy emotivo. Las niñas se sentían a gusto con su profesora. Por supuesto, la razón era que nunca habían tenido un profesor que no estuviera atado a los hábitos y que les diera mucho afecto y nuevas experiencias. En cuanto a mi trabajo como profesional, sentí mucha satisfacción por esta primera experiencia tan bonita con las alumnas.

Pero esto aún no termina. Les cuento que mi tutora, durante esas dos semanas, me acompañó pedagógicamente, en cinco oportunidades y el resto fui evaluada y observada por la maestra titular. Mi tutora me felicitó, pues cubrí las expectativas esperadas. No saqué 20 puntos, pero un 18, no estuvo mal del todo. Para mí fue éxito total.

Llegó el momento de ir al colegio a retirar mi evaluación. Al entrar al patio del colegio estaban todas las niñas del instituto en formación para cantar el himno. Resulta que mi grupo al verme llegar se han salido de la formación y aquello se embochinchó porque todas querían abrazarme. Las regañaron y yo me retiré del lugar. Eso parecía un escuadrón militar.

Al llegar la maestra con mi evaluación, lo primero que me habló fue sobre el desorden que provocó mi presencia en el patio, etc. y cuando vi la nota que me puso, me puse a llorar. ¡Solo un 15!, resulta que todo lo hizo, no sé si por celos, envidia o la verdad es que hoy aún no lo comprendo. Es más, entendería sus celos, pues con sus hábitos, en esa época, era como pecaminoso demostrar ese cariño a las niñas. No lo sé. Pero igual me bajó mi promedio en la asignatura que es básica para aprobar el grado.

Finalmente, la razón que me llevó a contarles esta historia, que forma parte de mi vida, ha sido un regalo que recibí por ser el “Día del Maestro”, el 15 de enero pasado, de parte de una de las alumnas que estuvo en aquel sexto grado, ¡hace 53 años! Sentí una gran emoción, pues trajo a mi memoria los más lindos momentos vividos con ese grupo de niñas. En la imagen, de la portada, habrán leído sus hermosas palabras, escritas, sobre una fotografía, que encontró en mis redes.

“¡Esos son los grandes obsequios y satisfacciones que todo docente debe esperar de tantos niños y jóvenes que pasaron por sus manos! Verlos crecer como personas de bien, preparados profesionalmente y siendo felices. “Por detalles como este, bien vale ser educador” No solo ella se manifestó, pero para mí es la prueba fehaciente de que cuando elegí ser maestra, hice lo correcto. De volver a nacer, sería nuevamente educadora.”

53 years ago I finished my first degree as a "Normalista". A career that, at that time, was taken parallel to the Baccalaureate, which only existed in some institutions. It was created only for the training of teachers. It began when I was twelve years old, when I left the sixth grade of elementary school.
From the beginning, my objective was teaching. Starting because the subjects were the basis for the good training of a quality teacher with a true vocation of service.
Almost all subjects were related to teaching. In addition to the curricular subjects (Mathematics, English, Biology, Language and Literature, Geography, World History, etc.), other compulsory subjects were added, such as: Professional Orientation, Study Techniques, Pedagogy, Psychology of Learning, Childcare, Drawing, and other complementary subjects such as Music and Physical and Home Education. The institution that trained me as a teacher was called "Normal María Inmaculada" and belonged to Fe y Alegría, of Catholic religion. It was directed by the sisters of the Congregation of the Missionaries of Mother Laura. Some of the teachers were even nuns.

When graduation was approaching, a semester before, I had to attend the final internship at a beautiful private school located in La Castellana. It was also a nun's school. We had to spend fifteen days attending that school and implementing our plans, previously evaluated by our tutor. We also had to prepare an internship report similar to a dissertation, but we only had to finish it and hand it in. This internship did not include a defense as such.

On the first day, I was dying of nerves, like an inexperienced intern. I was assigned to a sixth grade, an all-girls school. It was a nice start, because I was greeted with special affection. Except for the teacher of the grade. She was a little nun, by the way, very rude.

Well, I gave her my folder with all my planning, class diary and the rest of my supplies. This folder included a form so that, while I was teaching my classes, the principal would evaluate my practice. Coincidentally, it fell in the month of May, coinciding with Mother's Day. In view of this important date approaching, I had already prepared what the girls would do to honor their mothers that day.

I prepared a spectacular billboard, and other activities that helped me to win the affection of the group of girls, we sang, we played in the classroom as much as they allowed, we shared stories, almost in all subjects I made them see their class with emotion. These were strategies with very good results. The group marked my life in such a way, that I still keep in my heart and in my daily life, the memory and friendship of some of those girls.

When it was my turn to say goodbye to the group, the moment was very emotional. The girls were feeling at ease with their teacher. Of course the reason was that they had never had a teacher who was not habit-bound and who gave them a lot of affection and new experiences. As for my work as a practitioner, I felt a lot of satisfaction for this first beautiful experience with students.

But it is not over yet. I tell you that my tutor, during those two weeks, accompanied me pedagogically, five times and the rest I was evaluated and observed by the head teacher. My tutor congratulated me, because I met the expected expectations. I did not score 20 points, but an 18 was not bad at all. For me it was a total success.

It was time to go to the school to pick up my evaluation. When I entered the school yard, all the high school girls were in formation to sing the hymn. It turns out that when my group saw me arrive, they got out of formation and it got messy because they all wanted to hug me. They scolded them and I left the place. It looked like a military squadron.

When the teacher arrived with my evaluation, the first thing she talked to me about was the mess my presence on the playground caused, etc. and when I saw the grade she gave me, I started to cry. A 15,! it turns out that she did it all, I don't know if it was out of jealousy, envy or the truth is that today I still don't understand it. What's more. I would understand his jealousy, his habits, at that time, it was kind of sinful to show that affection to girls. I don't know. But it still lowered my average in the subject that is basic to pass the grade.

Finally, the reason that led me to tell you this story, which is part of my life, was a gift I received for "Teacher's Day" (last January 15) from one of the students who was in that sixth grade, 53 years ago! I felt a great emotion, because it brought back to my memory the most beautiful moments lived with that group of girls.

In the following image, you can read her words, written on one of my photographs that she found in my networks.