La Ama de las Sombras

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La Ama de las Sombras

En una ciudad donde la luz luchaba por atravesar la oscuridad, me conocían como Shadows, la reina del caos. Mi nombre resonaba en los callejones, un susurro que helaba la sangre.

Gobernaba este inframundo con una mezcla de atractivo y peligro, mi corazón latiendo con la emoción de mi poder.

Cada noche, me transformaba en mi alter ego, una visión de oscuridad envuelta en seda y cuero. Mi largo cabello oscuro fluía como la medianoche, y mis ojos brillaban con un destello malvado. Merodeaba por las calles, un depredador en busca de presa, lista para desatar mi voluntad sobre cualquiera que se atreviera a desafiarme.

Todo comenzó con susurros. La ciudad estaba a la espera, temerosa de mi próximo movimiento. Cada robo, cada acto de rebeldía contra la élite gobernante solo profundizaba mi leyenda. Prosperaba con su miedo; alimentaba mi deseo de dominio. Podía sentir la energía zumbando a mi alrededor, intoxicante y poderosa.

Pero una noche, mientras me preparaba para mi plan más ambicioso hasta ahora, una chispa de duda se infiltró en mi mente. Me encontraba frente a mi espejo, admirando mi reflejo: poderosa, seductora y completamente segura de mí misma. “¿Qué me estoy convirtiendo?” murmuré, pero la emoción del caos ahogaba cualquier indicio de remordimiento.

El plan era simple: irrumpir en la bóveda de la élite más poderosa de la ciudad. Robar su riqueza, sembrar la discordia y recordar a todos quién realmente tenía las riendas del poder. Me movía entre las sombras, la anticipación pulsando a través de mis venas como fuego.

Al acercarme a la bóveda, una voz cortó la tensión. “¡Shadows!” Era él, la única persona que pensé que nunca se opondría a mí. Él salió a la luz, su expresión una mezcla de admiración y horror. “No tienes que hacer esto.

Sus palabras flotaron en el aire, desafiándome. Sonreí, dejando caer mi cabello sobre mi hombro. “¿Y por qué debería detenerme? Apenas estoy comenzando.”

“¡Porque eres mejor que esto!” suplicó, sus ojos buscando en los míos un destello de la mujer que solía ser. Pero todo lo que sentía era poder, la embriagadora emoción de ser la villana. Me acerqué, mi voz un susurro seductor. “¿Pero quién dice que quiero ser mejor?”

Y así, con una sonrisa, tomé mi decisión. Con una mueca, me di la vuelta, dejando el caos a mi paso y a la única persona que podría haberme regresado atrás. La ciudad era mía para comandar, y no iba a permitir que nadie—especialmente él—se interpusiera en mi camino.


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