Luego de tres horas de viaje, por fin mi madre y yo habíamos llegado a San Antonio, un pueblito que quedaba en el medio de unas montañas, las cuales debíamos cruzar a pie porque para aquel pueblo abandonado por el gobierno y por Dios, no existían carreteras. San Antonio era el lugar donde estaba enterrada la abuela, la mamá de mi madre.

Cuando llegamos, el pueblo estaba sumergido en un aura fantasmal y aunque muchas personas vieron a mi mamá con curiosidad, ella llegó sin ver para los lados, sin saludar a nadie, solo apretó las flores que llevaba en las manos y me apretó con la otra, y comenzamos a caminar rápido para lo que yo supe después era el cementerio. El sol avanzaba y por lo visto, mi madre tenía prisa.

Cuando llegamos, como si tuviera un mapa, mamá iba reconociendo las cosas para orientarse:

_Aquí está el castaño, este es el poste, aquí está la piedra carcomida, -iba enumerando- y un poco más allá debe estar la tumba –afirmó arrastrando sus pies y los míos, alzando el polvo de la tierra. A esa hora, el sol ya imponía su autócrata presencia.

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Efectivamente, llena de maleza, estaba la tumba de mi abuela. Mi madre me sentó en un pedazo de escombro que estaba a un lado, y luego, con sus propias manos, comenzó a limpiar la tumba de su madre, mientras le hablaba:

_No pude venir antes. Sabes que no pude venir. Estaba ocupada –decía mamá con las palabras atropelladas. Luego de limpiar la tumba, sacó unas velas que llevaba en su bolso y las trató de encender, pero ninguna prendía. Fue entonces, cuando mi mamá comenzó a llorar:

_¿¡Por qué estás molestas conmigo, si yo lo único que hice fue buscar mi felicidad!? –balbuceó entre lágrimas, con el fósforo en la mano y las velas apagadas.

Luego de aquello, al rato, mamá suspiró profundo, encendió una sola vela y la puso a un lado de ella, y comenzó a preguntar:

_¿Estás molesta conmigo? ¿No estás contenta de verme? –la vela se consumió rápidamente –y como si mamá entendiera el mensaje, encendió otra vela inmediatamente –¡Ay, mi vieja, tenías hambre! –expresó con algo parecido a una sonrisa, como si estuviera alimentando a alguien.

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Así estuvo por largo rato, tratando de que las velas no se apagasen, hasta que el silencio pesado se rompió, cuando a una de las velas se le vio un agujero desigual en el centro: la flama perforaba de afuera hacia adentro, creando una criatura amorfa de esperma. Mi madre comenzó a llorar de nuevo:

_¡Perdóname, mamá, perdóname! ¡Sé que te duele mucho lo que te hice! –suplicaba y la vela se consumía dejando una estela oscura y con un olor fuerte.

La tarde llegó y miles de fósforos gastados estaban en el suelo; también la cera derretida de las velas creaba un piso sobre la tierra. Descansada, como si se hubiese quitado un saco de los hombros, mamá se levantó, se persignó, y dijo:

_¡Bendición, madre. Pronto volveremos a vernos! –expresó, encendió una última vela, luego me tomó de la mano y comenzamos a caminar de vuelta. Ya a esa hora el sol se estaba yendo y voltee la mirada: la llama de la vela parecía una hoguera, alta, abundante. Rogué en mi interior que lo que estuviera diciendo aquella vela fuera bueno.

HASTA UNA PRÓXIMA OPORTUNIDAD, AMIGOS

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What the candles say
After three hours of travel, my mother and I had finally arrived in San Antonio, a small town in the middle of some mountains, which we had to cross on foot because there were no roads in that town abandoned by the government and by God. San Antonio was the place where my grandmother, my mother's mother, was buried.
When we arrived, the town was immersed in a ghostly aura and although many people saw my mother with curiosity, she arrived without looking to the sides, without greeting anyone, just squeezed the flowers she was carrying in her hands and squeezed me with the other, and we began to walk quickly to what I later learned was the cemetery. The sun was advancing and apparently my mother was in a hurry.
When we arrived, as if she had a map, Mom was recognizing things to get her bearings:
Here is the chestnut tree, this is the post, here is the decayed stone, she was enumerating, and a little further there must be the grave, she affirmed, shuffling her feet and mine, lifting the dust from the earth. At that hour, the sun was already imposing its autocratic presence.
Sure enough, overgrown with weeds, was my grandmother's grave. My mother sat me down on a piece of rubble that lay to one side, and then, with her own hands, she began to clean her mother's grave, while I spoke to her:
I couldn't come earlier. You know I couldn't come. I was busy,” Mom said, her words slurred. After cleaning the grave, she took out some candles she had in her purse and tried to light them, but none of them would light. It was then, when my mother began to cry:
Why are you angry with me, if all I did was look for my happiness? -she stammered in tears, with the match in her hand and the candles extinguished.
After that, after a while, mother sighed deeply, lit a single candle and placed it beside her, and began to ask:
_Are you annoyed with me, are you not glad to see me? -the candle burned out quickly -and as if mother understood the message, she lit another candle immediately -Oh, my old woman, you were hungry! -she said with something like a smile, as if she were feeding someone.
She went on like that for a long time, trying to keep the candles from going out, until the heavy silence was broken, when one of the candles showed a ragged hole in the center: the flame was piercing from the outside in, creating an amorphous creature of sperm. My mother began to cry again:
Forgive me, Mom, forgive me. I know it hurts you so much what I did to you,” she begged, and the candle burned out leaving a dark, strong-smelling trail.
Evening came and thousands of spent matches lay on the ground; melted candle wax also created a floor on the ground. Restful, as if she had taken a sack off her shoulders, mother got up, crossed herself, and said:
_Blessed, mother. Soon we will see each other again,” she said, lit a last candle, then took me by the hand and we started walking back. By this time the sun was going down and I looked around: the flame of the candle looked like a bonfire, high, abundant. I prayed in my heart that whatever that candle was saying was good.