El lustrador de zapatos (Relato corto)

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Imagen de libre usoeditada en Canva

El lustrador de zapatos

Llevaba un mes en aquella ciudad y cada mañana, antes de comenzar las diferentes visitas de negocios, me detenía a tomar café en una antigua cafetería que quedaba cerca del hotel donde estaba hospedado. Ahí leía el periódico y planificaba mi agenda del día. Sentado allí, también veía cómo miles de vendedores se acercaban a los clientes del café para ofrecerles la mercancía que llevaban en las manos. Entre los vendedores había un jovencito que lustraba zapatos.

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Un día antes de mi partida, a diferencia de otras oportunidades, cuando el muchachito se acercó, acepté que limpiara mis zapatos. Con una habilidad impresionante, sacó todos sus implementos y procedió a realizar su trabajo. Desde donde estaba miré su pantalón raído, sus cholas de plástico y los huesos de la columna que se marcaban a través de su franela descolorida. El jovencito silbaba mientras untaba los zapatos con el betún negro. Me atreví a preguntar:

_Estás muy contento. ¿Saliste bien en la escuela?
_Nunca he ido al colegio -dijo él, levantando el rostro. Su piel amarillenta parecía envejecida. -Pero mis hermanitos sí van. Estudian en una escuela que queda cerca de casa -afirmó orgullosamente con una sonrisa.

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Al rato, me atreví a decir:
_Parece injusto que tus hermanos estudien y tú no.
_No, jefe. Yo decidí que así fuera. Yo le dije a mi mamá que trabajaría para que mis hermanos sí fueran a la escuela. Ella trabaja limpiando casas y yo limpiando zapatos. Entre los dos llevamos la comida y todo eso. -el jovencito hacía su trabajo con esmero mientras seguía hablando.

_La cosa está ruda, jefe, así que debemos salir a buscar el dinero para la papa. Yo hablo con mis hermanitos para que estudien, para que no sean como yo: bruto. También hablé con mi mamá pa' que no agarrara más muchachos. Los hombres vienen, la embarazan y se van. Y eso es mentira que donde comen dos, comen tres y cuatro.

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No sé cuánto tiempo pasé escuchando al jovencito: cada palabra era más sorprendente que la otra:
_Yo estoy reuniendo para comprarle una lavadora a mamá. También quiero comprarme una bicicleta. Yo toda la vida he querido una bicicleta, pero ahorita no es prioridad. -afirmó y miró detenidamente mis zapatos relucientes- Estamos listos por aquí, jefe -se paró y me di cuenta que era pequeño. Saqué un billete y se lo puse en las manos. Me dijo que no tenía cambio y yo le dije que no importaba que quería colaborar con su bicicleta:

_Será con la lavadora, recuerde que hay prioridades. Gracias -expresó y empezó a marcharse. No pude dejar de preguntarle:
_¿Cuántos años tienes? -el niño ya iba lejos y volteó, su rostro era pálido y demacrado:
_¡Tengo 10, casi 11! -afirmó orgullosamente y se fue silbando.

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HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS



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Excelente forma de presentar la dura realidad que viven muchas familias para poder salir adelante. Ese muchacho es todo un ejemplo a seguir. Gran trabajo, @nancybriti1. Saludos.

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