Oficio de familia (Relato corto)
Oficio de familia
En la parte de atrás de la casa había un cuartico oscuro que siempre permanecía cerrado y que la abuela y madre llamaban "la oficina". Cuando alguien extraño llegaba a la casa, inmediatamente lo llevaban a ese lugar y luego cerraban con llave. Salían a la hora, envueltos en olores de hierbas, esencias y líquidos. Yo tenía prohibido el paso para aquel lugar y aunque era apenas una niña, sabía que algo extraño escondían aquellas cuatro paredes.
=ox0xo=
Una tarde dejaron la puerta entreabierta y pude ver a una persona acostada en el piso con una manta roja sobre ella. Mi abuela y mi madre tenían velas encendidas y ramas en cada mano e iban haciendo cruces de arriba abajo, de la cabeza a los pies, mientras decían palabras extrañas y las velas se derretían. Recuerdo que salí corriendo de allí y no le dije a nadie lo que había visto.=ox0xo=
A medida que iba creciendo, me acostumbré no solo a la continua visita de extraños a la casa, sino también a la lista de cosas que me mandaban a buscar en una tienda que quedaba en otro pueblo: Ojos de gato, corazón de paloma, cordón morado, flores secas, plumas de gallina negra, vellos de sexo, tabacos, aguardiente, palos de canela, miel, dientes de ratón.=ox0xo=
Al principio no sabía para qué era todo aquello, pero luego lo entendí. Todo me quedó claro cuando aquella noche, abuela me consiguió llorando por el desprecio de un muchacho y me dijo: "Pon el nombre de él en tu mano izquierda, con tinta roja, luego espolvoréalo con canela y miel." Al terminar danzamos alrededor de altares imaginarios y más nunca se fue el amor. Cuando me preguntan que hacen las mujeres de mi casa, simplemente digo que volamos, sanamos y achicamos los miedos del alma.
Una tarde dejaron la puerta entreabierta y pude ver a una persona acostada en el piso con una manta roja sobre ella. Mi abuela y mi madre tenían velas encendidas y ramas en cada mano e iban haciendo cruces de arriba abajo, de la cabeza a los pies, mientras decían palabras extrañas y las velas se derretían. Recuerdo que salí corriendo de allí y no le dije a nadie lo que había visto.
A medida que iba creciendo, me acostumbré no solo a la continua visita de extraños a la casa, sino también a la lista de cosas que me mandaban a buscar en una tienda que quedaba en otro pueblo: Ojos de gato, corazón de paloma, cordón morado, flores secas, plumas de gallina negra, vellos de sexo, tabacos, aguardiente, palos de canela, miel, dientes de ratón.
Al principio no sabía para qué era todo aquello, pero luego lo entendí. Todo me quedó claro cuando aquella noche, abuela me consiguió llorando por el desprecio de un muchacho y me dijo: "Pon el nombre de él en tu mano izquierda, con tinta roja, luego espolvoréalo con canela y miel." Al terminar danzamos alrededor de altares imaginarios y más nunca se fue el amor. Cuando me preguntan que hacen las mujeres de mi casa, simplemente digo que volamos, sanamos y achicamos los miedos del alma.
HASTA UNA PRÓXIMA HISTORIA, AMIGOS
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Inmensamente agradecida, amigos!!!