Las Pendejadas que estoy haciendo para Sentirme Bien

Hay cosas invisibles en todas partes, no solo se trata del avión de la Mujer Maravilla, ni del batimóvil del Chico Percebe y Sireno Man (Bob Esponja), sino de una realidad seudo alternativa, la cual podemos presenciar cuando lo habitual, lo obvio, lo tácito, vuelve a ser perceptible.

Y dentro de esa invisibilidad, la mente es una boca llena de colmillos, un lugar donde pueden aparecer úlceras, horadaciones, llagas, pequeñas o grandes fracturas, o el rastro amarillento de tus descuidos higiénicos.

Todo depende de lo que comes, de lo que consumes. Hay cosas que manchan más que otras, hay azúcares que pudren cuando lo ácido de lado negativo hace efervescencia. Es obvio decir que para poder pelar el diente y que todo esté sano, es importante tener una buena higiene.

Ante esta comparación, debes preguntarte ¿Cuántas veces al día te cepillas el cerebro?

Verás, allí también pueden salirte caries. ¿Caries en la Mente? Sí, y son latentes o perennes y estas no son tan fáciles de ubicar como en el hocico.

Esto parece que es obvio, pero el apuro de la vida nos lo suprime. ¿Cuántas veces te acuerdas del aire que respiras, sino hasta que lo pierdes? O cuando huele mal, o si es que hay un humo que no te permite respirar. He allí, ante ustedes, descubierta de su transparencia, la debacle de nuestra sobrevivencia.

La mente no está pensando en cada segundo en que tenemos oxígeno y tampoco piensa en las veces que pestañeas. De allí para adelante, existe un sin fin de cosas que son vitales y que hacemos por naturalidad, por educación, por creencia, incluso por obligación, y que van funcionando para que podamos acontecer.

Es como cepillarse los dientes. ¿A cuántos realmente les gusta hacerlo? ¿Cuántos lo hacen por preservación? ¿Quiénes lo hacen más de tres veces al días? Uno es un robot que acude al baño, abre el grifo, exprime el dentífrico y rellena el cepillo de dientes con algo de pasta dental y esto lo realiza cada vez que cree, o que le enseñaron, que debe limpiarse la boca.

¿Realmente esto funciona? ¿Qué pasaría si dejamos de hacerlo? Se nos inflaman las encías, aparecen las caries, se nos ponen amarillentos los dientes. Pero algo sí te digo, puede ser que tengamos la mejor técnica de cepillado y a pesar de ello, estas debilidades pueden aparecer. ¿Te das cuenta de lo que digo? Es que con la mejor higiene del mundo, es recomendable ir al odontólogo una vez al año, porque lo invisible, aun siendo precavido, se abre espacio.

La mente funciona igual. El cerebro se debilita, se mancha, se agrieta, si no lo limpias y déjame decirte que la caries se multiplican con más ferocidad que la de tus fauces, así que algo debes hacer para tener una mejor salud mental.

Muy pronto, aquello que piensas, es tu fortuna o tu condena. Debo decirte que no necesariamente debes creer en las cosas que te repites a tus adentros para que esto pronto forme parte de tu realidad. Suena pendejo creer que, si te repites numerosas veces que "estás bien", vas a estarlo, pero contrariamente todos hemos sido acorralados por bajos autoestimas, desesperos, ansiedades, preguntas sin respuestas, donde justamente lo negativo resuena y parece hacerse realidad.

¿Qué casualidad, no? ¡Vaya pedazo de tontearía! Me estás diciendo que sí crees que los pensamientos negativos funcionan para dañarte, pero no le das crédito a hacer todo lo contrario y bombardearte con frases positivas para sentirte aliviado?

¡Bah! ¡Son puras patrañas, macho! ¿Cómo va a ser posible que la solución sea tan simple? ¿Me estás viendo la cara de tonto?

He acá mis dos luchas, la de la duda y la del acierto. Yo lo tengo claro porque ya pasé por ello, por eso sé que tú no crees que algo tan simple sea la solución, y yo tampoco lo creía. Estaba en un situación tan negativa que mi única opción era ver qué sucedía si hacía todo lo contrario a desesperarme y dejarme atormentar por la inmovilidad de mi pesimismo. Después de todo, no perdía nada con intentarlo, debía hacerlo...

Para ser completamente honesto, lo hice sin fe, yo en verdad no creía que pudiera funcionar, no creía en aquel optimismo que me repetía, porque me sentía un pendejo haciendo algo estúpido al decir, a mis adentros, frases que un loro diría con mucho ruido y en un tono incómodo. Eso de que "estaba bien", de que todo iba a estar bien, y me lo empecé a repetir muchas veces, muchísimas, junto con otras tantas oraciones optimistas.

Bueno... hubo mucha resistencia, aún la hay.

Los días y noches siguieron su curso y el aire seguía indivisible. Casi renuncio a seguir realizando el método del loro viejo, ese que dicen que no puede aprender a hablar.

Fue así que un día, aquella decisión de cepillarme la mente una vez al día, al comenzar mi día, apenas despertaba, me fue dando resultados.

Esto no es una ciencia exacta, pero al pedirle a mi mente que se calmara, al limpiarla de lo negativo, al intercambiar las palabras contaminadas por unas sinónimas de amor y de significados evolutivos, algo de paz llegó a mí. La siguiente semana, algunas de las cosas que pedí, como dinero, trabajo, paciencia, inteligencia, salud, empezó a llegar a mi existencia.

Lo lógico fue que, como periodista que soy, dudara de que eso tuviese que ver con "las pendejadas que estoy haciendo para sentirme bien". Es que nuestra humanidad quiere una prueba sólida de que ese cambio tuviese que ver con aquella nueva rutina (en la que no creía), por lo que decidí aumentar la dosis de las plegarias que fui amoldando a mis necesidades y estas palabras era las que usaba al cepillarme los colmillos de la mente.

Aquello seguía filoso, pero también estaba reluciente, menos amarillento, no se notaban las encías inflamadas. Los ejercicios, que podía realizar en cualquier momento, sin ningún impedimento físico, comenzaban a ser un bálsamo. Entonces, sucedió lo mejor, empecé a creer que mis mejoras sí tenían que ver con mis hábitos de higiene mental.

Allí estaba la fe redimiendo a la esperanza que confieso jamás tuve, eso que no creía, pero que hacía con disciplina y ahora estaba dándole la razón a lo que, en primera instancia, yo había determinado como un sin sentido. Es que fue así que todo cambió bruscamente, a pesar que tenía la resistencia de darle la entera razón al cepillo que estaba pasando por mis ondas cerebrales.

Fue así que me dije que no perdía nada con seguir haciéndolo y averiguando sobre otras pequeñas cosas que podría añadir a mi ritual de "hablarme bonito", para sentirme tranquilo y que, a su vez, la realidad fuera más acorde a mis esfuerzos.

Hay mucha magia en esto, pero no todo es como soplar y hacer botellas. La tarea es inmensas y los sacrificios con respecto a lo que anhelas no debe cesar, porque todo es consecuente. Lo que puedo aseverarte es que comenzaba a sentir que los buenos pensares me daban réditos.

En esa parte de mis fragmentos, me di cuenta de que el aire se siente mejor cuando tenemos un suspiro, y eso era un avance. De igual forma, seguían siendo más las veces que estaba allí, invisible, siempre frente a mí, alimentándome de oxigeno, y era la prisa la que hacía que no me diera cuenta de su presencia.

Con esto no quiero decir que no habrás días malos, que de igual forma no habrá desesperación, porque es que el karma siempre anda por ahí, y lo inexplicable también. Lo que sí te digo es que estés muy atento de las cosas que te dices cuando algo malo te ocurre. Claro que es también importantísimo lo que pronuncias cuando las cosas se te dan para agradecerte a ti mismo, o al destino, a tus dogmas o a tu religión.

Antes las dos caras de la moneda, pero especialmente ante la cara funesta del sino, es cuando tu deber es ser más disciplinado y debes repetirte como loro cosas buenas (soy amor, soy dinero, soy prosperidad, soy salud, yo puedo, lo lograré, etc.) Imagina, por ejemplo, chabacanamente, que te hubieses comido un mondongo y tuvieses un pedazo de carne atascado en una muela. Sabes que te incomoda, eso está allí, haciendo daño, está atascado y que debes hacer lo necesario para sacarlo para que al permanecer albergado, termine pudriéndose.

Tu hilos mentales serán aquellas herramientas que tú creas que te funcionan para extraer lo que no debe permanecer dentro de ti, tu cepillo de mente lo usarás acorde a la regularidad con la que, aún no creyendo que te estás limpiando, pasas unas hebras por tus pensamientos para mantenerte lo más acicalado posible, porque como te dije antes, esta boca es diferente, todo se contamina mucho más rápido, así que, incluso haciendo todo como dicta el manual de la boca y del cerebro, pueden aparecer caries invisibles, e inflamaciones que a la larga tienes que tomarte el tiempo de eliminar.

Yo me cepillo por automatismo luego de cada comida. Sé que si no lo hiciera, no podría sonreír. Con el cerebro ocurre lo mismo y lo irónico es que de no efectuar aquella limpieza, tu sonrisa no sería la misma.

Desde que vi mis mejoras, todo los días me cepillo los dientes y la mente. Sigue habiendo algo de resistencia en mí, pero reitero que no pierdo nada y el aire empieza a tener un color violeta.

Lo mejor de todo es que ya la mayor parte del tiempo ya no considero que son pendejadas, las que estoy haciendo para sentirme bien. Yo mismo moví el articulo y ahora me lo repito a diario.

Si quieres preguntarme algo, si tienes alguna duda, no dudes en consultarme. Siempre debemos ayudar a otros a enseñarle cómo los dientes de arriba se cepillan hacia abajo, y que los dientes de abajo se cepillan hacia arriba. pero que también tus muelitas debes limpiar con un movimiento circular.

Dios Los Cuide.