Un último golpe / One last blow
El aire estaba viciado por el humo de todos los cigarrillos que la pandilla fumaba. Las miradas escondían sospechas entre los maleantes. Existía un código no escrito que los regía, pero el mismo código le enseñaba que no había honor entre ladrones.
—Este golpe nos dejará una buena ganancia —dijo el jefe con media sonrisa. Tamborileaba con los dedos sobre la mesa, y pasaba la vista con cuidado sobre los presentes en la reunión.
—Se nos va a llenar el buche con tanto brillo jefe —aseguró uno de sus matones de confianza.
El jefe lo miró con rostro endurecido. No le gustaba que sus hombres intervinieran cuando hacía negocios. Tenía la idea de que sus turbios movimientos gozaban de cierto prestigio y profesionalidad. No permitía que nadie lo tildara de rufián, pues se consideraba un empresario. Sin embargo, sus secuaces eran de la peor calaña, y solían mostrar sus malos modales, sobre todo al hablar.
—¡Cállate hombre! Limítate a vigilar la puerta —le espetó severamente.
—Antes de dar el golpe, necesitamos una garantía de que tendremos nuestra parte —dijo un sujeto sentado en la mesa frente al jefe.
Un gran sombrero le cubría la frente hasta la altura de los ojos. Dos columnas de humo le salían por la nariz mientras limpiaba su cigarrillo en el cenicero. Su rostro poco expresivo hacía difícil suponer qué pensaba, pero era evidente que no había venido a socializar.
—Una garantía ¿eh? ¿No confía en que puedo pagar sus servicios? —preguntó el jefe.
—No se trata de eso. Lo que usted pide no es algo fácil, y necesitamos adquirir algunas cosas primero.
—Usted no tiene de qué preocuparse. Yo ya me ocupé de lo más elemental. Tengo listo el cargamento de explosivos y las armas que harán falta. No me gusta dejar nada a la casualidad —aseguró el jefe.
Se produjo una pausa mientras los hombres que vigilaban la puerta caminaban hasta un pequeño cuarto. Pronto salieron con unas maletas de color negro que parecían bastante pesadas.
—Verá, señor Sandino, soy yo quien necesito las garantías necesarias de que usted y sus hombres terminarán el trabajo de forma efectiva —replicó el jefe.
—Nunca hemos faltado a nuestra palabra. Todos nuestros clientes han quedado más que satisfechos.
—Es justo lo que he escuchado. Por esa razón le permití venir hasta aquí y sentarse en esa mesa.
—Supongo que esas maletas son para mí —sugirió Sandino.
El jefe hizo una seña, y sus hombres subieron las maletas a la mesa. Dentro estaban una buena cantidad de armas largas, y varios kilogramos de plástico explosivo. El jefe sonreía al mirar la cara de asombro de Sandino. Le gustaba causar esa impresión en sus cómplices, de que estaban tratando con alguien poderoso y bien equipado. De allí que le gustara montar escenarios sacados de una película de mafiosos, donde él figuraba como el tipo a quién todos le debían mostrar respeto.
—¿Esto es todo? ¿Solo explosivos y armas? —preguntó Sandino, mostrándose poco impresionado.
—¿Acaso esperaba otra cosa?
—Las cuentas no se pagan solas. Hay más cosas que arreglar si queremos que el golpe sea perfecto, y todo eso cuesta.
—Entiendo… créame cuando le digo que yo pienso igual que usted —indicó el jefe.
Hizo otra señal a sus matones, y uno de ellos trajo un maletín de menor tamaño y se lo entregó a Sandino.
—¡Cuéntelo! Así todo queda asegurado —dijo el jefe.
Sandino abrió el maletín, y comprobó que en su interior hubiera el dinero solicitado. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro cuando miró los paquetes de billetes apilados.
—Entonces, ¿Le sirve así?
El jefe hizo la pregunta mientras encendía otro cigarrillo. Su tono era firme. Quería esconder su deseo de que el trabajo se hiciera lo más pronto posible. Realmente estaba desesperado porque se diera el golpe, pues eso lo catapultaría a la cima y lo convertiría en el nuevo líder de toda la ciudad. Sandino cerró el maletín y sacando también un nuevo cigarro de su bolsillo dijo:
—Sí, con eso tenemos más que suficiente.
Los cristales se rompieron, y un par de sujetos armados entraron por las ventanas. Otros entraron por la puerta a toda prisa, para no dar tiempo a los matones del jefe a que pudieran defenderse.
Las luces de las linternas se matizaban con el humo de la habitación, y gritos de “¡alto!” y “¡nadie se mueva!” dominaron el lugar. Sandino mismo le clavó el rostro al jefe en la mesa mientras le ponía las esposas.
—No creo que puedas dar este golpe, esta será tu última cita para tramar fechorías… Estás bajo arresto, desgraciado.
La operación encubierta llevaba meses gestándose, y Sandino había jurado que no descansaría hasta atraparlo. Tenía las pruebas necesarias para encerrarlo muchos años y librar a la ciudad de una ola de crímenes a manos de la peligrosa pandilla.
English version
The air was stale with smoke from all the cigarettes the gang smoked. The looks hid suspicion among the thieves. There was an unwritten code that governed them, but the same code taught him that there was no honor among thieves.
-This hit will leave us a good profit," said the boss with a half-smile. He drummed his fingers on the table, and passed his eyes carefully over those present at the meeting.
-We're going to get our bellies full with all that glitter, boss," assured one of his trusted thugs.
The boss looked at him with a hardened face. He did not like his men to interfere when he did business. He had the idea that his shady moves enjoyed a certain prestige and professionalism. He would not allow anyone to call him a hoodlum, for he considered himself a businessman. However, his henchmen were of the worst kind, and they used to show their bad manners, especially when speaking.
-Shut up, man! Just watch the door," he told him sternly.
-Before we strike, we need a guarantee that we'll get our share," said a guy sitting at the table in front of the boss.
A large hat covered his forehead up to eye level. Two columns of smoke were coming out of his nose as he was cleaning his cigarette in the ashtray. His expressionless face made it hard to guess what he was thinking, but it was clear he hadn't come to socialize.
-A guarantee, huh? Don't you trust me to pay for your services? -asked the boss.
-That's not the point. What you are asking for is not an easy thing, and we need to acquire a few things first.
-You have nothing to worry about. I've already taken care of the basics. I have the shipment of explosives and the weapons that will be needed ready. I don't like to leave anything to chance," assured the chief.
There was a pause while the men guarding the door walked to a small room. Soon they came out with some black suitcases that looked quite heavy.
-You see, Mr. Sandino, it is I who need the necessary assurances that you and your men will finish the job effectively," replied the chief.
-We have never gone back on our word. All our clients have been more than satisfied.
-That's just what I've heard. That's why I allowed you to come all the way down here and sit at that table.
-I suppose those bags are for me," Sandino suggested.
The chief motioned, and his men carried the suitcases up to the table. Inside were a good amount of long weapons, and several kilograms of explosive plastic. The chief smiled as he looked at Sandino's astonished face. He liked to make that impression on his accomplices, that they were dealing with someone powerful and well equipped. That's why he liked to set up scenarios out of a mobster movie, where he was the guy to whom everyone had to show respect.
-Is this it? Just explosives and guns? -Sandino asked, looking unimpressed.
-Did he expect anything else?
-The bills don't pay themselves. There are more things to fix if we want the coup to be perfect, and all that costs.
-I understand... believe me when I tell you that I think the same as you do," said the boss.
He made another signal to his thugs, and one of them brought a smaller briefcase and handed it to Sandino.
-Count it! That way everything is secured," said the boss.
Sandino opened the briefcase, and checked inside it for the requested money. A big smile spread across his face as he looked at the stacked bundles of bills.
-So, will this do?
The boss asked the question as he lit another cigarette. His tone was firm. He wanted to hide his desire to get the job done as soon as possible. He was really desperate for the hit to happen, as it would catapult him to the top and make him the new leader of the whole city. Sandino closed the briefcase and also took out a new cigarette from his pocket and said:
-Yes, with that we have more than enough.
The windows broke, and a couple of armed men entered through the windows. Others came in through the door in a hurry, so as not to give the boss's thugs time to defend themselves.
The lights of the flashlights were tinged with smoke from the room, and shouts of "Freeze!" and "Nobody move!" dominated the place. Sandino himself pinned the boss's face to the table as he slapped handcuffs on him.
-I don't think you can pull off this coup, this will be your last date to plot misdeeds... You're under arrest, you bastard.
The undercover operation had been months in the making, and Sandino had sworn he would not rest until he caught him. He had the evidence he needed to put him away for many years and rid the city of a crime wave at the hands of the dangerous gang.
Así que Sandino era un agente encubierto, ¿eh? Lo hizo muy bien, atrapó a la banda justo en el momento adecuado. Greetings
Excelente, me atrapo el relato me fascinan las películas policiacas y sus estrategias para atrapar a los malos.