Los huérfanos icónicos/The Iconic Twins {ESP/ENG}
SPANISH
Ambos eran niños cuando perdieron a sus padres en un terrible accidente que los dejó solos en el mundo. A pesar de la pérdida de sus padres, Ayo y Teni encontraron consuelo y amor el uno en el otro, y desde ese momento se hicieron inseparables.
Como huérfanos, no tenían a nadie a quien recurrir salvo el uno al otro. Tuvieron que confiar en su propio ingenio e inventiva para sobrevivir en el duro mundo que no les ha dejado nada que les ayude a atravesar la dureza del desierto al que les ha conducido la pérdida de sus padres.
Ayo, de 15 años, y su hermana, de 13, salían todos los días al mercado y hacían trabajillos para los tenderos para ganar algo de dinero. También aprendieron a cultivar y a cuidar animales para poder alimentarse durante el día.
A pesar de todas las dificultades, ambos eran muy felices porque se tenían el uno al otro. La pérdida de sus queridos padres a menudo deprimía a la pequeña Teni, pero las palabras tranquilizadoras de su hermano mayor siempre ayudaban a calmar su estado de ánimo y encendían su hermosa sonrisa, que parecía competir con el resplandor del sol.
Lo compartían todo, y siempre estaban ahí el uno para el otro cuando uno de los dos necesitaba apoyo. Reían y jugaban juntos, y eran el mejor amigo del otro.
Un día, cuando acababan de regresar de otro de sus trabajos serviles en el mercado, la tragedia volvió a golpearles. Teni cayó enferma por el estrés causado por el esfuerzo físico de su trabajo, y por mucho que Ayo hiciera, su estado seguía empeorando. Ayo no cabía en sí de preocupación y temía por la vida de su hermana.
"Oh Dios, ¿qué hago? Por favor, ayuda a mi hermana". Permanecía a su lado día y noche, rezando por su recuperación.
Con el paso de los días, el estado de Teni empeoró y Ayo supo que tenía que hacer algo para salvarla. Se rumoreaba que un curandero que vivía en un pueblo lejano podía curar incluso las enfermedades más mortales con sus antiguos conocimientos sobre hierbas. Ayo decidió emprender un viaje para encontrar al hombre y traerlo de vuelta para salvar a su hermana.
El viaje hasta la aldea del anciano fue largo y difícil, se encontró con muchos animales salvajes en su camino por el bosque y a menudo contempló la posibilidad de volver a casa en lugar de morir en el bosque y dejar a su hermana sola, pero perseveró y siguió adelante. Caminó kilómetros por el bosque y el terreno escarpado sin perder nunca la esperanza. Su único pensamiento era salvar a su hermana y devolverle la salud.
Ayo llegó por fin a la aldea del curandero. Suplicó al sabio anciano que viniera a ayudar a su hermana, mientras le contaba su terrible estado y la urgencia de la situación. El curandero, que tenía 102 años y una edad avanzada, accedió a acompañar a Ayo en el difícil viaje para hacer todo lo posible por ayudar a la niña. El anciano sintió compasión por Ayo y por el dolor que debió pasar para llegar a su aldea.
Ambos emprendieron el viaje en serio y llegaron a la aldea, donde Teni apenas se aferraba a la vida. Su estado se había agravado en los pocos días que Ayo la había dejado para encontrar al curandero.
El curandero trabajó sin descanso para salvarla, utilizando sus conocimientos de medicina tradicional para administrarle hierbas de todo tipo para curar su cuerpo. Ayo observaba ansioso cómo trataban a su hermana y rezaba y esperaba que se recuperara.
Tras varios días de luchar por su vida y los intensos cuidados del anciano, Teni empezó a mostrar signos de mejoría. Le bajó la fiebre y empezó a recuperar fuerzas.
La felicidad de Ayo no podía contenerse cuando empezó a notar la recuperación de su hermana. Agradeció al curandero desde el fondo de su corazón mientras lágrimas de alegría corrían por sus mejillas sin control.
Con el paso del tiempo, Ayo y Teni siguieron viviendo sus vidas juntos de nuevo, libres de la tragedia de las últimas semanas, compartiendo el vínculo de amor que les había sostenido a través de todas sus pruebas.
Nunca olvidaron la amabilidad del viejo curandero que había salvado la vida de Teni, pues le visitaban constantemente para pedirle su sabiduría y regalarle parte del dinero que ganaban con sus trabajos. Él siempre lo rechazaba y, en cambio, les daba a cambio algunas de sus hierbas contra las enfermedades.
A través de todas sus luchas, Ayo y Teni aprendieron el valor de la perseverancia, la confianza y la fortaleza emocional. Sabían que, independientemente de lo que la vida les deparara, podían contar el uno con el otro para apoyarse mutuamente. También aprendieron el poder de la bondad gracias a la ayuda incondicional del anciano y cómo puede cambiar vidas.
La historia de Ayo y Teni llegó al corazón de muchas personas de su pueblo, que empezaron a acudir a ellos en busca de consuelo y apoyo. Se habían convertido en los guardianes no oficiales de su comunidad, y asumieron su nuevo papel con amor y humildad.
Pasaron los años y los hermanos se hicieron mayores, pero su amor mutuo nunca decayó. Habían pasado por muchas cosas juntos y habían salido fortalecidos del otro lado. Eran un testimonio del poder del amor, los lazos y la fuerza emocional.
Tras 70 años de unión y felicidad, Ayo y Teni fallecieron, pero su legado siguió vivo en la memoria de las personas que habían tocado.
Tras su muerte, los aldeanos lloraron la pérdida de sus queridos Ayo y Teni. Pero incluso muertos, los hermanos tenían una última sorpresa para su comunidad.
En su testamento, habían dejado sus modestas posesiones y ahorros a la aldea, con instrucciones de utilizar los fondos para construir una escuela para todos los niños que deambulan sin nadie que les ayude.
Todo el pueblo quedó conmocionado por la revelación del testamento de los hermanos y muy agradecido por el regalo que estas joyas icónicas les habían dejado.
La escuela se construyó y generaciones de niños pudieron recibir educación gracias a su generosidad.
El legado de Ayo y Teni seguía vivo, no sólo en la escuela que habían ayudado a construir, sino en los corazones de todos los que los habían conocido. Su amor y su vínculo habían inspirado a una comunidad, y su historia se había convertido en un símbolo de esperanza y perseverancia.
Y aunque ya no estaban allí en persona, la presencia de Ayo y Teni seguía sintiéndose en el pueblo. En el sonido de las risas de los niños, en el calor del sol y en el amor que fluía libremente entre la gente del pueblo.
Su historia fue un recordatorio de que, sean cuales sean los retos a los que nos enfrentemos, el poder del amor y la fuerza emocional pueden superar incluso los mayores obstáculos. Y que, a veces, el mayor regalo que podemos hacer no son las posesiones materiales, sino la bondad y la compasión que pueden cambiar vidas e inspirar a otros a hacer lo mismo.
ENGLISH
They were both young children when they lost their parents in a terrible accident that left them alone in the world. Despite the loss of their parents, Ayo and Teni found comfort and love in each other, and they became inseparable from that moment on.
As orphans, they had no one to turn to but each other. They had to rely on their own wits and resourcefulness to survive in the harsh world that has left them nothing to help walk through the harshness of the wilderness that the loss of their parents had led them to.
Ayo who is 15 and his sister of 13 years old would go out to the market every day and do odd jobs for the shopkeepers to earn some money. They also learned how to grow crops and take care of animals all in a bid to feed themselves for the day.
Despite all the hardships they faced, they were both very happy because they had each other. The loss of their beloved parents would often cause little Teni to be depressed, but the reassuring words of his big brother always helps to calm her mood and ignite her beautiful smile that seems to compete with the radiance of the sun.
They shared everything, and they were always there for each other when one of them needed support. They laughed and played together, and they were each other's best friend.
One day, while they had just returned from another one of their menial jobs at the market, tragedy struck again. Teni fell ill from the stress caused by the physical strain of their work, and no matter what Ayo did, her condition continued to worsen. Ayo was beside himself with worry and fear for his sister’s life.
“Oh God, what do I do? Please help my sister.”
He stayed by her side day and night, praying for her recovery.
As the days went by, Teni's condition deteriorated, and Ayo knew he had to do something to save her. Rumour has it that a medicine man who lived in a far-off village could cure even the most deadly diseases with his ancient knowledge of herbs. Ayo decided to set out on a journey to find the man and bring him back to save his sister.
The journey to the old man’s village was long and difficult, he encountered a lot of wild animals in his path through the forest and often contemplated turning back home instead of dying out in the forest and leaving his sister all alone, but he persevered and kept on going. He walked for miles through the forest and the rugged terrain and never gave up hope. His only thought was to save his sister and bring her back to health.
As Ayo finally arrived at the village of the medicine man. He pleaded with the wise old man to come and help his sister, as he told him of her dire condition and the urgency of the situation. The medicine man who was 102 years old and well stricken in age, agreed to journey with Ayo through the difficult journey to do all he can to help the little girl. The old man was moved with compassion for Ayo and the pain he must have gone through to reach his village.
They both embarked on the journey in earnest and arrived back at the village, where Teni was barely clinging to life. Her condition had become severe in the few days that Ayo had left her to find the medicine man.
The medicine man worked tirelessly to save her, using his knowledge of traditional medicine to administer herbs of all sorts to heal her body. Ayo watched anxiously as his sister was treated and he prayed and hoped that she would recover.
After several days of fighting for her life and the intense care provided by the old man, Teni began to show signs of improvement. Her fever broke, and she started to regain her strength. Ayo’s happiness could not be contained as he began to notice his sister’s recovery. He thanked the medicine man from the bottom of his heart as tears of joy streamed down his cheeks uncontrollably.
As time passed, Ayo and Teni continued to live their lives together again, free from the tragedy of the past few weeks, sharing the bond of love that had sustained them through all their trials.
They never forgot the kindness of the old medicine man who had saved Teni's life as they constantly visited him to seek his wisdom and present him with some of the money they made from their jobs. He always refused it and instead gave them some of his disease-averting herbs in return.
Through all their struggles, Ayo and Teni learned the value of perseverance, trust, and emotional strength. They knew that no matter what life threw their way, they could count on each other to be there for one another. They also learned the power of kindness from the unconditional help of the old man and how it could change lives.
Ayo and Teni's story touched the hearts of many people in their village, and these people began to come to them for comfort and support. They had become the unofficial guardians of their community, and they embraced their new role with love and humility.
Years went by, and the siblings grew older, but their love for each other never waned. They had been through so much together and had come out stronger on the other side. They were a testament to the power of love, bond and emotional strength.
After 70 years of togetherness and happiness, Ayo and Teni passed away, but their legacy continued to live on in the memories of the people they had touched.
After their passing, the villagers mourned the loss of their beloved Ayo and Teni. But even in death, the siblings had one last surprise for their community.
In their will, they had left their modest possessions and savings to the village, with instructions to use the funds to build a school for all the children who roam around with no one to help them.
The entire village was shocked by the revelation of the siblings' will and very grateful for the gift these iconic gems had left to them.
The school was built, and generations of children were able to receive an education because of their generosity.
The legacy of Ayo and Teni continued to live on, not just in the school they had helped to build, but in the hearts of everyone who had known them. Their love and bond had inspired a community, and their story had become a symbol of hope and perseverance.
And even though they were no longer there in person, Ayo and Teni's presence could still be felt in the village. In the sound of children's laughter, in the warmth of the sun, and in the love that flowed freely between the people of the village.
Their story was a reminder that no matter what challenges we face, the power of love and emotional strength can overcome even the greatest of obstacles. And that sometimes, the greatest gift we can give is not material possessions, but the kindness and compassion that can change lives and inspire others to do the same.
Me encantó tu relato! Yo siempre he pensado que las buenas personas somos más. La vida de esos hermanos fue muy dura, pero por circunstancias como esas es que uno valora muchísimo a las personas y lo que se tiene. Espero poder leer pronto otro de tus escritos. Te ganaste una seguidora 😄
Muchas gracias @pannavi Estoy muy emocionada de recibir tan buenos comentarios de usted. Gracias otra vez.
🙏😊🙌🏻
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