Una visita al Museo Diocesano de Palencia
Palencia es otra de esas capitales españolas, que merece siempre la pena visitar, sobre todo, si en los planes del viajero figuran lo tradicional, lo arquitectónico, lo histórico y lo artístico como elementos indispensables con los que satisfacer no solo su sed de aventura y conocimiento, sino también agasajar al espíritu con las delicias de una fantasía, que lo crean o no, puede llegar a producirle lo que en el mundo de la Psicología se conoce como ‘el síndrome de Stendhal’.
En este viaje, precisamente por ese motivo, para no recargar de un solo vistazo lo que es un conjunto de enormes posibilidades de sobreexcitar los sentidos, pasaremos momentáneamente de largo por lugares de inestimable interés, como son la Calle Mayor -lugar, que ya en su momento centró el interés de grandes cineastas españoles, como José Antonio Bardén- y su maravillosa catedral -cuya histórica falta de visitantes hizo que hasta tiempos relativamente recientes, los propios palentinos se refirieran a ella como ‘la bella desconocida’- y nos centraremos en uno de los lugares más relevantes y sobresalientes de la capital: su Museo Diocesano.
Situado en el número 22 de su Calle Mayor Antigua, poco más o menos que a unos doscientos metros de distancia de la catedral, el Museo Diocesano ocupa las mediáticas dependencias del antiguo Palacio Episcopal, formidable proyecto arquitectónico ejecutado por el arquitecto J.A. Olaguibel y terminado a finales del siglo XVIII.
Como la mayoría de palacios de su estilo, independientemente de la época, el edificio de Olaguibel, de planta cuadrada, se cierne sobre un hermoso patio, que recuerda, comparativamente hablando, los diseños de los viejos claustros monasteriales románicos, destacándose varias plantas, en cuyas diferentes salas y habitaciones, se reparte uno de los más grandes tesoros del Arte Sacro español.
Hasta tal punto es así, que la contemplación de la infinidad de obras que allí se exhiben y que van desde la época visigoda hasta nuestros días, puede causar en el visitante tal exceso de información, para que éste salga, una o varias horas después, sufriendo el ya mencionado ‘síndrome de Stendhal’, sobre todo, si es apasionado del Arte.
Comenzará a experimentarlo, apenas entre en la primera de las diecisiete salas de exposición y ya en el primer vistazo, sienta, viendo los inconmensurables tesoros artísticos que pugnan por atraer su atención y seducir a sus sentidos, lo mismo que debió de sentir el audaz Aladino al pronunciar la frase mágica por excelencia, ‘Sésamo, ábrete’ y encontrarse a sus anchas con los incalculables tesoros de Alí Babá.
Seguramente, lo de menos, para el viajero amante del Arte en general, sea pensar, en esos momentos de éxtasis visual, en el valor crematístico de las obras que está a punto de saborear, quién sabe si con la gula de un niño que acaba de descubrir todo un mundo, sino en el incalculable valor espiritual que tiene frente a sí, sin importar si comparte o no la misma fe de unos artistas, que bien desde el anonimato o bien desde nombres bien conocidos y elevados a los altares del genio -Alonso y Pedro Berruguete, Felipe Vigarny, Alejo de Vahía, Francisco de Giralte, Jan Provost, Domingo de Amberes, Luis de Morales o Rafael Sanzio, por citar como referencia solo a unos pocos- porque en cada una de sus obras, dejaron también jirones de su propia alma.
Se entusiasmará con las maravillosas pilas románicas, con las numerosas y carismáticas imágenes Marianas -que le harán pensar, con cierta tristeza, en los lugares originales donde se veneraban y que tantas leyendas milagrosas produjeron entre las gentes sencillas- con las abundantes y generacionales Santa Ana Triples, con los numerosos cuadros y retablos, procedentes no sólo de las escuelas castellanas y palentinas más importantes del Medioevo, sino también de esos apasionantes artistas flamencos, cuya tendencia a la perfección, hizo de su Arte una de las mayores delicias del mundo.
Pero también, si es observador, verá detalles singulares que pondrán a prueba su suspicacia y en este sentido, si está atento a las fotografías y al vídeo que aquí se exponen, verá, quizás, más de uno, pero yo encarecidamente, sobre todo le pido que se fije en el magnífico Cristo gótico y anónimo del siglo XIV y piense, como pensé yo aquella calurosa tarde de septiembre, en su incomprensible cara de felicidad, después de la dolorosa expiación y allí, junto a él, le diga en confidencia: ‘Señor, cuando me llegue el momento, seguiré tu ejemplo y yo también me reiré de la Muerte’.
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AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, como el vídeo que lo ilustra, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.
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Gracias
Un lugar sin duda impresionante, bella exposición de arte y de cultura.
Saludos amigo. Gracias por la galería y el recorrido en el video.
Muchas gracias a ti por apreciarlo. Saludos
Hola @juancar347 ,seré sincero , no me gustan las imágenes religiosas , me abuela decía que el hombre que sirve de modelo para representar a JESÚS era mujeriego , le gustaba tomar licor , etc , bueno eso decía mi abuela y yo tenía unos 7 años , tal vez es la razón de que no me gusten , pero respeto todo y a todos , siempre lo diré , el tema religioso y el político , siempre generan controversia , así que lo dejaré así , solo un comentario y nada más , pero tengo más que decir jaaaaaaaa, mejor no
Ja, ja, ja...todas las opiniones son respetables y sin duda tu abuela tendría sus motivos para pensar así, aunque, continuando con tu comentario, creo que la controversia se genera cuando la intransigencia hace acto de presencia, cosa que en mi opinión, no debería suceder ni en política ni en religión, habida cuenta de que nadie está en posesión de una verdad absoluta. Muchas gracias por tu comentario.
Junto Soria, Palencia es uno de mis pendientes de Castilla-León. Seguramente haya visto algo de las piezas del románico de la provincia en alguna de las exposiciones de Las edades del hombre, pero ya está. Espero poder cubrirlo alguna vez, porque las fotografías de este museo son impresionantes.
Son dos comunidades muy interesantes. En el caso de Palencia y si es el arte románico lo que te interesa, te diré que tiene una riqueza realmente espectacular y reconocida, si bien en su capital, es donde menos encontrarás y lo poco, demasiado modificado con el paso de los años. Pero tanto su catedral, como este Museo Diocesano, son imprescindibles y desde luego, no te defraudarán, de manera, que si tienes ocasión, lánzate a la aventura, porque, aprovechando la autovía que se dirige a Cantabria, puedes tener mucho románico al alcance de la mano. Saludos
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