Un venezolano portentoso llamado Rufino Blanco Fombona
Se cumplen 150 años del nacimiento –17 de junio de 1874– de un venezolano singular: Rufino Blanco Fombona, quien fuera poeta, novelista, cuentista, ensayista, editor, periodista y diplomático. Si bien se inició en la poesía, luego cultivó también la novela; en la primera publicó Pequeña ópera lírica (1904), Cantos de la prisión y del destierro (1911), Cancionero del amor infeliz (1918), Mazorcas de oro (1943). Su producción novelística agrupa varios títulos, entre ellos: El hombre de hierro (1907) y El hombre de oro (1915), considerada la primera novela modernista. Igualmente, es relevante su obra ensayística, de la que puedo nombrar: El conquistador español del siglo XVI (1921), El modernismo y los poetas modernistas (1929), Mocedades de Bolívar (1942) y El espíritu de Bolívar (1943).
Fue un historiador muy crítico, actitud que le llevó a reivindicar aportes de los españoles en la conquista de América y realzar la figura de Bolívar, pero sin endiosamientos ni apologías hipócritas. En sus últimos años de vida formó parte de la Academia nacional de la Historia. Ese mismo sentido de aguda criticidad se manifestará cuando se enfrente a los gobiernos venezolanos autoritarios de turno —Ignacio Andrade, Juan Vicente Gómez— y a sus acólitos. Lo que le ocasionó enfrentamientos violentos, prisión y exilio.
Es reconocida su labor como director de la Editorial Americana durante 20 años, desde donde difundió escritos de Simón Bolívar, José Martí y José Enrique Rodó, por ejemplo.
Destaca su actividad política de compromiso en defensa de la libertad y la justicia, lo que lo convirtió en un verdadero hombre público con ejercicio de varias responsabilidades gubernamentales y legislativas. Y, obviamente, su extensa labor diplomática, siendo representante de Venezuela en países como Holanda, EUA, Argentina y Uruguay.
Su escritura literaria estuvo marcada por una mezcla de realismo, romanticismo y modernismo. Fue reconocida con el Premio Nacional de Literatura en 1943.
En un momento de su agitada vida se concentró en escribir el diario de esta, que fuera publicado en tres partes: Diario de mi vida. La novela de dos años (1904-1905) en 1929; Camino de imperfección en 1933, y Dos años y medio de inquietud en 1942.
Quizás su obra sea desconocida por las jóvenes generaciones, pero cumplió un papel importante en los inicios del siglo XX, y algo de ella pervivirá en la escritura que se opone y denuncia el oprobio y la injusticia en cualquiera de sus expresiones y tiempos.
La vida de Rufino Blanco Fombona es de una singularidad tal que, al igual que ha ocurrido con otras figuras históricas, lo ha convertido en un personaje. Ha llegado a ser ficcionalizado, como lo hace inteligentemente Sergio Dahbar en su texto "Soy un espectáculo fabuloso", incluido en el libro, compilación de la escritora venezolana Patricia Guzmán, publicado en 1992. De ese texto reproduciré unos fragmentos que me resultan muy interesantes.
Podrán olvidarme y condenar mi legado al más cruel de los destinos, ser un desconocido en mi propio país, pero aun así perdurarán en mí estas ideas empecinadas: el sol y una mujer feliz justifican fieramente una muerte despiadada, Juan Vicente Gómez no existió jamás fuera de mi exaltada prosa de venganza y mi existencia abrió en Venezuela el camino de la pasión y la maldad. Me asalta el frío a traición. ¿Será posible que nadie abra una lágrima de luz en este castigo? ¿No habrá una voz que desoriente mis dolores?
(...)
Más de un bolivariano enmohecido se ofenderá, pero mi fervor por el Padre de la Independencia Americana nació de la identificación con las dimensiones de sus propósitos y jamás con la aburrida celebración de sus proezas. Lo dije y no me cansaré de repetirlo: "Soy bolivariano porque tengo sentido de la grandeza".
(..)
Viví lo que tenía que vivir. Tal vez la historia me interrogue algún día y yo deba explicar por qué no me quedé en Venezuela los veintiséis años de exilio, para enfrentar a "Juan Bisonte" en las tierras de sus abusos.
Fui lo que este continente primitivo y maravilloso hizo de mí. (...) sobrevivió el inútil personaje de museo, la figura inofensiva de mármol, el prócer de ocasión. No en vano mis restos reposan en el Panteón Nacional desde 1974, gloria estática que condena mi memoria a la melancolía. No me entusiasma reconocerlo en público, pero sé que en la actualidad soy útil a la diestra y siniestra, inflamo ediciones descuidadas con mis obras perecederas, le doy mi nombre a plazas perdidas en el mapa o a una esquina sin ocupación.
(...)
Fui el comienzo de todo, una llama, punto de fuga necesario para que el siglo XX venezolano pudiera ser. ¿Exagero, acaso?
Referencias:
Guzmán, Patricia (Comp.). (1992). Yo, el otro (autobiografías apócrifas). Venezuela: Alfadil Ediciones. Puede consultar el texto de Sergio Dahbar en este enlace.
https://es.wikipedia.org/wiki/Rufino_Blanco_Fombona
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