Paul Cézanne visto por Rainer Maria Rilke (Esp | Eng)
Uno de los más grandes pintores de la modernidad es, sin duda, el francés Paul Cézanne. A él dediqué un ejercicio poético este año a propósito de su fecha de nacimiento, que puede ver aquí. Ahora, tomando en consideración la fecha de su muerte –el 22 de octubre de 1906– quise cumplir con una promesa hecha en aquel post, que consiste en abordar la relación entre Cézanne y el escritor Rainer Maria Rilke, uno de los autores de mi preferencia, a partir de las cartas de este.
Varios estudiosos de ambos artistas han dado cuenta de esta relación, que no se dio en presencia personal de Cézanne, sino a raíz de una exposición realizada en el Salón de Otoño de París en 1907, con la que se homenajeaba a Paul Cézanne fallecido un año antes, a la que asistió Rainer Maria Rilke. Cautivado por la obra del pintor, Rilke volverá a visitarla seguidamente por unos 18 días (entre el 6 y el 24 de octubre de 1907). Su "descubrimiento" del valor de la obra de Cézanne lo motiva a escribirle diariamente unas cartas a su esposa, la escultora alemana Clara Westhoff, en la que declara la revelación que la pintura de Cézanne ha producido en él.
Rilke, uno de los poetas iluminados e iluminadores de la literatura universal, no sólo reconoce la trascendencia estética de la pintura de Cézanne, escribiendo líneas que muestran su aguda sensibilidad y lucidez ante el mundo de las artes plásticas. También, y esto es sumamente relevante, comprende, al penetrar en la vida y el oficio que está recogido en tales pinturas, el sentido de dedicación, casi ascética, que implica el trabajo de la creación; conciencia que, innegablemente, influirá en las grandes obras literarias que escribirá posteriormente, sobre todo, Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910), Elegías de Duino y Sonetos a Orfeo, ambas de 1923.
Para resaltar esa doble significación, he escogido fragmentos elocuentes de algunas de esas cartas, que reproduzco a continuación.
Carta a Clara Westhoff - París, 7 de octubre de 1907
(...) toda la realidad está de su parte: en ese azul suyo, denso y algodonado, en su rojo y su verde sin sombras y el negro rojizo de sus botellas de vino. Cuánta pobreza tienen en él todos los objetos: las manzanas, son todas manzanas de cocina y las botellas de vino parecen hechas para los bolsillos deformados, agrandados de abrigos viejos.
Carta a Clara - París, 8 de octubre de 1907
Lo contundente, el devenir cosa, la realidad llevada hasta lo indestructible a través de su propia experiencia del objeto: esa era para él la meta de su trabajo más esencial: viejo, enfermo, agotado cada noche por el trabajo cotidiano y parejo (a tal punto que muchas veces, alrededor de las seis, cuando oscurecía, se iba a dormir después de tomar una cena casi sin darse cuenta) irritado, desconfiado, escarnecido cada vez en su camino al atelier, burlado, maltratado, —pero celebrando el domingo: oyendo misa y vísperas como cuando niño (...) día a día esperaba alcanzar quizás aún aquel resultado que era para él lo único; esencial.
Carta a Clara - París, 13 de octubre de 1907
Por la intensidad con que Cézanne me ocupa ahora, comprendo cuánto he cambiado. Estoy en camino de convertirme en un trabajador.
(...)
Hoy estuve otra vez junto a sus cuadros; es extraño el ámbito que crean. Sin observar uno en particular, situado entre las dos salas, se siente su presencia concentrada en una realidad colosal. Como si esos colores le quitaran a uno para siempre la indecisión. La conciencia limpia de esos rojos, de esos azules, su sencilla veracidad nos educa; y si uno se sitúa entre ellos con la mejor disposición, es como si hicieran algo por uno.
Carta a Clara - París, 16 de octubre de 1907
Sin embargo, ante sus cosas siempre se vuelve a la idea de que todo reconocimiento (con muy pocas e inequívocas excepciones) tiene que hacernos desconfiar mucho de nuestro propio trabajo. En el fondo, si
es bueno, uno no puede vivir para saber que se lo ha reconocido; o de otro modo, es sólo medianamente bueno, y no lo bastante irrespetuoso.
Carta a Clara - París, 18 de octubre de 1907
No es la pintura lo que estudio (porque a pesar de todo, ante los cuadros me siento siempre inseguro, y sólo con dificultad aprendo a distinguir los buenos de los que no lo son tanto, y constantemente confundo cuadros tempranos con otros posteriores). Es la dirección de esa pintura lo que reconozco, porque yo mismo acabo de tomarla en mi trabajo, o por lo menos me he aproximado de algún modo a ella, dispuesto tal vez desde mucho tiempo atrás para eso único de lo que depeden tantas cosas.
(...)
Cuándo habría podido mostrar sus manos. Miradas malignas hallaban, eso sí, cada vez que él salía, y descubrían obscenamente su indigencia; pero a nosotros la obra sólo nos muestra qué sólido y auténtico fue el trabajo que hubo en ellas hasta el fin. Ese trabajo que no tenía ya preferencias, ni inclinaciones, ni caprichos difíciles de satisfacer, y cuyo mínimo componente había sido ponderado en la balanza de una conciencia infinitamente sensible; ese trabajo que concentraba en su contenido de color con tanta escrupulosidad lo que era, que en un más allá del color, comenzaba a vivir una nueva existencia sin recuerdos anteriores.
Carta a Clara - París, 19 de octubre de 1907
La mirada artística tenía que haberse educado de tal modo que pudiera ver aún en lo terrible y en apariencia sólo repulsivo lo que es, y que también tiene importancia con todo el resto de lo existente. Así como no se admite elección alguna, tampoco se permite al creador que se aparte de ningún ser existente: un solo rechazo
en cualquier momento lo arroja del estado de gracia, lo convierte irremediablemente en pecador.
(...)
Cézanne hasta sus últimos años se supo de memoria justamente ese poema —la "Carroña" de Baudelaire– y que lo repetía palabra por palabra. (...) Detrás de esa entrega, a partir de las pequeñas cosas comienza la santidad: la vida sencilla de un amor que ha resistido, que sin jamás envanecerse de ello se aproxima a todo sin compañía, discretamente, en silencio.
Carta a Clara - París, 21 de octubre de 1907
(...) de Cézanne quería aún decir que nunca hasta ahora se había revelado hasta qué punto la pintura es algo que ocurre entre los colores; cómo hay que dejarlos totalmente solos para que se definan mutuamente. El tráfico entre ellos: eso es la pintura.
Carta a Clara - París, 22 de octubre de 1907
Hoy cierra el Salón. Y ya al regresar a casa desde allí por última vez, querría volver a buscar un violeta, un verde, o ciertos tonos de azul que me parece que debería haber mirado mejor, de un modo más inolvidable (...)
(...)
Junto a ese efecto glandular en el interior de la intensidad cromática, son los reflejos (cuya presencia en la naturaleza siempre me ha sorprendido tanto: encontrar el crepúsculo del agua como matiz demorado en
el verde frío y duro de los nenúfares) los que desempeñan el rol más importante: los colores locales más débiles se dan por vencidos y se contentan con reflejar el más intenso de los que aparecen. En ese ir y venir de influjos recíprocos y múltiples, oscila el interior del cuadro, asciende y vuelve a caer sobre sí mismo, y no hay en él un sólo lugar inmóvil.
Referencias:
Rilke, Rainer Maria (1978). Cartas sobre Cézanne (Traducción y prólogo de Andrea Pagni). Argentina: Editorial Goncourt
https://dokumen.tips/download/link/cartas-sobre-cezanne-rilke.html
(Existe otra edición de Cartas sobre Cézanne (1986), en Paidós. Traducción: Nicanor Ancochea)
Here a selection of Rilke's letters about Cézanne in English: https://degustibus.pbworks.com/f/Rilke+on+Cezanne.pdf
https://es.wikipedia.org/wiki/Paul_C%C3%A9zanne
https://en.wikipedia.org/wiki/Paul_C%C3%A9zanne
https://es.wikipedia.org/wiki/Rainer_Maria_Rilke
https://en.wikipedia.org/wiki/Rainer_Maria_Rilke
https://www.wikiart.org/es/paul-cezanne
![Click here to read in english]
Paul Cezanne as seen by Rainer Maria Rilke
One of the greatest painters of modernity is, without a doubt, the French Paul Cézanne. I dedicated a poetic exercise to him this year on the occasion of his birth date, which you can see here. Now, taking into consideration the date of his death – October 22, 1906 – I wanted to fulfill a promise made in that post, which is to address the relationship between Cézanne and the writer Rainer Maria Rilke, one of the authors of my preference, based on the latter's letters.
Several scholars of both artists have noted this relationship, which did not occur in Cézanne's personal presence, but rather following an exhibition held at the Autumn Salon in Paris in 1907, which paid homage to Paul Cézanne, who had died a year earlier, and which was attended by Rainer Maria Rilke. Captivated by the painter's work, Rilke would visit it again for about 18 days (between October 6 and 24, 1907). His "discovery" of the value of Cézanne's work motivated him to write daily letters to his wife, the German sculptor Clara Westhoff, in which he declared the revelation that Cézanne's painting had produced in him.
Rilke, one of the enlightened poets and illuminators of universal literature, not only recognized the aesthetic significance of Cézanne's painting, writing lines that show his acute sensitivity and lucidity in the face of the world of the plastic arts. Also, and this is extremely relevant, he understands, by penetrating into the life and craft that is captured in these paintings, the sense of dedication, almost ascetic, that the work of creation implies, an awareness that, undeniably, will influence the great literary works that he will write later, above all, The Notebooks of Malte Laurids Brigge (1910), Duino Elegies and Sonnets to Orpheus, both from 1923.
For the Spanish version I have chosen eloquent fragments of some of these letters. Out of intellectual respect, I do not present an automatic translation of these, but an anthology of some of them already published in English, which you can read at this link.
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