Nunca vamos a estar completamente preparados para la partida de alguien a quien amamos, de hecho, al pasar los años me he vuelto cada vez más temeroso a ese inevitable momento en que la vida se apague en esos seres que deseamos que sean eternos. Mi personalidad, que refleja cierto desentendimiento en asuntos familiares, lo que esconde es la fragilidad envuelta en temor de que el inexorable paso del tiempo haga que ese dolor tan grande vuelva a tocar la puerta de nuestras casas.

Un Abuelo

Hace algunos días mi abuelo hubiese estado de cumpleaños, murió en 2017, sin embargo, todavía hay un vacío en la casa de mi abuela, un vacío inexplicable y aunque no hay tristeza en el ambiente, está la nostalgia y esos recuerdos que simplemente hacen que tengamos un nudo en nuestras gargantas.

Muchos dirán, todos deberíamos estar preparados para la partida física de un abuelo, sobre todo, cuando la vida les ha permitido llegar a una edad avanzada y que sus cuerpos se vuelven frágiles. Aunque ese argumento puede tener criterios de razón, es muy difícil decirle a nuestra cabeza que no sufra, que no piense en ellos, que no los extrañe, aunque todo esto depende de la personalidad de cada quien, es un momento difícil, aunque en teoría debemos estar firmes y preparados.

Mi abuelo en sus últimos años fue un milagro de vida, lucho contra el cáncer y la diabetes al mismo tiempo hasta el final, en retrospectiva, la vida nos regaló lo que podríamos decir años extra, una prórroga para poder disfrutar otros momentos antes de su partida.

El abuelito tiene Cáncer

Recuerdo exactamente el momento (varios años atrás de su muerte) en que mi mamá nos da esa noticia a uno de mis primos y a mí, estábamos jugando videojuegos y estábamos haciendo mucho ruido, mi mamá nos llama al cuarto y nos dice una frase que quedará en mi memoria por siempre "El abuelito tiene Cáncer", por favor no hagan tanto ruido para que pueda descansar.

Recuerdo a mi mamá cuando en medio de esa frase se le quiebra la voz, el lento recorrer de una lágrima por la mejilla de mi primo, un nudo en mi garganta, mi voz no salía, solo pude responder un tímido "ok".

Era cáncer de próstata, por lo que me dediqué a documentarme sobre este tipo de cáncer, supe que era un cáncer con desarrollo lento, pero también debía colocar dentro de esa fórmula de la vida y la muerte el hecho del que él tuviese diabetes, así que todo era una incertidumbre que hacía que aquellos días se volvieran pesados con muchos pensamientos que intentábamos evitar.

La lucha

En ese momento se podía costear las medicinas y gran parte del tratamiento se podía conseguir en el hospital cercano, mi abuelo con mucha disciplina realizó su tratamiento y cumplió la dieta estricta que ameritaba su situación con la diabetes.

Mi abuelo tuvo 10 años de vida, luego de que nos dieran esa noticia, ante los pronósticos, pudo llevar su vida alegremente a pesar de todas las limitaciones que le imponía su propio cuerpo. De cierta manera me siento agradecido por esos años en que él estuvo siempre alegre y riendo en la casa.

Días que deseamos que nunca lleguen

Lamentablemente, era algo que no podía curarse, sabíamos que inevitablemente mi abuelo moriría, su muerte fue relativamente rápida y sin mucho sufrimiento, tan solo una semana bastó para que las risas de mi abuelo se apagaran en la casa, una semana en donde estaba hospitalizado y mi regreso a la casa del hospital era para llorar amargamente, nunca lloré en el hospital, deseaba darle un poco de fortaleza a mi madre y a mi familia completa, pero Francys sabía lo que escondía esa fortaleza, mucha tristeza.

Recuerdo que un día llegué a casa, crucé la puerta y me senté en el mueble a llorar por unos minutos, minutos que parecían eternos, que parecía que me arrancaban un pedazo de mi ser, sabía que eran las últimas horas de mi abuelo en esta tierra y comenzó ese vacío.

Adiós

Mi abuelo estuvo en mi boda, ese recuerdo es maravilloso, que me viera felizmente casado, así como también a mi prima, quien básicamente el mismo la tuvo a su cargo hasta su adultez, sin embargo, hay algo que me pesa aún después de 6 años desde su partida, es el hecho de que no conoció a Camila, mi hija.

Él era de esos abuelos que adoraba a su familia, en espacial a los nietos, muchos de mis recuerdos sobre él, es llamando desde su pequeño teléfono a mis tíos, preguntando por sus nietos, sobre todo por los más pequeños, era de esos abuelos tan amorosos que inspiraba y al mismo tiempo nos enseñaba lo realmente importante de la vida, la familia.

Algo dijo Francys al comenzar con esta redacción, que Camila nace meses después de que mi abuelo muriera, dándole una alegría a mi familia luego de la partida de alguien tan importante en nuestra familia. Me hubiese gustado ver a mi abuelo jugando con Camila, con su alegría de seguro Camila hubiese querido mucho a mi abuelo.

Son cosas de la vida que no podemos evitar, simplemente debemos atontarlas y adaptarnos a cada cambio, ser optimistas y sanar nuestras heridas con el tiempo, combatir la tristeza con alegría y risas, así ha sido este camino de 6 años con mi familia, lo extrañamos, pero estamos completamente seguros de que él hubiese querido que la tristeza no aplastara el hogar, que siguiéramos alegres y optimistas como se nos ha caracterizado a todos en la familia materna.

Este es un tipo de post muy difícil, es algo muy personal y la verdad me debatía si escribirlo o no, sin embargo, es algo con tanto valor para mí que quiero que quede sellado en piedra en esta blockchain por siempre. Quizás en otras ocasiones pueda seguir escribiendo sobre él y sobre otra persona que extraño mucho.