Me levanto a escribir algo para calmar mis nervios; pero primero lo primero, me acerco a la ventana para escuchar el trino de los pájaros; a veces no están o es que no los veo, sin embargo, igualito escucho el canto entre las ramas de los árboles; es un regalo que me doy cada mañana.

     Pero esta mañana el ruido de un cortacésped madrugó a cortar la música del día, me asomo y la veo, el ruido viene de la escuela; acaban con la mala hierba. Entro a la oficina y escucho que alguien grita «Paja, pura paja esta vaina»; y en los siguientes instantes un chamo practica motopiruetas, un perro se caga un jardín ajeno, hay un bajón de electricidad, «puta madre» grita una vieja, unos niños juegan a las vulgaridades; y así, toda la mañana se vino es desmadre.

     Luego es lo mismo en las redes sociales; un fanático y tiktoker mexicano vociferando vulgaridades por la victoria de Venezuela ante México; el gobierno trancando las vías para que la Flor de Hierro no entre a Táchira; influencer más influencer haciendo de historiadores, científicos, de economistas y, principalmente, de espejos para tantos idiotas que les creen.

     El mundo en modo caos frente a tu casa, en las redes, en otros hemisferios; y ante eso, cómo no estar nervioso.

     Media hora después me acuerdo de lo que quería escribir, del niño que anoche en mis sueños lloraba porque quería que sus padres volvieran al país, para juntarse. Era un sueño, pero en la mirada del niño reconozco la de los otros, la de los niños venezolanos, en especial, los niños que el Día de las Madres y luego del Padre no tuvieron nada que celebrar en las escuelas porque sus padres se fueron y ellos quedaron con las abuelas porque según, fueron a buscar un mejor futuro para todos.

     Esas miradas inocentes nos describen una terrible realidad; son miradas que requieren atención y principalmente, acciones contundentes que permitan salvar a los niños, a la familia y a la sociedad; salvarla de los ruidos malsanos, de las malas hierbas, de la paja y la vaina, de los motopiruetistas, de los cortes de electricidad, de las vulgaridades y cochinadas, de los falsos influencer; en fin, de toda basura ideológica, nacionalismo y absurdidades que impiden pensar, que confunden, que niegan el acceso a la libertad de pensamiento.

     Como muchos tengo los nervios de punta, pero estoy convencido de que es cierto, de que en la unión está la fuerza suficiente para hacer que los tiranos se hagan a un lado.