Górdilax. [ESP / ENG]
Imagen de Peter H en Pixabay
La luz incandescente del sol me despertó; por su posición sabía que ya era muy tarde, pero jamás imaginé que 2 tarros de aguamiel fermentado me harían perder el sentido por tanto tiempo. Todos los demás habían partido en búsqueda de la famosa fruta del Górdilax. Una tradición que perduraba desde hacía muchos años en nuestra aldea, tantos que nadie tenía idea de donde se originaba.
No fue difícil encontrar el camino, estaba lleno de pisadas, huellas de la tropa de adolescentes desesperados por sus hormonas de conseguir una pareja. Las ramas rotas mostraban el camino a seguir. Sin embargo, debía tener cuidado, no éramos la única especie que vivía en el bosque; había duendes, enanos, elfos, los temibles orcos y los nauseabundos troles, además de otras criaturas.
De pequeño, mi abuelo siempre me decía que debía buscar la mejor de las frutas si deseaba tener una buena pareja que me acompañara toda la vida, eso aseguraría el éxito en mi vida. Obviamente, su generación al igual que sus predecesoras pensaban que una fruta aseguraba el futuro de la especie y daría felicidad eterna.
Sí, claro…
A los 15 años ya teníamos la mayoría de edad y la “obligación” de cumplir con la tradición. Dicen que toda familia tiene una oveja negra como integrante, un inadaptado que no cumple con los estándares de la sociedad donde vivimos y ese inadaptado resulté ser yo. Me encantaba saber de dónde provenían las tradiciones, nuestra religión, nuestras costumbres. Pero para mi sorpresa, todos me miraban extrañados por tener esos pensamientos.
Incluso me llevaron ante el gran anciano, mago y místico para que me exorcizara y me convirtiera en un aldeano común y corriente.
Me caía bien ese anciano, simplemente me examinó y me dijo que no tenía nada de malo. Debía fingir ante los demás, ya que no estaban preparados para el tipo de pensamiento que comenzaba a nacer en mí. En sus predicciones místicas, me explicó, veía un nuevo cambio y progreso en nuestra especie, pero aún faltaba mucho para eso. Realmente no entendí a qué se refería, pero de igual forma le hice caso; heme aquí, con una gran resaca y preparado para buscar la maldita fruta del Górdilax y convertirme en un modelo ejemplar de nuestra tribu.
Mi padre falleció cuando apenas yo era un niño y mi madre y mi abuelo se encargaron de mi crianza. Mi madre estaba muy emocionada la noche de la ceremonia. Su pecho se hinchaba de emoción y sus ojos desbordaban lágrimas de alegría. ¿Cómo podía defraudarla?
¡Qué demonios!, me dije. Debía intentarlo por mi madre.
Jamás pensé que tardaría 3 días en encontrar el famoso árbol; se que exageré en el tiempo pero a mi parecer jamás se puede ser lo suficientemente precavido ante los peligros del bosque y además no quería encontrarme con ninguno de los otros “elegidos”. Afortunadamente, mi madre llenó mi mochila de panecillos y carne seca suficiente para una semana.
Verdaderamente era un gran árbol, imponente ante los otros, podría tardar un tiempo considerable solamente en darle una vuelta a su grueso tronco. Al pie del Górdilax, habían muchas frutas pisoteadas, partidas, arruinadas por la desesperación de los “futuros” hombres de la aldea.
El árbol medía más de 30 metros de altura y no tenía ni la más remota idea de cómo alcanzar las frutas que se encontraban en lo más alto, las únicas que permanecieron intocables.
Allí me encontraba, frente al árbol, rascando mi cabeza, pensando en lo ridículo que era poner en peligro mi vida al tratar de alcanzar una fruta que aseguraría la “felicidad” de mi vida; sin embargo, la situación representaba un reto y los retos me encantaban.
Meditaba masticando un trozo de carne, cuando de pronto escuché un grito de batalla que arremetía contra el Górdilax.
¿¡Una chica!?
Si, una chica se lanzaba contra el árbol, utilizando un par de cuchillos para escalar y alcanzar la fruta más cercana.
Para mi sorpresa, yo no era el único anormal de la tribu.
Su cabello rojo estaba hecho una trenza que zigzagueaba detrás de su espalda ante los movimientos que hacía para subir. Los músculos de sus brazos se marcaban por el esfuerzo que aplicaba al tratar de clavar una y otra vez sus cuchillos para ganar altura. Era impresionante su determinación.
Mi contextura no era la de un guerrero, ni tampoco tenía habilidades de cazador para usar un arco y disparar a una de las frutas. Pero mi extraña forma de pensar siempre me sacaba de los problemas de la manera más sencilla. Me senté en el suelo y comencé a observar el árbol y su gran altura.
Revisé entre mis cosas dentro de la mochila y encontré un pequeño machete. Recordé haber visto unas ramas muy largas, completamente rectas no muy lejos de donde me encontraba. Entonces decidí cortar unas cuantas para formar una gran vara y atar mi mochila en un extremo junto con mi machete.
El sol estaba cayendo y pronto se haría de noche. Había terminado mi invento y le eché una mirada al árbol. La chica aún seguía en su intento y apenas llegaba a la mitad del camino a su objetivo.
No fue sencillo levantar la larga vara ya que su peso se había incrementado, así que decidí desarmarla y fui agregando cada sección una tras otra mientras apoyaba toda la estructura sobre las ramas del Górdilax. Finalmente mi larga vara alcanzó una de las frutas, empujé con toda mi fuerza y logré que el filo de mi machete cortara una de ellas, ésta cayó dentro de la mochila como había calculado.
Finalmente bajé la vara y alcancé mi mochila; ahí estaba, la famosa fruta del Górdilax. Se veía apetitosa con sus colores entre rojizo y amarillento.
Sentí un peso sobre mi nuca y eché un mirada hacia arriba, la chica me observaba anonadada, de pronto bufó y continuó con su arduo esfuerzo. Supuse que algo no le había agradado.
Bueno, ése es su problema, no el mio.
De pronto, algo no estaba bien, un olor nauseabundo y sofocante inundó mi nariz; la tierra tembló bajo mis pies una y otra vez, mi corazón comenzó a golpear mi pecho con fuerza, todo esto solo significaba una cosa...
Tomé todas mis cosas y me apresuré a guardarlas en mi mochila, estaba por huir, pero no podía dejar a la chica sola. Arrojé una pequeña roca hacia la chica, pero no fue suficiente; tras lanzar más de 5 rocas, una de ellas consiguió dar sobre ella. La chica giró hacia mí y me lanzó una mirada que podría haberme cortado en dos. ¿Por qué demonios me preocupaba por ella?
Pero pronto se dio cuenta de cómo agitaba mis brazos frenéticamente, de mi mirada angustiada y mi ansiedad, la cual llegó hasta sus huesos cuando leyó de mis labios una palabra que no esperaba: Trol.
Se encontraba en un predicamento, estaba muy alto para saltar del árbol, en su posición era una presa fácil; las pisadas se sentían cada vez más cerca. Me apresuré a armar de nuevo mi vara y la extendí hacia ella. Afortunadamente, comprendió el plan y tan pronto alcanzó su altura, la usó para descender rápidamente. Apenas tocó tierra, ambos corrimos a escondernos.
Tras escondernos bajo la gran raíz de un árbol, esperamos a que se alejara el gigante. El tiempo transcurría, pero su apestoso olor seguía pululando. Nuestra respiración aún estaba agitada, no todos pueden estar a unos metros de un Trol y vivir para contarlo. Eso estuvo cerca, sin embargo, había algo que seguía sonando en mi cabeza: qué hacía una chica realizando el ritual de hombría de la tribu.
Sin darnos cuenta, nuestras miradas se cruzaron por un momento. Bajo su cabello rojizo, se escondían unos hermosos ojos verdes; gotas de sudor bajaban de su frente tropezando sobre las cicatrices de sus mejillas que le daban un toque de rudeza. No pude evitar que mis palabras saltaran de mi boca:
“¿Qué demonios hacías buscando una fruta de Górdilax?”
Apretó sus labios indignada y miró hacia otro lado, me pareció por un instante que se había sonrojado.
El silencio se hizo de nuevo. Abrí mi mochila y saqué un panecillo y se lo ofrecí en son de paz. Ella saboreó sus labios y dudó por un momento. Extendí mis cejas y puse mis ojos en blanco, coloqué el pan cerca de ella y busqué otro para mí.
Tras unos bocados, su voz rompió el silencio
“Odio esa maldita tradición”, esperó un momento para ver mi reacción.
Seguí masticando mi pan y asentí levemente mientras veía como las sombras se extendían a nuestro alrededor. Hizo otra pausa, mientras se forzaba a tragar su mascada.
“Mi hermana mayor tuvo que compartir toda su vida con un hombre que jamás había visto o amado. Fue forzada a dejar nuestro hogar. Pero así es la ley de la tribu y debía seguir las malditas costumbres.”
“Aún era muy joven cuando su futura pareja, un hombre tosco, mucho mayor que ella, la sorprendió al señalarla triunfante con una sonrisa repugnante.”
Sus ojos se clavaron sobre los míos durante unos instantes. Luego bajó la vista y susurró
“Aún llevaba a Gwendolin en sus brazos”
Arrugué mi entrecejo
Ella negó con su cabeza y explicó
“Nuestra muñeca preferida. Le dolió mucho tener que despedirse de ella, me la obsequió al comprometerse. Nuestra abuela se la había regalado”
“Nuestra madre solo pudo sonreír ante las miradas de los demás para no humillar a nuestro padre, quien rebosaba de alegría”
“Para eso fuimos creadas ¿No es así?”, me preguntó, pero sin esperar respuesta, se respondió asimisma.
“Para servir a los hombres de nuestra tribu ¿No es cierto?”
Barrió de la comisura de sus ojos con el dorso de su mano las pequeñas lágrimas que se asomaban.
No sabía qué decir pero estaba seguro de comprender lo que explicaba.
“Aún la conservo. ¿Sabes?”, dijo suavemente y su cara se ablandó.
Tomó una larga bocanada de aire y se levantó, sacudió su ropa y sacó sus cuchillos. Sus ojos se entornaron mostrando la misma determinación que tenía al subir el Górdilax.
“Jamás dejaré que un hombre elija mi futuro”, soltó antes de partir.
Inesperadamente sintió mi mano sobre su brazo. Indignada se volteó a verme; sorprendida, sus ojos se abrieron al ver lo que le ofrecía. Al principio, me miró con desconfianza pero luego levantó sus cejas al oírme decir
“Una fruta no decidirá mi destino”
Sacudí mi ropa y tomé mi mochila
“Ya está anocheciendo sería mejor si tomáramos el camino largo para evitar la cabaña donde vive el trol”, sugerí.
La chica estaba sumida en sus pensamientos observando la fruta del Górdilax en sus manos. Estaba por comenzar mi viaje de regreso cuando la chica me detuvo.
“No puedo aceptarla, debo demostrarme tanto a mí como a los demás que tengo lo que se requiere para ser una elegida”, expresó sin titubeo.
“Entiendo”, respondí. “Consérvala”, le dije antes de marcharme
Estaba seguro que había dejado al Trol muy lejos. Desafortunadamente, el camino de regreso a la aldea fue tan solitario como al principio.
Mi madre y mi abuelo se alegraron al verme regresar con vida, pero se entristecieron al ver que traía las manos vacías.
“Tranquilo hijo, estoy seguro que el próximo año lo lograrás”, replicó mi abuelo.
Decidí guardarme lo sucedido para mis adentros. Solo mencioné la presencia del Trol. Mi madre se agarró el pecho, angustiada y luego me sujetó entre sus brazos fuertemente, tras agradecer al cielo por haber vuelto con vida.
Esa noche se celebró una gran fiesta en donde los afortunados, aquellos que lograron conseguir una fruta del Górdilax, podrían elegir a sus futuras parejas.
Como era costumbre, los primeros en llegar serían los primeros en elegir sus futuras parejas. Muchos de los aldeanos que vinieron a la fiesta me veían con decepción por no haber traído ninguna fruta conmigo. Decidí poner mis ojos en blanco ante su actitud. En realidad me importaba poco lo que pensaran de mí las personas que yo poco conocía o no me conocían.
Pero nadie se esperaba lo que sucedería al final. El último participante llevaba una capucha junto con una capa que ocultaba su rostro y la mayor parte de su cuerpo. Intrigados, todos esperaban descubrir quién era el extraño, sin embargo, su calzado me dio un indicio.
Cuando llegó su turno, todos quedaron boquiabiertos al descubrir su rostro y levantar la fruta del Górdilax entre sus manos.
“La ley dice que quien tenga una fruta de gran Górdilax tendrá la oportunidad de elegir su pareja”, gritó la chica ante todos.
La mayoría de los aldeanos protestaron ante las palabras de la chica alegando que solo los hombres podían hacer el ritual del Górdilax, de pronto el ambiente de alegría y festejo que reinaba al principio se llenó de tensión.
Afortunadamente, el gran anciano místico calmó el humor de los aldeanos.
“Calmados por favor”, anunció el anciano. El escándalo se convirtió en murmullos y pronto reinó el silencio en espera de las palabras sabias del gran místico.
“En realidad no hay, en ninguna parte de nuestra ley, algo que diga que solo los hombres sean los únicos que puedan hacer la prueba del Górdilax. Antiguamente, se les permitía tanto a las mujeres como a los hombres. Sin embargo, el antiguo concilio llegó a la conclusión que nuestra especie se extinguiría de esa manera, así que la prueba solo la harían los hombres, para demostrar que eran lo suficientemente fuertes para sostener a una familia”
Nadie hizo ningún comentario ante las palabras del místico. Los más ancianos y mayores asentían con la cabeza.
“Dime pequeña”, dijo el anciano dirigiéndose hacia la chica. “Tienes a alguien en mente como pareja.”
La chica quedó muda. Estuvo tan ocupada en mostrar su valía y enfrentarse tanto a los peligros del bosque como ante la opinión de todos los integrantes de la aldea que había olvidado que debía tener a alguien en mente como pareja.
El anciano la miró con ternura y comprendió su dilema
“Como eres la primera mujer en pasar la prueba tendrás todo el tiempo que necesites para elegir a tu pareja”, declaró el anciano ante todos.
“¡Que continúe la celebración!”, anunció el anciano místico
La gente continuó tomando agua miel y divirtiéndose.
Finalmente la chica dejó de ser el centro de atención de todos y aprovechó el momento para acercarse al amigo que había conocido en el bosque.
¿Qué demonios? ¿Piensa elegirme a mí? Mi corazón comenzó a golpear mi pecho fuertemente con cada paso que ella daba hacia mí. Era obvio que me había elegido, llevaba en sus manos la fruta del Górdilax y me estaba señalando.
¡Aún no estoy listo para formar una familia! Mi cabeza daba vueltas entre los futuros escenarios posibles y las consecuencias de perder mi libertad de hacer lo que quisiera.
“¡Hey!”, gritó ella al ver que no salía de mis pensamientos.
“Creo que esto te pertenece”, mis ojos se abrieron de par en par al ver que sacó una segunda fruta de Górdilax de su mochila y la extendió hacia mí.
Hasta la próxima.
The incandescent light of the sun woke me up; I knew from its position it was already very late, but I never imagined that 2 jars of fermented mead would make me lose consciousness for so long. All the others had left in search of the famous Górdilax fruit. A tradition that had lasted for many years in our village, so many that no one had any idea where it originated.
It was not difficult to find the path, it was full of footprints, traces of the troop of teenagers desperate for their hormones to get a mate. Broken branches showed the way ahead. I had to be careful though, we were not the only species living in the forest; there were goblins, dwarves, elves, the dreaded orcs, and the nauseating trolls, as well as other creatures.
As a child, my grandfather always told me that I should look for the best of the fruits if I wanted to have a good mate that would accompany me all my life, that would ensure success in my life. Obviously, his generation as well as his predecessors thought that fruit ensured the future of the species and would bring eternal happiness.
Yeah, sure! My destiny is written by a fruit Being sarcastic, btw
At the age of 15, we were already of age and had the "obligation" to comply with tradition. They say that every family has a black sheep as a member, a misfit who does not meet the standards of the society where we live and that misfit turned out to be me. I loved to know where our traditions, our religion, our customs came from. But to my surprise, everyone looked at me strangely for having such thoughts.
They even took me to the great elder, magician, and mystic to exorcise me and turn me into an ordinary villager.
I liked that old man, he simply examined me and told me there was nothing wrong with me. I had to pretend before the others, as they were not prepared for the kind of thinking that was beginning to be born in me. In his mystical predictions, he explained to me, he saw a new change and progress in our species, but that was still a long way off. I didn't really understand what he meant, but I listened anyway; here I was, with a huge hangover and ready to search for the damned Górdilax fruit and become an exemplary model of our tribe.
My father passed away when I was just a child so my mother and grandfather took over my upbringing. My mother was very emotional the night of the ceremony. Her chest swelled with emotion and her eyes overflowed with tears of joy. How could I let her down?
What the hell, I said to myself. I had to try for my mother.
I never thought it would take me 3 days to find the famous tree; I know I exaggerated the time but in my opinion, you can never be too cautious about the dangers of the forest and besides, I didn't want to run into any of the other "chosen ones". Fortunately, my mother filled my backpack with enough biscuits and dried meat for a week.
It truly was a big tree, imposing before the others, it could take a considerable time just to walk around its thick trunk. At the foot of the Górdilax, there were many fruits trampled, broken, ruined by the desperation of the "future" men of the village.
The tree was more than 30 meters high and I had no idea how to reach the fruits at the top, the only ones that remained untouchable.
There I was, in front of the tree, scratching my head, thinking how ridiculous it was to endanger my life by trying to reach a fruit that would ensure the "happiness" of my life; however, the situation represented a challenge and I loved challenges.
I was meditating while chewing on a piece of meat when suddenly I heard a battle cry lashing out at the Górdilax.
Whata...! A girl?
Yes, a girl was throwing herself against the tree, using a pair of knives to climb up and reach the nearest fruit.
Surprisingly, I wasn't the only abnormal in the tribe.
Her red hair was in a braid that zigzagged behind her back in response to her climbing movements. The muscles in her arms were marked by the effort she applied as she tried, again and again, to thrust her knives to gain height. Her determination was impressive.
My build was not that of a warrior, nor did I have the skills of a hunter to use a bow and shoot at one of the fruits. But my strange way of thinking always got me out of trouble in the simplest way. I sat down on the ground and began to observe the tree and its great height.
I rummaged through my things inside my backpack and found a sharp knife. I remembered seeing some very long, straight branches not far from where I was sitting. So I decided to cut a few to form a big stick and tie my backpack to one end along with my knife.
The sun was going down and it would soon get dark. I had finished my invention and glanced at the tree. The girl was still in her attempt and was barely halfway to her goal.
It was not easy to lift the long rod as its weight had increased, so I decided to take it apart and added each section one after the other while supporting the whole structure on the branches of the Górdilax. Finally, my long stick reached one of the fruits, I pushed with all my strength and managed to get the edge of my knife to cut one of them, it fell into the backpack as I had calculated.
I lowered the stick and reached my backpack; there it was, the famous Górdilax fruit. It looked appetizing with its reddish-yellowish colors.
I felt a weight on the back of my neck and looked up, the girl was looking at me dumbfounded, suddenly she snorted and continued with her arduous effort. I guessed that something had not pleased her.
Well, that's her problem, not mine.
Suddenly, something wasn't right, a nauseating and suffocating smell flooded my nose; the earth shook under my feet, again and again, my heart began to pound my chest hard, all this only meant one thing...
I grabbed all my things and hurried to put them in my backpack, I was about to run away, but I couldn't leave the girl alone. I threw a small rock towards the girl, but it wasn't enough; after throwing more than 5 rocks, one of them managed to hit her. The girl turned to me and gave me a look that could have cut me in two. Why the hell was I worried about her?
But she soon noticed how frantically I was waving my arms, my anxious look, and my anxiety, which went to her bones when she read from my lips a word she didn't expect: Troll.
She was in a predicament, she was too high to jump from the tree, in her position she was an easy prey; the footsteps felt closer and closer. I hastily reassembled my pole and extended it towards her. Fortunately, she understood the plan and as soon as she reached her height, she used it to descend quickly. As soon as she touched the ground, we both ran for cover.
After hiding under a large tree root, we waited for the giant to move away. Time passed, but its stinking odor still swarmed. Our breathing was still labored, not everyone can stand within a few feet of a Troll and live to tell the tale. That was close, however, there was something still ringing in my head: what was a girl doing performing the tribe's manhood ritual.
Without realizing it, our gazes met for a moment. Under her reddish hair, beautiful green eyes were hidden; beads of sweat trickled down from her forehead stumbling over the scars on her cheeks that gave her a hint of ruggedness. I couldn't stop my words from jumping out of my mouth:
"What the hell were you doing looking for a Górdilax fruit?"
She pursed her lips indignantly and looked away, it seemed to me for an instant that she had blushed.
Silence fell again. I opened my backpack and took out a biscuit and offered it to her in peace. She tasted her lips and hesitated for a moment. I extended my eyebrows and rolled my eyes, placed the bread near her and reached for another for myself.
After a few bites, her voice broke the silence.
"I hate that damn tradition," she waited a moment to see my reaction.
I continued to chew my bread and nodded slightly as I watched the shadows spread around us. She paused again, as she forced herself to swallow her chew.
"My older sister had to share her entire life with a man she had never seen or loved. She was forced to leave our home. But such is the law of the tribe and she had to follow the damned ways."
"She was still very young when her future mate, a coarse man, much older than she, surprised her by pointing at her triumphantly with a disgusted smile."
Her eyes bore into mine for a few moments. Then she looked down and whispered.
"She was still carrying Gwendolin in her arms."
I furrowed my brow
She shook her head and explained
"Our favorite doll. It hurt her so much to have to say goodbye to her, she gave her to me as a gift when she got engaged. Our grandmother had given it to her."
"Our mother could only smile at the stares of the others so as not to humiliate our father, who was overflowing with joy."
"That's what we were created for, wasn't it?" she asked me, but without waiting for an answer, she answered herself.
"To serve the men of our tribe, isn't that right?"
She swept from the corners of her eyes with the back of her hand the small tears that peeked out.
I didn't know what to say but I was sure I understood what she was explaining.
"I still have it, you know," she said softly and her face softened.
She took a long breath and stood up, shook out her clothes and pulled out her knives. Her eyes narrowed showing the same determination she had as she climbed the Górdilax.
"I will never let a man choose my future," she blurted out before leaving.
Unexpectedly she felt my hand on her arm. Indignantly she turned to see me; surprised, her eyes widened as she saw what I was offering her. At first, she looked at me suspiciously but then raised her eyebrows as she heard me say.
"One fruit will not decide my fate."
I shook out my clothes and grabbed my backpack.
"It's already getting dark it would be better if we took the long way to avoid the cottage where the troll lives," I suggested.
The girl was deep in thought looking at the Górdilax fruit in her hands. I was about to begin my return journey when the girl stopped me.
"I cannot accept it, I must prove to both myself and others that I have what it takes to be a chosen one," she expressed without hesitation.
"I understand," I replied. "Keep it," I told her before walking away.
I was sure I had left the Troll far behind. Unfortunately, the walk back to the village was just as lonely as at the beginning.
My mother and grandfather were happy to see me return alive but saddened to see that I was bringing back empty-handed.
"Relax son, I'm sure you'll make it next year," my grandfather replied.
I decided to keep what happened to myself. I only mentioned the presence of the Troll. My mother clutched her chest in anguish and then held me tightly in her arms, after thanking heaven for coming back alive.
That night a big party was held where the lucky ones, those who managed to get a fruit from the Górdilax, could choose their future mates.
As was the custom, the first to arrive would be the first to choose their future mates. Many of the villagers who came to the party looked at me with disappointment that I had not brought any fruit with me. I decided to roll my eyes at their attitude. I really cared little about what people I knew little or didn't know me at all.
But no one expected what would happen at the end. The last participant wore a hood along with a cloak that hid his face and most of his body. Intrigued, everyone expected to find out who the stranger was, however, his footwear gave me a hint.
When it was his turn, everyone gasped as she uncovered her face and lifted the Górdilax fruit between her hands.
"The law says that whoever has a Górdilax fruit will have the opportunity to choose their mate," the girl shouted before everyone.
Most of the villagers protested at the girl's words claiming that only men could perform the Górdilax ritual, suddenly the atmosphere of joy and festivity that reigned at first was filled with tension.
Thankfully, the great old mystic elder calmed the mood of the villagers.
"Calm down please," the old man announced. The uproar turned to murmurs and soon silence reigned in anticipation of the wise words of the great mystic.
"Actually there is, nowhere in our law, anything that says that only men are the only ones who can take the Górdilax test. Formerly, both women and men were allowed to do it. However, the ancient council came to the conclusion that our species would become extinct that way, so the test would only be taken by men, to prove that they were strong enough to support a family."
No one made any comment at the mystic's words. The older and more elderly were nodding their heads in agreement.
"Tell me, my dear," the elder said turning toward the girl. "Do you have someone in mind as a mate?"
The girl was speechless. She had been so busy proving her worth and facing both the dangers of the forest and the opinion of everyone in the village that she had forgotten that she should have someone in mind as a mate.
The old man looked at her tenderly and understood her dilemma
"Since you are the first woman to pass the test you will have all the time you need to choose your mate," the old man declared to everyone.
"Let the celebration continue!" the mystic elder announced.
The people continued to drink mead and have fun.
Finally, the girl stopped being the center of everyone's attention and took the moment to approach the friend she had met in the forest.
*What the hell! Is she planning to choose me? My heart started pounding in my chest with every step she took towards me. It was obvious she had chosen me, she was holding the Górdilax fruit in her hands and pointing at me.
I'm not ready to start a family yet! My head was spinning between possible future scenarios and the consequences of losing my freedom to do whatever I wanted.
"Hey!" she shouted when she saw that I wasn't coming out of my thoughts.
"I think this belongs to you," my eyes widened as I saw her pull a second Górdilax fruit out of her backpack and extend it towards me.
Back on track again, space cowboy.
Your level lowered and you are now a Red Fish!
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