Relato: Resonancias del silencio [Esp-Eng]



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¡Hi, mis hermosos gislanders!
Hoy les comparto un texto literario de mi autoría,
espero los deleite, inspire y fidelice a mi arte.



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Hi, my beautiful gislanders!
Today I share with you a literary text of my authorship,
I hope it will delight you, inspire you and make you loyal to my art.


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-Español/Spanish-



Resonancias del silencio



No era mi culpa y aun así todos me trataban como si lo fuera. Al menos quería creer que no era mi culpa, porque si les daba la razón, ellos ganarían una batalla que yo debía atravesar todos los días. Mi abuela y mis primas eran de las pocas personas que valoraba tanto en este mundo, como para saber que, a pesar del trato de los demás existían personas buenas. La primaria había acabado, finalmente. Qué extraño pensar que apenas éramos unos niños y aun así se podía llegar a tener esa clase de maldad.

Yo había nacido con una discapacidad que me impedía hablar por una lesión en mis cuerdas vocales, pero podía escucharlo todo. Viviendo en una isla en donde solo teníamos un plantel educativo, unas pocas tiendas de conveniencia, establecimientos de comida, una panadería, una gasolinera y un pequeño cine, no había otro lugar en donde pudiera aprender otras cosas.

Las maestras eran buenas conmigo, la paciencia era crucial, pero tenía ventaja a mi favor y es que mi abuela en casa me ayudó a aprender con rapidez a escribir y leer. No fue sencillo y es por eso que entré un año más tarde que todos los demás al jardín de niños. La infancia no estuvo tan mal, los problemas comenzaron al terminar la primaria. Ya todos estábamos más grandes y podía llegar a la escuela con una bicicleta que antes había sido de mis primas. No necesitaba que mi abuela me llevara y eso era un alivio para ambos, porque no me gustaba sentirme como una carga y ella debía encargarse de la panadería. Ella era la dueña y tenía solo dos empleados, uno que la ayudaba a hornear y a mover los sacos, y otro que la ayudaba a hacer las entregas. Yo me había ofrecido hacía mucho para entregar el pan en mi bicicleta heredada, pero ella había sido firme priorizando mi educación, así que no me opuse. Pero entonces las cosas comenzaron a ponerse difíciles.

Nuestros padres habían fallecido en un viaje y a cargo de mi abuela quedamos, las gemelas Louisa y Lilith, que eran hijas de la hermana de mi madre; y luego estaba yo, Lucas. Mis primas debían irse de la isla para poder estudiar en la universidad y en cuanto el ferry se alejó sobre el mar, sabía que iba a extrañarlas mucho. Y así fue, sobre todo cuando en la escuela los niños que habían sido mis amigos antes de las vacaciones, comenzaron a molestarme porque era diferente y les molestaba que los profesores se tomaran más tiempo para explicarme las tareas. Unos cuantos meses y todo había cambiado.

Unos días me ignoraban y en otros me pedían que cantara canciones graciosas, como no podía hacerlo me golpeaban y yo llegaba a casa desaliñado, con un suéter ocultando mi rostro. Convencía a mi abuela de que me había caído en la bicicleta o que solo estaba cansado y necesitaba estudiar, entonces me dejaba la comida en el microondas y yo me escabullía hacia la cocina cuando se dormía. No necesitaba preocuparla. A pesar de todo, mis calificaciones seguían siendo muy buenas, pero eso no sirvió de mucho.

Para cuando nos graduamos de la secundaria, mi abuela me había horneado un gran pastel. Me di el lujo de disfrutar esa primera semana de libertad. Luego intenté conseguir un trabajo en las pequeñas tiendas que había en la isla, mientras que todos aquellos con los que había estudiado antes dejaban la isla. Todos se iban y eso en realidad no me molestaba. Hasta que nadie me daba un empleo real porque yo no podía hablar. “¿Cómo atenderás a los clientes? No puedes escribir notas en papel todo el tiempo, Lucas.” “Tal vez, puedas encontrar otra cosa”. “No creo que este trabajo sea para ti, corazón.” “Muchacho, no puedo ayudarte. Lo lamento”. Allí fue cuando conocí la frustración y extrañaba a mis primas, que en realidad eran como unas hermanas para mí. No quería contarle mis problemas a mi abuela, más bien yo debía apoyarla. Así que acepté lo único que podía hacer.

Había llegado Octubre y mi turno por la mañana casi terminaba. Había estado recogiendo hojas secas todas las mañanas desde la graduación. Barrer las calles era un oficio donde no ameritaba hablar con nadie y alguien tenía que hacerlo, así que allí estaba. Hasta que un vehículo se detuvo a mi lado. Al bajar la ventanilla, logré ver a una mujer de mediana edad de ojos verdes que me preguntaba dónde quedaba la casa que estaba buscando. En un apuro saqué del bolsillo de mi overol un lápiz y una libreta, esa que solía usar para comunicarme con las personas. En ella escribí que era exactamente la casa de enfrente la que estaba buscando. Con rostro desconcertado me preguntó si me sentía mal o si estaba enfermo, quería saber la razón por la que escribía en la libreta. Así que le escribí respondiendo a su pregunta “Soy mudo, disculpe”.

Su rostro se iluminó con comprensión y entonces comenzó a hacer movimientos con sus manos cerca de su pecho y rostro, pero yo no entendía lo que quería explicarme. Su expresión de confusión terminó en una de molestia, así que creí que tal vez yo la había incomodado. Sus labios mostraron una mueca similar a una sonrisa forzada y me dio las gracias mientras iba a estacionar su auto. Por la tarde casi terminaba mi lista de entrega del pan del día, pedaleando en mi bicicleta. Pero la última dirección me regaló un deja vu.

Tras golpear tres veces la madera, la señora joven de esa mañana abrió la puerta. Al verme sonrió con sorpresa, lo cual me pareció extraño, ya que creía que había dejado un mal recuerdo de mi por lo sucedido horas antes. Me tomó del brazo y me jaló para entrar, cerró la puerta y me invitó a la cocina. Sin decirme nada, sirvió dos tazas de café y me ofreció una. Yo negué con la cabeza y luego le entregué la nota que solía entregar a todos los clientes, diciendo las especificaciones del pedido y la cuenta. Los clientes pedían el pan llamando a la panadería de la abuela y yo me encargaba de entregar y cobrar, así de simple.

Ella tomó la nota y respiró profundo, sacó de su bolsillo el dinero y lo puso en la mesa, junto con la taza de café que me había ofrecido y con la mirada me insistió en que me sentara. Era algo inusual, pero hice lo que pedía. Luego ella se sentó también en otro asiento y apartó su cabello de sus orejas, enseñándome unos pequeños aparatos que tenía a su alrededor, mi expresión fue clara indicativa de que no entendía lo que era. Me pidió la libreta que llevaba en mi overol junto con mi lápiz, y al entregárselos comenzó a escribir.

Contaba que tenía una discapacidad auditiva parcial y que era profesora de Literatura. Se llamaba Clara y se había mudado a la isla tras su jubilación, deseaba escribir su segundo libro de romance. Lo que me había enseñado esa mañana era lenguaje de señas y lo usaban las personas como nosotros. Me preguntó desde cuando no podía hablar y otras cosas sobre mí. Pudo decírmelo con su voz, pero prefirió escribirlo, más tarde dijo que en parte lo hizo porque quería ver qué tan bueno era leyendo. Tras una hora nos despedimos, no sin antes prometerle que volvería al día siguiente.

Clara pasó con mi abuela y conmigo las navidades luego de eso, me enseño de literatura, de arte y descubrí que me gustaba el diseño, sobretodo la arquitectura. Me enseñó el lenguaje de señas y yo a su vez le enseñé tanto como pude a mi abuela. Me contó sobre lo que había afuera de la isla, ciudades y muchas personas diferentes similares a nosotros. También me contó sobre la universidad donde había estudiado, un lugar especial donde había variedad de personas que nos entendieran.

Un día de Marzo en mi cumpleaños, nos reunimos en casa de Clara. Luego de cortar el pastel, ambas habían sonreído y se miraron en complicidad. Me dieron la noticia de que Clara y mi abuela disfrutaban tanto de la compañía de la otra, que habían hecho un trato por un propósito en común. Yo estaba confundido. Clara había comprado la casa de la abuela, resultaba que con las ganancias del éxito de su primer libro, podía darse ciertos lujos. Le había pagado a mi abuela más de lo que valía su propiedad. Planeaba construir en ese lugar una pequeña librería–café, pues quedaba al lado de la panadería de la abuela, lo cual era perfecto. Además, se mudarían juntas, pues ambas necesitarían compañía y cuidarse mutuamente. No entendía donde encajaba yo en todo esto.

Clara me entregó un sobre azul y me instó a abrirlo, cuando lo hice no supe cómo reaccionar, mientras que a mi abuela se le salían las lágrimas. Con parte del dinero de la propiedad me habían inscrito en la universidad donde Clara había estudiado, en la carrera de Arquitectura, con profesores que además de hablar, también se comunicaban por lenguaje de señas. Habían organizado todo y no podía oponerme, ya todo estaba pagado. Y la verdad, ambas se veían muy contentas. Sabía que mi abuela deseaba que estudiara en una universidad fuera de la isla, pero nunca había imaginado esto.

Tras la mudanza de mi abuela a la enorme casa de Clara, ambas me acompañaron a tomar el ferry. Le pregunté por qué había hecho eso por nosotros, por mí. Y ella solo contestó que alguien más la había ayudado cuando era pequeña, en su época, un doctor amigo de sus padres, se había empeñado en construirle los aparatos que más tarde se convertirían en su tesoro más valioso, esos que le ayudaron a escuchar con más claridad todo el mundo que la rodeaba. Le había dado esperanza, más tarde consiguieron unos más avanzados y luego conoció el lenguaje de señas, la semilla de la bondad y la simpatía la habían impulsado, ella quería eso para mí también. Me pareció increíble que tan solo por ser especial como ella o por compartir lo que otros llamarían “defectos”, ya había visto en mi un amigo. Era extraño, pero lo encontré reconfortante.

Los años los sentí largos, porque aparte de estudiar, tuve un par de trabajos temporales. En la ciudad no era tan peculiar alguien como yo. Incluso conocí a otras personas con otras condiciones y todos siendo distintos se sentaban en una mesa a disfrutar de un café. Las clases fueron difíciles y hubo momentos donde mi promedio bajó debido al cansancio, pero me recuperé en cuento pude. Extrañaba a mis primas, así que nos encontramos un par de veces en la ciudad. Ellas habían podido visitar a la abuela un par de veces y conocer a Clara. Yo extrañaba la isla, extrañaba a la abuela y a Clara.

Regresé a la isla un mes después de mi graduación en la universidad, justo el día en donde el turismo estaba un poco agitado. El comercio había mejorado y un par de atracciones y hoteles lujosos le habían aportado a la isla una calificación perfecta para vacacionar, todo estaba muy movido. Sobre todo en la librería-café donde ese día la autora de un Best Seller llevaba a cabo la firma de su libro para todos sus fans. Llegué de último porque había pasado a comprar dos ramos de rosas y por supuesto el famoso libro.

Se veía agotada, pero feliz. Su cabello se había tornado de castaño claro a plateado en algunos mechones, pero le quedaba muy hermoso. Cuando llegué a la mesa donde se encontraba sentada, solo al verme comenzó a reír y yo no había notado a mi abuela en una esquina leyendo un libro, hasta que mencionó mi nombre desde su asiento. El reencuentro fue agradable y estaba invitado a dormir en casa de Clara. Así fue durante un tiempo, aunque podía quedarme en un hotel, hasta que algunos trabajos me permitieron cerrar un contrato con el Alcalde de la isla.

El proyecto se llevó a cabo en poco tiempo gracias a mis planos y al arduo trabajo obrero de muchos. Derribamos la antigua escuela y construimos una más grande, conectada parcialmente a una universidad, la primera de la isla. Tanto la escuela como la universidad eran gratuitas y eso atraía a muchas familias. Además de poseer instalaciones y edificios cercanos donde se llevarían a cabo ciertas organizaciones y fundaciones. Era ambicioso, pero muy hermoso, creando así una cuidad educativa donde las limitaciones no existieran. Trabajé junto a otros dos arquitectos para la urbanización de un tercio de la isla, incluyendo un hospital grande para la capacidad de un gran número de personas. Las casas ya estaban compradas, la ganadería estaba en su máximo apogeo y a pesar de todo lo que esperábamos, aun se sentía la tranquilidad.

Una noche de Agosto, en el cumpleaños de Clara, mientras mi abuela comía pastel sentada en su nueva mecedora, con su rostro un poco más arrugado que hacía unos años atrás, me di un momento para apreciar todo el panorama. Ella ya no atendía personalmente la panadería, había dejado las recetas en manos de sus empleados más confiables, incluso Louisa y Lilith a veces nos visitaban y se encargaban del lugar por unos días. Decían que hornear les hacía recordar viejos tiempos. Rompí la continuidad de la melodía de fondo sonando en la lista de reproducción del equipo de sonido, cuando le entregué a Clara una carta. En ella decía que le daba las gracias por enseñarme lenguaje de señas y de todo lo demás que yo no sabía. Le daba las gracias por extender su mano a quien pudo pasar el resto de su vida en la ignorancia, en esta misma isla. Y por convertirse en una compañía valiosa para mi abuela, mi tesoro invaluable. Que incluso gracias a ella, ahora yo había podido ayudar a otras personas y hacer cosas maravillosas en el lugar en donde crecí.

Al final de la carta, que ella estaba leyendo, con ojos llorosos, en voz alta para que mi abuela escuchara, decía que en la universidad yo podría dar clases a personas como nosotros. Yo, que en algún momento sentí que mi única labor en la vida sería barrer las calles y ayudar en la panadería de la abuela, yo daría clases en una universidad. Tras felicitarme ambas, señalé que leyera la última línea. Lo hizo y fue cuando sus lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Le había conseguido un puesto como Jefa del departamento de Literatura en la misma Universidad, se encargaría de un par de tareas o podría dedicarse a volver a enseñar, le había regalado eso. Se levantó y me abrazó con fuerza. Sabía que ella extrañaba enseñar. Se había convertido en una gran amiga, incluso en parte de mi familia. ¿Cómo no hacerlo, si gracias a sus enseñanzas y bondad, yo había podido hacer grandes cosas por todos?

Todo lo que había sucedido me había hecho gritar de felicidad, desde mi silencio.



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-Inglés/English-



Resonances of Silence



It wasn't my fault and yet everyone treated me as if it was. At least I wanted to believe that it wasn't my fault, because if I agreed with them, they would win a battle that I had to go through every day. My grandmother and my cousins were among the few people I valued enough in this world to know that, despite the treatment of others, there were good people. Elementary school was finally over. How strange to think that we were just kids and yet we could still have that kind of meanness.

I had been born with a disability that prevented me from speaking due to an injury to my vocal cords, but I could hear everything. Living on an island where we only had one school, a few convenience stores, food establishments, a bakery, a gas station and a small movie theater, there was no other place where I could learn anything else.

The teachers were good to me, patience was crucial, but I had an advantage in my favor and that was that my grandmother at home helped me to learn quickly to write and read. It wasn't easy and that's why I entered kindergarten a year later than everyone else. Childhood was not so bad, the problems started when I finished elementary school. We were all older and I could get to school with a bicycle that used to belong to my cousins. I didn't need my grandmother to drive me and that was a relief for both of us, because I didn't like to feel like a burden and she had to take care of the bakery. She was the owner and had only two employees, one who helped her bake and move the sacks, and one who helped her make deliveries. I had long ago offered to deliver bread on my inherited bicycle, but she had been adamant about prioritizing my education, so I didn't object. But then things started to get difficult.

Our parents had died on a trip and my grandmother was left to take care of us, the twins Louisa and Lilith, who were my mother's sister's daughters; and then there was me, Lucas. My cousins had to leave the island in order to study at university and as soon as the ferry pulled away over the sea, I knew I was going to miss them a lot. And I did, especially when at school the kids who had been my friends before the vacations started to tease me because I was different and they resented the teachers taking more time to explain homework to me. A few months and everything had changed.

Some days they would ignore me and on other days they would ask me to sing funny songs, when I couldn't do it they would hit me and I would come home disheveled, with a sweater hiding my face. I would convince my grandmother that I had fallen on my bike or that I was just tired and needed to study, then she would leave my food in the microwave and I would sneak into the kitchen when she fell asleep. I didn't need to worry her. Through it all, my grades were still very good, but that didn't help much.

By the time we graduated from high school, my grandmother had baked me a big cake. I had the luxury of enjoying that first week of freedom. Then I tried to get a job in the small stores on the island, while everyone I had studied with before left the island. They were all leaving and that didn't really bother me. Until no one would give me a real job because I couldn't talk. "How will you take care of customers? You can't write notes on paper all the time, Lucas." "Maybe, you can find something else." "I don't think this job is for you, sweetheart." "Boy, I can't help you. I'm sorry." That's when I knew frustration and I missed my cousins, who were really like sisters to me. I didn't want to tell my grandmother my problems, rather I was supposed to support her. So I accepted the only thing I could do.

October had come and my morning shift was almost over. I had been picking up dry leaves every morning since graduation. Sweeping the streets was a job where I didn't need to talk to anyone and someone had to do it, so there I was. Until a vehicle pulled up next to me. As I rolled down the window, I caught a glimpse of a middle-aged woman with green eyes asking me where the house she was looking for was. In a hurry I took out of my overalls pocket a pencil and a notebook, the one I used to use to communicate with people. I wrote on it that it was exactly the house across the street that I was looking for. With a puzzled face he asked me if I was feeling sick or if I was ill, he wanted to know the reason why I was writing in the notebook. So I wrote to him in response to his question "I am mute, excuse me".

Her face lit up with understanding and then she began to make movements with her hands near her chest and face, but I didn't understand what she wanted to explain to me. Her expression of confusion ended in one of annoyance, so I thought maybe I had made her uncomfortable. Her lips showed a grimace similar to a forced smile and she thanked me as she went to park her car. In the afternoon I was almost done with my daily bread delivery list, pedaling my bike. But the last address treated me to deja vu.

After knocking on the wood three times, the young lady from that morning opened the door. When she saw me she smiled with surprise, which I found strange, as I thought she had left a bad memory of me because of what had happened hours before. She took me by the arm and pulled me inside, closed the door and invited me into the kitchen. Without saying anything to me, he poured two cups of coffee and offered me one. I shook my head and then handed him the note he used to give to all customers, stating the specifics of the order and the bill. Customers would order the bread by calling Grandma's bakery and I would deliver and collect, simple as that.

She took the note and took a deep breath, took the money out of her pocket and put it on the table, along with the cup of coffee she had offered me and with a look she insisted I sit down. It was unusual, but I did as she asked. Then she also sat down on another seat and moved her hair away from her ears, showing me some small devices she had around her, my expression was clearly indicative that I didn't understand what they were. He asked me for the notebook I was carrying in my overalls along with my pencil, and as I handed them to him he began to write.

She said that she was partially hearing impaired and that she was a literature teacher. Her name was Clara and she had moved to the island after her retirement, she wanted to write her second book of romance. What she had taught me that morning was sign language and it was used by people like us. He asked me since when I could not speak and other things about me. He could have told me in his voice, but he preferred to write it down, later he said he did it partly because he wanted to see how good I was at reading. After an hour we said goodbye, but not before I promised to come back the next day.

Clara spent Christmas with my grandmother and me after that, she taught me about literature, art and I discovered that I liked design, especially architecture. She taught me sign language and I in turn taught my grandmother as much as I could. She told me about what was outside the island, cities and many different people similar to us. She also told me about the university where she had studied, a special place where there was a variety of people who understood us.

One day in March on my birthday, we met at Clara's house. After cutting the cake, they had both smiled and looked at each other in complicity. I was given the news that Clara and my grandmother enjoyed each other's company so much that they had made a deal for a common purpose. I was confused. Clara had bought grandma's house, it turned out that with the proceeds from the success of her first book, she could afford certain luxuries. She had paid my grandmother more than her property was worth. She planned to build a small bookstore-café there, since it was next to Grandma's bakery, which was perfect. Besides, they would move in together, as they would both need each other's company and care for each other. I didn't understand where I fit into all this.

Clara handed me a blue envelope and urged me to open it, when I did I didn't know how to react, while tears came to my grandmother's eyes. With part of the money from the property they had enrolled me in the university where Clara had studied, in the career of Architecture, with professors who besides speaking, also communicated by sign language. They had organized everything and I could not oppose, everything was already paid. And to tell the truth, they both looked very happy. I knew that my grandmother wanted me to study at an off-island university, but I had never imagined this.

After my grandmother moved into Clara's huge house, they both accompanied me to take the ferry. I asked her why she had done that for us, for me. And she only answered that someone else had helped her when she was little, in her time, a doctor friend of her parents, had insisted on building her the devices that would later become her most valuable treasure, those that helped her hear more clearly all the world around her. It had given her hope, later they got more advanced ones and then she learned sign language, the seed of kindness and sympathy had driven her, she wanted that for me too. I found it amazing that just by being special like her or sharing what others would call "flaws", she had already seen in me a friend. It was strange, but I found it comforting.

The years felt long, because apart from studying, I had a couple of temporary jobs. In the city it was not so peculiar someone like me. I even met other people with other conditions and everyone being different sat at a table to enjoy a coffee. Classes were difficult and there were times when my average dropped due to fatigue, but I recovered as soon as I could. I missed my cousins, so we met a couple of times in town. They had been able to visit grandma a couple of times and meet Clara. I missed the island, I missed grandma and Clara.

I returned to the island a month after my graduation from college, just the day when tourism was a little hectic. Commerce had improved and a couple of attractions and luxury hotels had given the island a perfect vacation rating, everything was very busy. Especially at the bookstore-café where that day the author of a best seller was having her book signing for all her fans. I arrived last because I had stopped by to buy two bouquets of roses and of course the famous book.

She looked exhausted, but happy. Her hair had turned from light brown to silver in some strands, but it looked beautiful on her. When I arrived at the table where she was sitting, just seeing me she started laughing and I hadn't noticed my grandmother in the corner reading a book, until she mentioned my name from her seat. The reunion was pleasant and I was invited to sleep at Clara's house. It was like that for a while, although I could stay in a hotel, until some work allowed me to close a contract with the Mayor of the island.

The project was completed in a short time thanks to my plans and the hard work of many laborers. We tore down the old school and built a larger one, partially connected to a university, the first on the island. Both the school and the university were free and that attracted many families. In addition to having facilities and buildings nearby where certain organizations and foundations would be held. It was ambitious, but very beautiful, creating an educational city where limitations did not exist. I worked with two other architects to develop a third of the island, including a large hospital for the capacity of a large number of people. The houses were already bought, cattle ranching was at its peak and despite all that we expected, it was still peaceful.

One August evening, on Clara's birthday, as my grandmother ate cake sitting in her new rocking chair, her face a little more wrinkled than it had been a few years earlier, I took a moment to appreciate the whole picture. She no longer personally tended the bakery, she had left the recipes in the hands of her most trusted employees, even Louisa and Lilith would sometimes visit and take over the place for a few days. They said that baking reminded them of old times. I broke the continuity of the background melody playing on the stereo playlist when I handed Clara a letter. In it I said thank you for teaching me sign language and everything else I didn't know. I thanked her for extending her hand to someone who could have spent the rest of her life in ignorance, on this very island. And for becoming a valuable companion to my grandmother, my priceless treasure. That even thanks to her, I had now been able to help other people and do wonderful things in the place where I grew up.

At the end of the letter, which she was reading, teary-eyed, out loud for my grandmother to hear, she said that in college I would be able to teach people like us. I, who at one time felt that my only job in life would be to sweep the streets and help in Grandma's bakery, would teach at a university. After congratulating both of them, I signaled for her to read the last line. She did and that's when her tears slid down her cheeks. I had gotten her a position as Head of the Literature department at the same University, she would either take on a couple of assignments or she could devote herself to teaching again, I had given her that. She got up and hugged me tightly. I knew she missed teaching. She had become a great friend, even part of my family. How could I not, when through her teaching and kindness, I had been able to do great things for everyone?

Everything that had happened had made me cry out in happiness, from my silence.


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¡Wao! Leyendo me encontré agua saliendo de mis ojos. Estuvo muy bonita tu historia, gracias por compartirla.

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Una hermosa publicación llena de resonancia y energía verdadera del mundo de los que no pueden pronunciar palabras, pero que si pueden transmitir grandes emociones. Esta es una historia muy interesante vista desde una perspectiva más original aún, por todo lo que involucra.
Gracias por compartir.
Buena vibra.

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