Narrativa: Un hogar en el mar [Esp-Eng]
Hoy les comparto un texto literario de mi autoría,
espero los deleite, inspire y fidelice a mi arte.
Today I share with you a literary text of my authorship,
I hope it will delight you, inspire you and make you loyal to my art.
-Español/Spanish-
-Español/Spanish-
Un hogar en el mar
Nuestro secreto había cruzado fronteras y su presencia aquí lo demostraba. ¿Cómo decirle que nuestros mundos eran distintos cuando ya lo sabía? Los cambios en el cuerpo de mi tribu había prosperado nuestra forma de vivir, era una ventaja. Sin embargo, el hombre había condenado a la humanidad con la contaminación a lo largo de los años, incluso el avance en las ciudades nos sofocaban a quienes vivíamos en las periferias. Había una verdad que no necesitábamos que nos la dijeran científicos del otro lado del mundo, todos estos daños al planeta se verían reflejados en nosotros cuando nuestra propia evolución, hasta hace poco escondida, ya no sirviera de nada.
Ella había llegado en bote y caminado un par de kilómetros para llegar a nosotros. Yo estaba en el agua, junto con el grupo, intentando pescar algo para la cena. Éramos muchos para nuestro número reservado, pero solo una pequeña comunidad ante el resto del mundo. No supe que había visitantes hasta entrado el atardecer, ya le habían asignado un espacio donde dormir y las mujeres del pueblo admiraban sus ojos marrones con motas de verde en ellos, no las culpaba. Volví a tierra sin ni siquiera secarme por completo, era la costumbre. Y cuando la vi me pareció lo más hermoso que podía existir. Y había visto cosas maravillosas debajo del agua desde que tenía memoria, pero esta era una belleza diferente.
No era la primera visitante que veía, de hecho los turistas eran frecuentes en los mercados a donde acudíamos para vender nuestra pesca y artesanía. Los pocos segundos en los que su mirada hizo conexión con la mía para mí fue una eternidad, dándole un toque mágico al sonreir al final cuando sus mejillas se volvieran rosadas y desvió su atención al líder. Esa noche dormí poco, viendo las estrellas, pensando cosas que solía pensar en lo más hondo que podía llegar en el agua. Un par de días más tarde ella se había ido y yo solo pude verla de lejos. Había jurado volver y yo me quedé esperando.
***
—¡Regresaron los visitantes!
—¿Estás seguro?
—¡Sí! Vinieron un par más, junto con la científica de hace dos meses.
Había vuelto como prometió. Salí corriendo junto con Kepli y sentía como si volara de lo rápido que mis piernas habían accedido a apresurarse. La vería de nuevo. Para cuando estuve en el pueblo, había cajas de metal y algunas cosas de vidrio. Muchos estábamos afuera intentando ver lo que hacían adentro, hasta que ella salió con una sonrisa y un sombrero de paja en su cabeza. No podía verme y yo no sabía si quería que lo hiciera. Por la tarde ya habían organizado todo y el líder del pueblo le otorgó los permisos establecidos en su anterior visita para que al salir el sol pudieran entrevistarnos y estudiarnos, lo necesario para su investigación.
Era un ganar-ganar, el beneficio de que ella obtuviera las muestras y pruebas necesarias podría impactar en crear una suspensión de la pesca industrial cerca de la zona, lo cual dejaría de amenazar nuestro estilo de vida. Incluso si se llegara a un tratado, podríamos obtener los derechos de ciudadanía de la Isla principal y ya no tendríamos que recurrir a nuestros emparentados Saluan para revender nuestra mercancía. Sonaba muy bien, pero la esencia del pueblo se perdería.
Bajau, nuestro pueblo nómada vivía en las aguas de Filipinas, Malasia e Idonesia. Si aceptábamos establecernos para siempre en un solo lugar para obtener los derechos que necesitábamos que se nos respetaran, también dejaría de ser lo que un principio fuimos. Pero era eso o dejar las aguas para siempre. Sin tantos peces que atrapar, sin poder negociar justamente en el mercado donde estaban los turistas y sin nadie que pudiera ayudarnos, terminaríamos urbanizándonos abandonando el mar. No había opciones, pero dependíamos de la científica y sus aparatos electrónicos. En el pueblo palpitaba la esperanza de una solución, de la ayuda. Yo esperaba que no nos estuvieran engañando.
—Aquí estas… Te estuve buscando por un rato. ¿Puedes entenderme en inglés o prefieres que hablemos Malayo? El líder del pueblo me dijo que eres originario de Malasia.
—Entiendo un poco el inglés, aunque me cuesta… hablarlo.
—De acuerdo. ¿Por qué no estás con los demás en la fogata?
—Vengo aquí cuando necesito pensar.
—Es un rincón alejado del pueblo.
—Más silencioso. ¿Realmente nos vas a ayudar o solo te irás cuando tengas lo que necesitas?
—Hicimos un trato y siempre cumplo con mi palabra.
—Bien, sería una lástima que fueras una mentirosa.
—Tomaré eso como un cumplido. De hecho, para ayudar necesito tu ayuda.
—¿Cómo?
—El líder dice que no naciste en estas aguas, pero que llegaste siendo un bebé.
—¿Y eso qué? No soy el único.
—Pero sí eres el único que puede aguantar casi 30 minutos sumergido a más de 60 metros de profundidad, sin ningún tipo de equipo de buceo. ¿Acaso es mentira?
—No… ¿Quieres ver?
—Necesito verlo, estudiarte y documentarlo.
—¿Eso ayudará al pueblo?
—Eso nos ayudará a todos. Incluso podría ayudar a la humanidad. Esta adaptación genética es muy importante. ¿Aceptarás?
Estaría cerca de ella más tiempo del que lo había estado nunca y si en el proceso podía ayudar al pueblo, era magnífico. Acepté y ella regresó a la fogata. Yo me quedé allí, viendo las estrellas. Dormí sobre la arena esa noche.
Con el pasar de los días, me sumergí solo bajo sus indicaciones. Estuvo al tanto de lo que comía y revisaba mis signos vitales cada tanto, además de hacerme algunos estudios clínicos. Podía sentirme como una rata de laboratorio, pero no podía negar que me gustaba su atención en mí. Habíamos hecho un trato y yo estaba cumpliendo con mi parte. Solo esperaba que ella también cumpliera con la suya.
Había pasado un mes desde su llegada y sería su último día en el pueblo. De hecho ya se habían ido sus compañeros, junto con todos sus artefactos científicos y costosos. Pero había conservado a su lado la cámara fotográfica con la que le gustaba caminar por la isla y bucear. Con ella había tomado varias fotografías de todos en el pueblo y de mí. Tal vez era normal en ella, pero a veces no me veía como un sujeto de prueba y me tomaba más fotos de la que yo sospechaba que necesitaría. Su nombre era Lila, venía de Dinamarca y había robado mi corazón.
—¿No me dirás a dónde vamos?
—A un lugar del que no puedes hablarle a nadie.
La llevé a un sitio que nadie del pueblo conocía, era profundo, a unos 80 metros, una caverna submarina. La había descubierto un día en el que mi padre había fallecido, quien me trajo a la isla tan pequeño luego de la muerte de mi madre en la vida urbanizada. Necesitaba nadar casi hasta desfallecer y así lo hice, por poco muero, pero al momento de casi quedarme sin aire y sin fuerzas, lo vi. No esperaba salvarme, pero entré en esa caverna y descubrí que podía sumergirme más que los demás y que existía este lugar, como si de una burbuja de aire se tratara. Solo venía aquí cuando mi vida en la superficie se volvía pesada, entonces me sumergía y me daba cuenta de que no hay mayor peso que me pueda oprimir que el del agua, el resto tiene solución. Iba a mi lado con su equipo de buceo y usando una pequeña linterna, yo iba con un pantalón corto y sin camisa. Tomé su mano y la guie.
Allí, dentro de la caverna subterránea nos dimos nuestro primer beso. No sabía lo que significaría para ella, no sabía lo que sentían las personas que vivían en la ciudad, cómodos en la superficie. Pero para mí era una promesa. Hablamos durante muchas horas y luego de vuelta a la superficie. Ella se fue al día siguiente, no quise estar ahí para verlo. Luego de seis meses, uno de los dueños de las empresas que financiaban la investigación de Lila llegó a la isla, acordó establecer cierto diálogo con la isla principal para reconsiderar lo de nuestros derechos civiles. La investigación había levantado la suficiente curiosidad como para continuarla, al parecer una de las teorías era el incremento de uno de nuestros órganos que repercutía en nuestra resistencia bajo el agua, el Bazo. Comparado con algunos animales acuáticos, era lógico y prometedor. Así que no les convenía que abandonáramos el mar por la urbanización. Las esperanzas se convertían en altas posibilidades.
Once meses y veintitrés días habían pasado, hasta que sus pies nuevamente tocaron la arena de la isla, mi isla, mi hogar. Impulsada en gran parte por la investigación, se mudaría a la isla por un largo tiempo. Estaban tan obsesionados con desarrollar avances que pudieran otorgarle al humano la adaptabilidad que le faltaba, que nos estaban mejorando las expectativas de seguir viviendo cerca del agua y yo estaba realmente agradecido. Ella estaba de vuelta. No me lastimaban con los estudios, no realmente. Y al terminar, podía sumergirme con ella en el agua donde mi alma se expandía, pero que con su compañía mi corazón se sentía cálido. No solo esperaba que la investigación tuviera éxito, sino que deseaba con intensidad que ella me eligiera cuando culminara todo y así fue. Cuando aceptó sus sentimientos, delegó su puesto y en cambio, se comprometió conmigo con todo el peso de la palabra, en todos los sentidos. En el agua yo la veía como una especie de sirena, aun con su equipo de buceo. Pero en mi corazón era una diosa, la diosa de mi mar.
—El mar es mi hogar y ahora tú eres mi mar.
Ella había llegado en bote y caminado un par de kilómetros para llegar a nosotros. Yo estaba en el agua, junto con el grupo, intentando pescar algo para la cena. Éramos muchos para nuestro número reservado, pero solo una pequeña comunidad ante el resto del mundo. No supe que había visitantes hasta entrado el atardecer, ya le habían asignado un espacio donde dormir y las mujeres del pueblo admiraban sus ojos marrones con motas de verde en ellos, no las culpaba. Volví a tierra sin ni siquiera secarme por completo, era la costumbre. Y cuando la vi me pareció lo más hermoso que podía existir. Y había visto cosas maravillosas debajo del agua desde que tenía memoria, pero esta era una belleza diferente.
No era la primera visitante que veía, de hecho los turistas eran frecuentes en los mercados a donde acudíamos para vender nuestra pesca y artesanía. Los pocos segundos en los que su mirada hizo conexión con la mía para mí fue una eternidad, dándole un toque mágico al sonreir al final cuando sus mejillas se volvieran rosadas y desvió su atención al líder. Esa noche dormí poco, viendo las estrellas, pensando cosas que solía pensar en lo más hondo que podía llegar en el agua. Un par de días más tarde ella se había ido y yo solo pude verla de lejos. Había jurado volver y yo me quedé esperando.
***
—¡Regresaron los visitantes!
—¿Estás seguro?
—¡Sí! Vinieron un par más, junto con la científica de hace dos meses.
Había vuelto como prometió. Salí corriendo junto con Kepli y sentía como si volara de lo rápido que mis piernas habían accedido a apresurarse. La vería de nuevo. Para cuando estuve en el pueblo, había cajas de metal y algunas cosas de vidrio. Muchos estábamos afuera intentando ver lo que hacían adentro, hasta que ella salió con una sonrisa y un sombrero de paja en su cabeza. No podía verme y yo no sabía si quería que lo hiciera. Por la tarde ya habían organizado todo y el líder del pueblo le otorgó los permisos establecidos en su anterior visita para que al salir el sol pudieran entrevistarnos y estudiarnos, lo necesario para su investigación.
Era un ganar-ganar, el beneficio de que ella obtuviera las muestras y pruebas necesarias podría impactar en crear una suspensión de la pesca industrial cerca de la zona, lo cual dejaría de amenazar nuestro estilo de vida. Incluso si se llegara a un tratado, podríamos obtener los derechos de ciudadanía de la Isla principal y ya no tendríamos que recurrir a nuestros emparentados Saluan para revender nuestra mercancía. Sonaba muy bien, pero la esencia del pueblo se perdería.
Bajau, nuestro pueblo nómada vivía en las aguas de Filipinas, Malasia e Idonesia. Si aceptábamos establecernos para siempre en un solo lugar para obtener los derechos que necesitábamos que se nos respetaran, también dejaría de ser lo que un principio fuimos. Pero era eso o dejar las aguas para siempre. Sin tantos peces que atrapar, sin poder negociar justamente en el mercado donde estaban los turistas y sin nadie que pudiera ayudarnos, terminaríamos urbanizándonos abandonando el mar. No había opciones, pero dependíamos de la científica y sus aparatos electrónicos. En el pueblo palpitaba la esperanza de una solución, de la ayuda. Yo esperaba que no nos estuvieran engañando.
—Aquí estas… Te estuve buscando por un rato. ¿Puedes entenderme en inglés o prefieres que hablemos Malayo? El líder del pueblo me dijo que eres originario de Malasia.
—Entiendo un poco el inglés, aunque me cuesta… hablarlo.
—De acuerdo. ¿Por qué no estás con los demás en la fogata?
—Vengo aquí cuando necesito pensar.
—Es un rincón alejado del pueblo.
—Más silencioso. ¿Realmente nos vas a ayudar o solo te irás cuando tengas lo que necesitas?
—Hicimos un trato y siempre cumplo con mi palabra.
—Bien, sería una lástima que fueras una mentirosa.
—Tomaré eso como un cumplido. De hecho, para ayudar necesito tu ayuda.
—¿Cómo?
—El líder dice que no naciste en estas aguas, pero que llegaste siendo un bebé.
—¿Y eso qué? No soy el único.
—Pero sí eres el único que puede aguantar casi 30 minutos sumergido a más de 60 metros de profundidad, sin ningún tipo de equipo de buceo. ¿Acaso es mentira?
—No… ¿Quieres ver?
—Necesito verlo, estudiarte y documentarlo.
—¿Eso ayudará al pueblo?
—Eso nos ayudará a todos. Incluso podría ayudar a la humanidad. Esta adaptación genética es muy importante. ¿Aceptarás?
Estaría cerca de ella más tiempo del que lo había estado nunca y si en el proceso podía ayudar al pueblo, era magnífico. Acepté y ella regresó a la fogata. Yo me quedé allí, viendo las estrellas. Dormí sobre la arena esa noche.
Con el pasar de los días, me sumergí solo bajo sus indicaciones. Estuvo al tanto de lo que comía y revisaba mis signos vitales cada tanto, además de hacerme algunos estudios clínicos. Podía sentirme como una rata de laboratorio, pero no podía negar que me gustaba su atención en mí. Habíamos hecho un trato y yo estaba cumpliendo con mi parte. Solo esperaba que ella también cumpliera con la suya.
Había pasado un mes desde su llegada y sería su último día en el pueblo. De hecho ya se habían ido sus compañeros, junto con todos sus artefactos científicos y costosos. Pero había conservado a su lado la cámara fotográfica con la que le gustaba caminar por la isla y bucear. Con ella había tomado varias fotografías de todos en el pueblo y de mí. Tal vez era normal en ella, pero a veces no me veía como un sujeto de prueba y me tomaba más fotos de la que yo sospechaba que necesitaría. Su nombre era Lila, venía de Dinamarca y había robado mi corazón.
—¿No me dirás a dónde vamos?
—A un lugar del que no puedes hablarle a nadie.
La llevé a un sitio que nadie del pueblo conocía, era profundo, a unos 80 metros, una caverna submarina. La había descubierto un día en el que mi padre había fallecido, quien me trajo a la isla tan pequeño luego de la muerte de mi madre en la vida urbanizada. Necesitaba nadar casi hasta desfallecer y así lo hice, por poco muero, pero al momento de casi quedarme sin aire y sin fuerzas, lo vi. No esperaba salvarme, pero entré en esa caverna y descubrí que podía sumergirme más que los demás y que existía este lugar, como si de una burbuja de aire se tratara. Solo venía aquí cuando mi vida en la superficie se volvía pesada, entonces me sumergía y me daba cuenta de que no hay mayor peso que me pueda oprimir que el del agua, el resto tiene solución. Iba a mi lado con su equipo de buceo y usando una pequeña linterna, yo iba con un pantalón corto y sin camisa. Tomé su mano y la guie.
Allí, dentro de la caverna subterránea nos dimos nuestro primer beso. No sabía lo que significaría para ella, no sabía lo que sentían las personas que vivían en la ciudad, cómodos en la superficie. Pero para mí era una promesa. Hablamos durante muchas horas y luego de vuelta a la superficie. Ella se fue al día siguiente, no quise estar ahí para verlo. Luego de seis meses, uno de los dueños de las empresas que financiaban la investigación de Lila llegó a la isla, acordó establecer cierto diálogo con la isla principal para reconsiderar lo de nuestros derechos civiles. La investigación había levantado la suficiente curiosidad como para continuarla, al parecer una de las teorías era el incremento de uno de nuestros órganos que repercutía en nuestra resistencia bajo el agua, el Bazo. Comparado con algunos animales acuáticos, era lógico y prometedor. Así que no les convenía que abandonáramos el mar por la urbanización. Las esperanzas se convertían en altas posibilidades.
Once meses y veintitrés días habían pasado, hasta que sus pies nuevamente tocaron la arena de la isla, mi isla, mi hogar. Impulsada en gran parte por la investigación, se mudaría a la isla por un largo tiempo. Estaban tan obsesionados con desarrollar avances que pudieran otorgarle al humano la adaptabilidad que le faltaba, que nos estaban mejorando las expectativas de seguir viviendo cerca del agua y yo estaba realmente agradecido. Ella estaba de vuelta. No me lastimaban con los estudios, no realmente. Y al terminar, podía sumergirme con ella en el agua donde mi alma se expandía, pero que con su compañía mi corazón se sentía cálido. No solo esperaba que la investigación tuviera éxito, sino que deseaba con intensidad que ella me eligiera cuando culminara todo y así fue. Cuando aceptó sus sentimientos, delegó su puesto y en cambio, se comprometió conmigo con todo el peso de la palabra, en todos los sentidos. En el agua yo la veía como una especie de sirena, aun con su equipo de buceo. Pero en mi corazón era una diosa, la diosa de mi mar.
—El mar es mi hogar y ahora tú eres mi mar.
-Inglés/English-
-Inglés/English-
A home at sea
Our secret had crossed borders and her presence here proved it. How could I tell her that our worlds were different when she already knew? The changes in my tribe's body had prospered our way of life, it was an advantage. However, man had doomed mankind with pollution over the years, even the advancement in the cities suffocated those of us who lived on the peripheries. There was a truth that we did not need to be told by scientists on the other side of the world, all this damage to the planet would be reflected in us when our own evolution, until recently hidden, was no longer of any use.
She had come by boat and walked a couple of kilometers to reach us. I was in the water, along with the group, trying to catch something for dinner. There were a lot of us for our reserved number, but only a small community before the rest of the world. I didn't know there were visitors until late in the afternoon, he had already been assigned a place to sleep and the women of the village were admiring his brown eyes with flecks of green in them, I didn't blame them. I went back to land without even drying myself completely, it was the custom. And when I saw it I thought it was the most beautiful thing there could be. And I had seen wonderful things underwater for as long as I could remember, but this was a different kind of beauty.
I was not the first visitor I had seen, in fact tourists were frequent in the markets where we went to sell our fishing and handicrafts. The few seconds in which her gaze made a connection with mine was an eternity for me, giving it a magical touch as she smiled at the end when her cheeks turned pink and she diverted her attention to the leader. That night I slept little, watching the stars, thinking things I used to think about as deep as I could go in the water. A couple of days later she was gone and I could only see her from afar. She had vowed to return and I was left waiting.
***
— The visitors are back!
— Are you sure?
— Yes! A couple more came, along with the scientist from two months ago.
She had returned as promised. I ran out along with Kepli and felt like I was flying from how fast my legs had agreed to hurry. I would see her again. By the time I was in town, there were metal boxes and some glass things. A lot of us were outside trying to see what they were doing inside, until she came out with a smile and a straw hat on her head. She couldn't see me and I didn't know if she wanted me to. By the afternoon they had arranged everything and the village leader granted her the permits established on her previous visit so that at sunrise they could interview us and study us, which was necessary for their research.
It was a win-win, the benefit of her obtaining the necessary samples and evidence could have an impact on creating a suspension of industrial fishing near the area, which would no longer threaten our way of life. Even if a treaty was reached, we could obtain main Island citizenship rights and would no longer have to turn to our Saluan kin to resell our merchandise. It sounded great, but the essence of the people would be lost.
Bajau, our nomadic people lived in the waters of the Philippines, Malaysia and Idonesia. If we agreed to settle forever in one place to get the rights we needed to be respected, we would also cease to be what we once were. But it was either that or leave the waters forever. Without so many fish to catch, without being able to trade right at the market where the tourists were, and with no one to help us, we would end up urbanizing by abandoning the sea. There were no options, but we depended on the scientist and her electronics. In the village there was hope for a solution, for help. I hoped we were not being deceived.
— Here you are... I've been looking for you for a while. Can you understand me in English or would you prefer we speak Malay? The village leader told me that you are originally from Malaysia.
— I understand a little English, although it's hard for me to... speak it.
— Okay. Why aren't you with the others at the campfire?
— I come here when I need to think.
— It's a corner away from the village.
— Quieter. Are you really going to help us or just leave when you get what you need?
— We made a deal and I always keep my word.
— Well, it would be a shame if you were a liar.
— I'll take that as a compliment. In fact, to help I need your help.
— How?
— The leader says you weren't born in these waters, but that you arrived as a baby.
— So what? I'm not the only one.
— But you are the only one who can last almost 30 minutes submerged at a depth of more than 60 meters, without any diving equipment. Is that a lie?
— No... Do you want to see?
— I need to see it, study you and document it.
— Will that help the town?
— It will help all of us. It might even help mankind. This genetic adaptation is very important. Will you accept?
I would be around her longer than I had ever been and if in the process I could help the village, that was great. I agreed and she went back to the campfire. I stayed there, watching the stars. I slept on the sand that night.
As the days went by, I dived alone under her directions. She kept track of what I ate and checked my vital signs from time to time, as well as doing some clinical studies. I could feel like a lab rat, but I couldn't deny that I liked his attention to me. We had made a deal and I was holding up my end of it. I just hoped she was holding up hers as well.
It had been a month since her arrival and it would be her last day in town. In fact her companions had already left, along with all their scientific and expensive artifacts. But he had kept by his side the camera with which he liked to walk around the island and dive. With it she had taken several pictures of everyone in town and of me. Maybe it was normal for her, but sometimes she didn't see me as a test subject and took more pictures of me than I suspected I would need. Her name was Lila, she came from Denmark and had stolen my heart.
— Won't you tell me where we are going?
— To a place you can't tell anyone about.
I took her to a place that no one in town knew about, it was deep, about 80 meters, an underwater cavern. I had discovered it one day when my father had passed away, who brought me to the island so young after my mother's death in the urbanized life. I needed to swim almost until I collapsed and so I did, I almost died, but when I almost ran out of air and strength, I saw it. I did not expect to save myself, but I entered that cavern and discovered that I could dive deeper than the others and that this place existed, as if it were an air bubble. I only came here when my life on the surface became heavy, then I submerged and realized that there is no greater weight that can oppress me than that of the water, the rest has a solution. She was next to me with her diving equipment and using a small flashlight, I was wearing shorts and no shirt. I took her hand and guided her.
There, inside the subway cavern we had our first kiss. I didn't know what it would mean to her, I didn't know what people who lived in the city, comfortable on the surface, felt. But for me it was a promise. We talked for many hours and then back to the surface. She left the next day, I didn't want to be there to see it. After six months, one of the owners of the companies funding Lila's research came to the island, agreed to establish some dialogue with the main island to reconsider our civil rights. The research had raised enough curiosity to continue it, apparently one of the theories was the increase of one of our organs that affected our resistance underwater, the spleen. Compared to some aquatic animals, it was logical and promising. So it was not in their interest that we abandon the sea for urbanization. Hopes were turning into high possibilities.
Eleven months and twenty-three days had passed, until her feet once again touched the sand of the island, my island, my home. Driven in large part by research, she would move to the island for a long time. They were so obsessed with developing advances that could grant humans the adaptability they lacked, that they were improving our expectations of continuing to live near the water and I was truly grateful. She was back. They weren't hurting me with the studies, not really. And when it was over, I could dive with her into the water where my soul was expanding, but that with her company my heart felt warm. Not only did I hope that the research would be successful, but I wanted intensely for her to choose me when it all culminated, and it did. When she accepted her feelings, she delegated her position and instead, committed herself to me with the full weight of the word, in every way. In the water I saw her as a mermaid of sorts, even in her scuba gear. But in my heart she was a goddess, the goddess of my sea.
— The sea is my home and now you are my sea.
She had come by boat and walked a couple of kilometers to reach us. I was in the water, along with the group, trying to catch something for dinner. There were a lot of us for our reserved number, but only a small community before the rest of the world. I didn't know there were visitors until late in the afternoon, he had already been assigned a place to sleep and the women of the village were admiring his brown eyes with flecks of green in them, I didn't blame them. I went back to land without even drying myself completely, it was the custom. And when I saw it I thought it was the most beautiful thing there could be. And I had seen wonderful things underwater for as long as I could remember, but this was a different kind of beauty.
I was not the first visitor I had seen, in fact tourists were frequent in the markets where we went to sell our fishing and handicrafts. The few seconds in which her gaze made a connection with mine was an eternity for me, giving it a magical touch as she smiled at the end when her cheeks turned pink and she diverted her attention to the leader. That night I slept little, watching the stars, thinking things I used to think about as deep as I could go in the water. A couple of days later she was gone and I could only see her from afar. She had vowed to return and I was left waiting.
***
— The visitors are back!
— Are you sure?
— Yes! A couple more came, along with the scientist from two months ago.
She had returned as promised. I ran out along with Kepli and felt like I was flying from how fast my legs had agreed to hurry. I would see her again. By the time I was in town, there were metal boxes and some glass things. A lot of us were outside trying to see what they were doing inside, until she came out with a smile and a straw hat on her head. She couldn't see me and I didn't know if she wanted me to. By the afternoon they had arranged everything and the village leader granted her the permits established on her previous visit so that at sunrise they could interview us and study us, which was necessary for their research.
It was a win-win, the benefit of her obtaining the necessary samples and evidence could have an impact on creating a suspension of industrial fishing near the area, which would no longer threaten our way of life. Even if a treaty was reached, we could obtain main Island citizenship rights and would no longer have to turn to our Saluan kin to resell our merchandise. It sounded great, but the essence of the people would be lost.
Bajau, our nomadic people lived in the waters of the Philippines, Malaysia and Idonesia. If we agreed to settle forever in one place to get the rights we needed to be respected, we would also cease to be what we once were. But it was either that or leave the waters forever. Without so many fish to catch, without being able to trade right at the market where the tourists were, and with no one to help us, we would end up urbanizing by abandoning the sea. There were no options, but we depended on the scientist and her electronics. In the village there was hope for a solution, for help. I hoped we were not being deceived.
— Here you are... I've been looking for you for a while. Can you understand me in English or would you prefer we speak Malay? The village leader told me that you are originally from Malaysia.
— I understand a little English, although it's hard for me to... speak it.
— Okay. Why aren't you with the others at the campfire?
— I come here when I need to think.
— It's a corner away from the village.
— Quieter. Are you really going to help us or just leave when you get what you need?
— We made a deal and I always keep my word.
— Well, it would be a shame if you were a liar.
— I'll take that as a compliment. In fact, to help I need your help.
— How?
— The leader says you weren't born in these waters, but that you arrived as a baby.
— So what? I'm not the only one.
— But you are the only one who can last almost 30 minutes submerged at a depth of more than 60 meters, without any diving equipment. Is that a lie?
— No... Do you want to see?
— I need to see it, study you and document it.
— Will that help the town?
— It will help all of us. It might even help mankind. This genetic adaptation is very important. Will you accept?
I would be around her longer than I had ever been and if in the process I could help the village, that was great. I agreed and she went back to the campfire. I stayed there, watching the stars. I slept on the sand that night.
As the days went by, I dived alone under her directions. She kept track of what I ate and checked my vital signs from time to time, as well as doing some clinical studies. I could feel like a lab rat, but I couldn't deny that I liked his attention to me. We had made a deal and I was holding up my end of it. I just hoped she was holding up hers as well.
It had been a month since her arrival and it would be her last day in town. In fact her companions had already left, along with all their scientific and expensive artifacts. But he had kept by his side the camera with which he liked to walk around the island and dive. With it she had taken several pictures of everyone in town and of me. Maybe it was normal for her, but sometimes she didn't see me as a test subject and took more pictures of me than I suspected I would need. Her name was Lila, she came from Denmark and had stolen my heart.
— Won't you tell me where we are going?
— To a place you can't tell anyone about.
I took her to a place that no one in town knew about, it was deep, about 80 meters, an underwater cavern. I had discovered it one day when my father had passed away, who brought me to the island so young after my mother's death in the urbanized life. I needed to swim almost until I collapsed and so I did, I almost died, but when I almost ran out of air and strength, I saw it. I did not expect to save myself, but I entered that cavern and discovered that I could dive deeper than the others and that this place existed, as if it were an air bubble. I only came here when my life on the surface became heavy, then I submerged and realized that there is no greater weight that can oppress me than that of the water, the rest has a solution. She was next to me with her diving equipment and using a small flashlight, I was wearing shorts and no shirt. I took her hand and guided her.
There, inside the subway cavern we had our first kiss. I didn't know what it would mean to her, I didn't know what people who lived in the city, comfortable on the surface, felt. But for me it was a promise. We talked for many hours and then back to the surface. She left the next day, I didn't want to be there to see it. After six months, one of the owners of the companies funding Lila's research came to the island, agreed to establish some dialogue with the main island to reconsider our civil rights. The research had raised enough curiosity to continue it, apparently one of the theories was the increase of one of our organs that affected our resistance underwater, the spleen. Compared to some aquatic animals, it was logical and promising. So it was not in their interest that we abandon the sea for urbanization. Hopes were turning into high possibilities.
Eleven months and twenty-three days had passed, until her feet once again touched the sand of the island, my island, my home. Driven in large part by research, she would move to the island for a long time. They were so obsessed with developing advances that could grant humans the adaptability they lacked, that they were improving our expectations of continuing to live near the water and I was truly grateful. She was back. They weren't hurting me with the studies, not really. And when it was over, I could dive with her into the water where my soul was expanding, but that with her company my heart felt warm. Not only did I hope that the research would be successful, but I wanted intensely for her to choose me when it all culminated, and it did. When she accepted her feelings, she delegated her position and instead, committed herself to me with the full weight of the word, in every way. In the water I saw her as a mermaid of sorts, even in her scuba gear. But in my heart she was a goddess, the goddess of my sea.
— The sea is my home and now you are my sea.
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Magnífico relato, entre la aventura y lo amoroso. La historia es de gran atracción, con personajes bien delineados, muy buena ambientación y atinado desarrollo. Saludos, @gislandpoetic.
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Que hermoso relato, me cautivó desde que comencé a leerlo. Había leído un poco de estos pueblos. Muchos éxitos!
Muy buena historia. Interesante y cautivadora.... muchas gracias por compartirla
POR un momento pensé en Tarzán.
y luego me enfoque la investigación
practique las pregustas y me sumergí en la historia
las historias de amor son siempre hermosa.
feliz año 2024 escritora hiver.
sigue asi.
Conozco esta tribu, es real, la historia es hermosa e interesante, me encanta, disfrute cada línea.
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