Narrativa: Sorpresas del corazón [Esp-Eng]
Hoy les comparto un texto literario de mi autoría,
espero los deleite, inspire y fidelice a mi arte.
Today I share with you a literary text of my authorship,
I hope it will delight you, inspire you and make you loyal to my art.
-Español/Spanish-
-Español/Spanish-
Sorpresas del corazón
Todos estaban preocupados, pero era normal para una persona de mi edad. Estaba segura de lo que quería. ¿Por qué tener tanto cuidado si al final todos acabamos en el mismo punto? La muerte era el único destino al que todos llegamos tarde o temprano.
Mi esposo y mi padre habían fallecido en el mismo auto, a la misma hora, tres meses antes de mi cumpleaños 63. La preocupación de mis hijos era genuina, yo estaba desmoronándome con el paso de los días. A pesar de conocer todos los riesgos de la vida, aceptamos el reto y decidimos vivirla hasta que la hora 0 llegue. Aun así es inesperado cuando sucede, porque hay millones de maneras de irse. Damos por sentado que volveremos después de la jornada de estudio o del trabajo y resulta no ser así, un día simplemente todo se apaga sin previo aviso. Nunca estaremos preparados para dejar de existir.
Mi corazón se ahogaba mientras mis lágrimas ardían. Había sido maestra toda mi vida y más allá de ser amable, la gente esperaba que también fuera sabia. ¿Pero cómo le pides a un alma golpeada que reine en su mundo la calma, cuando el cielo se le viene abajo? No podía ser una persona sabia en medio de tanto dolor, así que me aislé.
Durante meses refugiarme en el silencio fue para los demás una señal de alarma. Y aunque tenían razón, estaba en depresión, no estaba considerando ninguna manera de autolesión. Solo intentaba sopesar tanto dolor, tanta soledad, tanto vacío. Hasta que un día desperté y llorando en la bañera lo solté. Simplemente lo solté. El resto de mi vida no podía verse como un día gris permanentemente. Tenía que salir de donde había entrado o no tendría un futuro. Aunque un futuro a los 64 años de edad fuera un poco contradictorio, para mí tenía mucho sentido.
Que tuviera más de 60 no significaba que no tuviera futuro, era yo quien decidía eso. Aún tenía mis extremidades, mi raciocinio y mi voluntad, en mi opinión era capaz de hacer cualquier cosa que quisiera. Podía comerme al mundo si me lo proponía. No había muerto junto con mis seres queridos, pero había estado viviendo como si esa era mi realidad. Simplemente dije “BASTA”. Ellos no hubieran querido verme de esta forma y yo estaba faltando al respeto a lo que me quedaba de vida. ¿Quién sabe cuánto me quedaba? Nadie, solo los cielos lo sabían. Así que lo hice sin mirar atrás.
Un miércoles a mitad de semana, a mitad de la vida, a mitad de todo. Un miércoles empaqué ligero y compré un boleto de avión. Al llegar a Australia alquilé un auto y una habitación. Les avisé a mis hijos y entraron en pánico, pero solo podíamos hacer video llamadas. Les aseguré que estaba bien, pero que necesitaba un descanso. Era mentira. No quería descansar, quería pisar el pedal y probar la emoción una vez más, algo que me hiciera sentir que realmente estaba viva y que no me había ido junto con mis seres queridos a la oscuridad.
Entre los paquetes turísticos había uno que llamaba mi atención. Pero no sabía si el escepticismo sería un problema. Quien estuviera dispuesto a enseñarme tenía que tener fe en mi aprendizaje, a pesar de mi edad. Nueve meses más tarde, las olas eran mi lugar favorito en el mundo. Una mezcla entre el cielo y el mar, un paraíso intimidante que yo había comenzado a surfear. Ya casi cumplía 65 años y había conseguido un nuevo estilo de vida, una nueva pasión y unas nuevas ganas de seguir con vida. Aunque había llegado con mi corazón ahogándose en la pena, exteriorizar esa sensación me había ayudado a escapar. El mar no siempre era amable, las olas me arrastraban y más de una vez sufrí heridas graves. Pero quien era mi instructor aun me recordaba a mi hijo mayor, él había creído en mí y me enseñó todo lo que necesitaba con un gran interés en mi historia. Con el tiempo un gran carió fue creciendo y entendí que también podemos tener hijos de la vida, con un afecto genuino. Él había perdido a sus padres hacía mucho tiempo y yo extrañaba a mis hijos, que ya tenían su propia vida. No pretendía ser una carga para ellos, necesitaba encontrar un nuevo camino. Y lo encontré en el mar.
Con el tiempo se vendió la casa en donde había vivido con mi esposo y mis hijos me enviaron el dinero para poder comprar una propiedad en Australia, en mi nueva vida. Para mi cumpleaños 65, luego de cumplirse un año de la muerte de mi esposo y mi padre, mis hijos vinieron de visita. Fue hermoso. Habían estado completamente angustiados, yo no les había hablado sobre mi nueva pasión, simplemente al atardecer tomé mi tabla mientras mi instructor y querido amigo me miraba orgulloso. Caminé al mar y mi hijo gritaba “Ten cuidado mamá, te puedes lastimar. Eso solo lo hacen los profesionales. Es peligroso para tu edad”.
Pero no hay moneda en el mundo que pueda pagar la expresión de su rostro cuando ignoré sus palabras y entré en el agua. En minutos estaba montando olas increíbles, con una habilidad que ni yo había creído que podría alguna vez dominar. En el agua había encontrado una nueva versión de mí, una llena de vida imparable. Mis hijos se sorprendieron tanto que comenzaron a llorar. Pero la sorprendida era yo. Una sorpresa amarga y dolorosa me llevó con el tiempo a una inimaginable. Me había sorprendido a mí misma, quería sentir que podía seguir anclada en esta vida a pesar de haberme perdido por un instante.
Las sorpresas son inesperadas, sino no serían sorpresas. Algunas son amargas y otras tan dulces que solo puedes llorar de alegría. He vivido tantas pero creo que lo más importante es seguir sorprendiéndonos cuando sintamos que ya no hay nada más que un cielo gris, porque siempre puede haber sol radiante esperando para ayudarnos a florecer.
Mi esposo y mi padre habían fallecido en el mismo auto, a la misma hora, tres meses antes de mi cumpleaños 63. La preocupación de mis hijos era genuina, yo estaba desmoronándome con el paso de los días. A pesar de conocer todos los riesgos de la vida, aceptamos el reto y decidimos vivirla hasta que la hora 0 llegue. Aun así es inesperado cuando sucede, porque hay millones de maneras de irse. Damos por sentado que volveremos después de la jornada de estudio o del trabajo y resulta no ser así, un día simplemente todo se apaga sin previo aviso. Nunca estaremos preparados para dejar de existir.
Mi corazón se ahogaba mientras mis lágrimas ardían. Había sido maestra toda mi vida y más allá de ser amable, la gente esperaba que también fuera sabia. ¿Pero cómo le pides a un alma golpeada que reine en su mundo la calma, cuando el cielo se le viene abajo? No podía ser una persona sabia en medio de tanto dolor, así que me aislé.
Durante meses refugiarme en el silencio fue para los demás una señal de alarma. Y aunque tenían razón, estaba en depresión, no estaba considerando ninguna manera de autolesión. Solo intentaba sopesar tanto dolor, tanta soledad, tanto vacío. Hasta que un día desperté y llorando en la bañera lo solté. Simplemente lo solté. El resto de mi vida no podía verse como un día gris permanentemente. Tenía que salir de donde había entrado o no tendría un futuro. Aunque un futuro a los 64 años de edad fuera un poco contradictorio, para mí tenía mucho sentido.
Que tuviera más de 60 no significaba que no tuviera futuro, era yo quien decidía eso. Aún tenía mis extremidades, mi raciocinio y mi voluntad, en mi opinión era capaz de hacer cualquier cosa que quisiera. Podía comerme al mundo si me lo proponía. No había muerto junto con mis seres queridos, pero había estado viviendo como si esa era mi realidad. Simplemente dije “BASTA”. Ellos no hubieran querido verme de esta forma y yo estaba faltando al respeto a lo que me quedaba de vida. ¿Quién sabe cuánto me quedaba? Nadie, solo los cielos lo sabían. Así que lo hice sin mirar atrás.
Un miércoles a mitad de semana, a mitad de la vida, a mitad de todo. Un miércoles empaqué ligero y compré un boleto de avión. Al llegar a Australia alquilé un auto y una habitación. Les avisé a mis hijos y entraron en pánico, pero solo podíamos hacer video llamadas. Les aseguré que estaba bien, pero que necesitaba un descanso. Era mentira. No quería descansar, quería pisar el pedal y probar la emoción una vez más, algo que me hiciera sentir que realmente estaba viva y que no me había ido junto con mis seres queridos a la oscuridad.
Entre los paquetes turísticos había uno que llamaba mi atención. Pero no sabía si el escepticismo sería un problema. Quien estuviera dispuesto a enseñarme tenía que tener fe en mi aprendizaje, a pesar de mi edad. Nueve meses más tarde, las olas eran mi lugar favorito en el mundo. Una mezcla entre el cielo y el mar, un paraíso intimidante que yo había comenzado a surfear. Ya casi cumplía 65 años y había conseguido un nuevo estilo de vida, una nueva pasión y unas nuevas ganas de seguir con vida. Aunque había llegado con mi corazón ahogándose en la pena, exteriorizar esa sensación me había ayudado a escapar. El mar no siempre era amable, las olas me arrastraban y más de una vez sufrí heridas graves. Pero quien era mi instructor aun me recordaba a mi hijo mayor, él había creído en mí y me enseñó todo lo que necesitaba con un gran interés en mi historia. Con el tiempo un gran carió fue creciendo y entendí que también podemos tener hijos de la vida, con un afecto genuino. Él había perdido a sus padres hacía mucho tiempo y yo extrañaba a mis hijos, que ya tenían su propia vida. No pretendía ser una carga para ellos, necesitaba encontrar un nuevo camino. Y lo encontré en el mar.
Con el tiempo se vendió la casa en donde había vivido con mi esposo y mis hijos me enviaron el dinero para poder comprar una propiedad en Australia, en mi nueva vida. Para mi cumpleaños 65, luego de cumplirse un año de la muerte de mi esposo y mi padre, mis hijos vinieron de visita. Fue hermoso. Habían estado completamente angustiados, yo no les había hablado sobre mi nueva pasión, simplemente al atardecer tomé mi tabla mientras mi instructor y querido amigo me miraba orgulloso. Caminé al mar y mi hijo gritaba “Ten cuidado mamá, te puedes lastimar. Eso solo lo hacen los profesionales. Es peligroso para tu edad”.
Pero no hay moneda en el mundo que pueda pagar la expresión de su rostro cuando ignoré sus palabras y entré en el agua. En minutos estaba montando olas increíbles, con una habilidad que ni yo había creído que podría alguna vez dominar. En el agua había encontrado una nueva versión de mí, una llena de vida imparable. Mis hijos se sorprendieron tanto que comenzaron a llorar. Pero la sorprendida era yo. Una sorpresa amarga y dolorosa me llevó con el tiempo a una inimaginable. Me había sorprendido a mí misma, quería sentir que podía seguir anclada en esta vida a pesar de haberme perdido por un instante.
Las sorpresas son inesperadas, sino no serían sorpresas. Algunas son amargas y otras tan dulces que solo puedes llorar de alegría. He vivido tantas pero creo que lo más importante es seguir sorprendiéndonos cuando sintamos que ya no hay nada más que un cielo gris, porque siempre puede haber sol radiante esperando para ayudarnos a florecer.
-Inglés/English-
-Inglés/English-
Surprises of the heart
Everyone was worried, but that was normal for a person of my age. I was sure of what I wanted. Why be so careful if in the end we all ended up at the same point? Death was the only destination we all reached sooner or later.
My husband and my father had died in the same car, at the same time, three months before my 63rd birthday. My children's concern was genuine; I was falling apart as the days passed. Despite knowing all the risks of life, we accepted the challenge and decided to live it until the 0 hour came. Still it is unexpected when it happens, because there are a million ways to go. We take it for granted that we will come back after the study or work day and it turns out not to be so, one day everything simply shuts down without warning. We will never be ready to cease to exist.
My heart was choking as my tears burned. I had been a teacher all my life and beyond being kind, people expected me to be wise as well. But how do you ask a beaten soul to reign calm in their world when the sky is coming down on them? I couldn't be a wise person in the midst of so much pain, so I isolated myself.
For months, my retreat into silence was a warning sign to others. And while they were right, I was in depression, I wasn't considering any form of self-harm. I was just trying to weigh so much pain, so much loneliness, so much emptiness. Until one day I woke up and crying in the bathtub I let go. I just let go. The rest of my life could not look like a permanently gray day. I had to get out of where I had come in or I would have no future. Even if a future at 64 was a bit counterintuitive, it made perfect sense to me.
Just because I was over 60 didn't mean I had no future, it was up to me to decide that. I still had my limbs, my reasoning and my will, in my opinion I was capable of doing anything I wanted. I could eat the world if I set my mind to it. I hadn't died along with my loved ones, but I had been living as if that was my reality. I simply said “ENOUGH. They wouldn't have wanted to see me this way and I was disrespecting what I had left to live. Who knows how much I had left? No one, only the heavens knew. So I did it without looking back.
One Wednesday in the middle of the week, in the middle of life, in the middle of everything. One Wednesday I packed light and bought a plane ticket. Arriving in Australia I rented a car and a room. I told my kids and they panicked, but we could only make video calls. I assured them I was fine, but needed a break. That was a lie. I didn't want to rest, I wanted to step on the pedal and taste the thrill one more time, something that would make me feel like I was really alive and hadn't gone along with my loved ones into the darkness.
Among the tour packages there was one that caught my attention. But I didn't know if skepticism would be a problem. Whoever was willing to teach me had to have faith in my learning, despite my age. Nine months later, the waves were my favorite place in the world. A mix between the sky and the sea, an intimidating paradise that I had begun to surf. I was almost 65 and had gained a new lifestyle, a new passion and a new desire to stay alive. Although I had arrived with my heart drowning in grief, externalizing that feeling had helped me escape. The sea was not always kind, the waves dragged me down and more than once I suffered serious injuries. But who was my instructor still reminded me of my eldest son, he had believed in me and taught me everything I needed with a great interest in my story. Over time a great love grew and I understood that we can also have children of life, with genuine affection. He had lost his parents a long time ago and I missed my children, who already had their own life. I did not intend to be a burden to them, I needed to find a new path. And I found it at sea.
Eventually the house where I had lived with my husband was sold and my children sent me the money to buy a property in Australia in my new life. For my 65th birthday, a year after the death of my husband and father, my children came to visit. It was beautiful. They had been completely distraught, I had not told them about my new passion, I simply took my board at sunset while my instructor and dear friend looked on proudly. I walked to the sea and my son shouted “Be careful mom, you can get hurt. Only professionals do that. It's dangerous for your age."
But there is no currency in the world that can repay the look on his face when I ignored his words and entered the water. Within minutes I was riding incredible waves, with a skill that even I hadn't believed I could ever master. In the water I had found a new version of me, one full of unstoppable life. My children were so surprised that they began to cry. But the surprised one was me. A bitter and painful surprise eventually led me to an unimaginable one. I had surprised myself, I wanted to feel that I could remain anchored in this life despite having lost myself for an instant.
Surprises are unexpected, otherwise they would not be surprises. Some are bitter and others are so sweet that you can only cry for joy. I have lived through so many but I think the most important thing is to keep surprising ourselves when we feel that there is nothing more than a gray sky, because there can always be radiant sunshine waiting to help us blossom.
My husband and my father had died in the same car, at the same time, three months before my 63rd birthday. My children's concern was genuine; I was falling apart as the days passed. Despite knowing all the risks of life, we accepted the challenge and decided to live it until the 0 hour came. Still it is unexpected when it happens, because there are a million ways to go. We take it for granted that we will come back after the study or work day and it turns out not to be so, one day everything simply shuts down without warning. We will never be ready to cease to exist.
My heart was choking as my tears burned. I had been a teacher all my life and beyond being kind, people expected me to be wise as well. But how do you ask a beaten soul to reign calm in their world when the sky is coming down on them? I couldn't be a wise person in the midst of so much pain, so I isolated myself.
For months, my retreat into silence was a warning sign to others. And while they were right, I was in depression, I wasn't considering any form of self-harm. I was just trying to weigh so much pain, so much loneliness, so much emptiness. Until one day I woke up and crying in the bathtub I let go. I just let go. The rest of my life could not look like a permanently gray day. I had to get out of where I had come in or I would have no future. Even if a future at 64 was a bit counterintuitive, it made perfect sense to me.
Just because I was over 60 didn't mean I had no future, it was up to me to decide that. I still had my limbs, my reasoning and my will, in my opinion I was capable of doing anything I wanted. I could eat the world if I set my mind to it. I hadn't died along with my loved ones, but I had been living as if that was my reality. I simply said “ENOUGH. They wouldn't have wanted to see me this way and I was disrespecting what I had left to live. Who knows how much I had left? No one, only the heavens knew. So I did it without looking back.
One Wednesday in the middle of the week, in the middle of life, in the middle of everything. One Wednesday I packed light and bought a plane ticket. Arriving in Australia I rented a car and a room. I told my kids and they panicked, but we could only make video calls. I assured them I was fine, but needed a break. That was a lie. I didn't want to rest, I wanted to step on the pedal and taste the thrill one more time, something that would make me feel like I was really alive and hadn't gone along with my loved ones into the darkness.
Among the tour packages there was one that caught my attention. But I didn't know if skepticism would be a problem. Whoever was willing to teach me had to have faith in my learning, despite my age. Nine months later, the waves were my favorite place in the world. A mix between the sky and the sea, an intimidating paradise that I had begun to surf. I was almost 65 and had gained a new lifestyle, a new passion and a new desire to stay alive. Although I had arrived with my heart drowning in grief, externalizing that feeling had helped me escape. The sea was not always kind, the waves dragged me down and more than once I suffered serious injuries. But who was my instructor still reminded me of my eldest son, he had believed in me and taught me everything I needed with a great interest in my story. Over time a great love grew and I understood that we can also have children of life, with genuine affection. He had lost his parents a long time ago and I missed my children, who already had their own life. I did not intend to be a burden to them, I needed to find a new path. And I found it at sea.
Eventually the house where I had lived with my husband was sold and my children sent me the money to buy a property in Australia in my new life. For my 65th birthday, a year after the death of my husband and father, my children came to visit. It was beautiful. They had been completely distraught, I had not told them about my new passion, I simply took my board at sunset while my instructor and dear friend looked on proudly. I walked to the sea and my son shouted “Be careful mom, you can get hurt. Only professionals do that. It's dangerous for your age."
But there is no currency in the world that can repay the look on his face when I ignored his words and entered the water. Within minutes I was riding incredible waves, with a skill that even I hadn't believed I could ever master. In the water I had found a new version of me, one full of unstoppable life. My children were so surprised that they began to cry. But the surprised one was me. A bitter and painful surprise eventually led me to an unimaginable one. I had surprised myself, I wanted to feel that I could remain anchored in this life despite having lost myself for an instant.
Surprises are unexpected, otherwise they would not be surprises. Some are bitter and others are so sweet that you can only cry for joy. I have lived through so many but I think the most important thing is to keep surprising ourselves when we feel that there is nothing more than a gray sky, because there can always be radiant sunshine waiting to help us blossom.
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excelente. relato asi es descubrir nuevas habilidades nos ayudan a cambiar y transformarnos y ser mejor no para los demas sino para nosotros mismo .
Es así. Muchísimas gracias por leer❤️
el mar siempre cura, siempre lo he dicho. La edad es solo un numero que todos tenemos que transitar y si no llegamos, pues justamente de disfrutar cada número va esa reflexión que expones.
Es cierto. La edad no es una limitante si lo que queremos lo buscamos de corazón. Muchísimas gracias por leer❤️
Este escrito es maravilloso, me veo allì...no alejada de mi familia viviendo en otros espacios pero si realizando actividades que para otros no son válidas por edad.
Siempre me agradan tus historias
Saludos
Me alegra que te sientas de cierta manera reflejada. Me encanta. Gracias por leer❤️
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Amiga, solo te puedo decir: ¡Bravooooooo por esta historia! Te felicito. me encantó.
Además, ¿cuántos no estamos así mismo? Nuestra edad no nos define, sino nuestras acciones. ¡qué maravilla, de verdad!
Muchísimas gracias por leer. Me alegra mucho de que te haya agradado mi narrativa. Un fuerte abrazo. ❤️
Te puedo decir que con 55 años,me ha encantado la historia. Algunas de las imágenes son muy buenas, me ha encantado la expresión:
Un saludo muy grande @gislandpoetic
Agradecida de que se puedan identificar y apreciar está historia. Muchísimas gracias por leer.❤️
Gracias por escribir bellos relatos. Saludos
@tipu curate 4
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