Trescientos sesenta y nueve mil días habían transcurrido en la tierra cuando la oscuridad engulló casi por completo el peligro y la maldad. Era más que una peste y una enfermedad, eran hilos formando redes donde caíamos sin poderlo evitar. Las noches eran aterradoras y el miedo estaba presente en cada sueño y pesadilla. ¿Pero había sido una depuración o una masacre?

Los ingenuos tomaban opiáceos para retrasar el sueño, pero la realidad solo era el primer evento. No había donde esconderse, no mataba solo a mentirosos y asesinos, mataba para existir y demostrar que la creación de Dios no era perfecta y que al igual que algunos demonios, el veneno de la maldad podía crecer en cualquier criatura.

Era el año 1.013 cuando su presencia había dejado solo devastación en la mayoría del mundo. Un monstruo silencioso que hacia pedazos la mente y el cuerpo de cada ser a su paso. No cazaba, no reía, no dormía y no podía morir. Densos ojos que escudriñaban hasta lo más profundo del ser y garras expertas para extraer más que el grito desgarrador.

Eran tiempos de espadas y brujas, de clérigos y ejércitos, pero la iglesia había sido humillada y masacrada ante bestial monstruo salido de brea ardiente y piel pálida. Fue entonces, cuando en una noche de desesperación y sacrificio, el último aquelarre vivo de brujas lo esperaron.

La niebla negra había cruzado Dinamarca hasta Normandía trayendo consigo los gritos de millones de personas aplastadas por el juicio infernal. Aguardando en lo más profundo del bosque, trece mujeres con vestidos de lino blanco se habían tomado de las manos y comenzado el ritual de prisión.

Pasando por el pueblo cerca del borde rocoso, la niebla negra que envolvía al devorador de almas era custodiada por nubes grises de tormenta. La noche antes cada persona del pueblo había sido atacada mientras dormía. Sueños perturbadores donde de diferentes maneras de la oscuridad surgía aquello a lo que más temían.

Si en lo más profundo de tu corazón resguardabas odio, envidia, rencor y deseos de infringir daño, engañar o matar, el devorador de almas te elegía como ofrenda convirtiendo tus sueños en pesadillas y haciéndote perder la cordura. Solo las almas puras de corazón, inocentes y carentes de maldad podían conservar su alma con tranquilidad.

Al llegar el devorador de almas junto con la niebla negra a una nueva tierra, quienes conservaban su inocencia al despertar de una larga y fría noche de juicio en sueños, eran vistos directamente por los trece ojos del devorador permitiéndoles vivir. ¿Quiénes eran los sobrevivientes? Hasta ese día solo niños habían visto al devorador y vivido para contarlo, almas puras y sin oscuridad en sus corazones.

El resto había sucumbido ante sus sueños aterradores advirtiendo la llegada de quien reclamaría a los contaminados. Perdidos en la locura sin poderse mover, paralizados de miedo, hasta que sentían el descenso de su amo y como sonámbulos caminaban a su encuentro, arrodillados esperaban al espectro de corona puntiaguda que habían visto en sueños. Cuando el devorador tocaba tierra miles de humanos se habían congregado en el punto de encuentro tras caminar o arrastrarse durante kilometras en estado de trance, solo para ser masacrados.

Tras ver su ostentoso recibimiento, el devorador de almas caminaba con firmeza, destrozando con su poder los cuerpos de los condenados. Con solo levantar su brazo pálido en su dirección y cerrar sus puntiagudos dedos en su palma abierta, el crujir de los huesos, el sonido húmedo de la sangre explotando y los gritos de quienes eran despedazados inundaba el valle.

Pero el olor de un alma particular se había mezclado con el viento, no olía a niño, olía a algo más y dejando atrás los cuerpos sin vida el devorador de almas se elevó con tranquilidad y curiosidad unos cuantos metros cruzando el pequeño pueblo donde se escuchaba el llanto de cientos de niños perdidos en busca de sus familiares y conocidos, quienes sin saberlo yacían cerca del mar en cuerpo destrozados e irreconocibles.

Al acercarse al bosque logró sentir un poder concentrado creando una barrera e instintivamente entendió lo que era. Del cielo descendió ante el círculo de brujas quienes protegían a otra mujer, una joven quien se había formado como monja y había sobrevivido al sueño del juicio infernal, su corazón era puro y reinaba la ausencia de algún mal. Era la carnada y la clave para atraer al monstruo.0

Las brujas se habían escondido entre costumbres y solidaridad ante sus vecinos, ocultando su verdadera esencia por miedo, eran tiempos de sumisión ante el clero, los hombres tenían el poder y la iglesia un látigo. Pero cuando la era oscura llegó con El devorador de almas, era tiempo de dejar caer las máscaras.

Debido a los hechizos de protección cargados por años, la cordura de cada una no se vio afectada por el sueño del juicio infernal, pero sabían que igual morirían en el momento en el que El Devorador de Almas llegara al pueblo. Cada una de las mujeres que conformaban el aquelarre despertó agitada y con un fuerte dolor en el pecho, incluso ellas estaban en peligro. En medio de la madrugada salieron de sus casas y buscaron por todo el pueblo a las demás, dándose cuenta que los habitantes del pueblo habían pasado a tener los ojos grises, producto del trance.

Fue cuando cargando una pequeña antorcha, la monja que había iniciado su servicio a la iglesia recientemente, bajó de la colina asustada y con un crucifijo colgando en su cuello, había despertado y salido victoriosa del terrible juicio, aunque aún no lo supiera.

En medio de la situación y de mensajes que habían atravesado el mar pero que nadie había creído, la monja finalmente aceptó lo que sucedía. La líder del aquelarre ideó un plan y necesitaba la ayuda de la pequeña monja si querían derrotar al mal y evitar que más muertes ocurrieran. Aún con un poco de escepticismo y miedo, la monja aceptó. Entonces se prepararon.

Intensificando el poder y la densidad de la niebla negra que envolvía el bosque, El Devorador de Almas estaba furioso de que criaturas insignificantes se hubieran resistido a su juicio y más aún, que estuvieran dispuestas a enfrentarlo. Gritando alto un conjuro de prisión y extrayendo energía de la tierra y del corazón puro de la monja, las brujas intentaban aprisionar al monstruo.

Pero la magia es peligrosa y los monstruos son fuertes. Si bien El Devorador se debilitaba, una a una caía lentamente, cada bruja sangrando por la nariz y explotando sus órganos vitales. El círculo de protección se hacía cada vez más pequeño y la monja comenzaba a pensar que haber sobrevivido al juicio solo podría convertirse en un sufrimiento más violento en manos del mal. El Devorador engulliría su alma por haber sobrevivido a su juicio y más aún por conspirar en su contra. ¿Dios aun la dejaría entrar al Paraíso tras aliarse con brujas para enfrentar al mal?

Fue entonces cuando solo quedaban el imponente monstruo debilitado casi por completo, una bruja, la primera en despertar y la más joven, y la monja pelirroja que había comenzado a llorar. Una mirada, solo eso bastó. La bruja de ojos verdes abrazó con fuerza a la monja luego de que esta asintiera con lágrimas en los ojos. La bruja joven pronunció las últimas palabras del conjuro y con una daga en su mano apuñaló su propio corazón, dejándose caer entre los brazos de la monja de espeso cabello rojo. Mientras un grito desde las entrañas del monstruo salía de su cuerpo y era absorbido por la bruja, sus largas garras intentaban aferrarse al suelo inútilmente hasta que fue engullido por completo.

Lo había visto todo y ahora su túnica estaba bañada con la sangre de la bruja que la protegió. El conjuro logró debilitar tanto a El Devorador de almas y aprisionarlo en el cuerpo de la última bruja que había quedado en pie. Llorando por lo vivido y por presenciar tales muertes, la monja de cabello rojo era la única adulta sobreviviente en miles de kilómetros de tal tragedia.

Juró con su vida, guardar el secreto y asegurarse de que el mal no volviera a someter a juicio a más humanos. Enterró los cuerpos de las trece brujas protectoras en suelo sagrado, debajo de la iglesia. Y sola había cuidado de los cientos de niños que habían sobrevivido. Era una más de las historias que la humanidad no sabría más allá del mar.

Pero nada era para siempre. El reloj seguía corriendo y El Devorador de Almas volvería a surgir desde la niebla negra a través de nuestras pesadillas. Dos mil veintitrés era un año lleno de tecnología, libertad y poca fe. El conjuro de prisión se había perdido con el tiempo y la humanidad estaba a punto de enfrentarse a una terrible masacre desde lo más profundo de la oscuridad.

¿En un mundo en el que la pureza estaba casi extinta, era posible que más que niños sobrevivieran al juicio infernal? Nuestro corazón sería sin duda quien decidiría si éramos dignos de la salvación o en cambio sufriríamos una condena cruel e inimaginable. Pero algo era seguro… El Devorador de Almas tendría un festín monumental tras resurgir luego de mil años en prisión.

Three hundred and sixty-nine thousand days had passed on earth when darkness almost completely engulfed danger and evil. It was more than a plague and a disease, they were threads forming nets where we fell without being able to avoid it. The nights were terrifying and fear was present in every dream and nightmare. But had it been a cleansing or a massacre?

The naive took opiates to delay sleep, but reality was only the first event. There was nowhere to hide, it did not kill only liars and murderers, it killed to exist and prove that God's creation was not perfect and that like some demons, the poison of evil could grow in any creature.

It was the year 1013 when his presence had left only devastation in most of the world. A silent monster that tore to pieces the mind and body of every being in its path. It did not hunt, did not laugh, did not sleep and could not die. Dense eyes that scanned to the depths of being and expert claws to extract more than the piercing scream.

Those were times of swords and witches, of clerics and armies, but the church had been humiliated and slaughtered before a beastly monster made of burning pitch and pale skin. It was then, when in a night of despair and sacrifice, the last living coven of witches waited for him.

The black mist had crossed Denmark to Normandy bringing with it the screams of millions crushed by the infernal judgment. Waiting deep in the forest, thirteen women in white linen dresses had taken each other's hands and begun the prison ritual.

Passing through the village near the rocky edge, the black mist that enveloped the devourer of souls was guarded by gray storm clouds. The night before every person in the village had been attacked in their sleep. Disturbing dreams where in different ways from the darkness emerged that which they feared most.

If in the depths of your heart you harbored hatred, envy, resentment and desire to inflict harm, deceive or kill, the devourer of souls chose you as an offering, turning your dreams into nightmares and making you lose your sanity. Only pure of heart, innocent and devoid of evil souls could keep their soul with peace of mind.

When the devourer of souls arrived together with the black mist to a new land, those who preserved their innocence when waking up from a long and cold night of judgment in dreams, were seen directly by the thirteen eyes of the devourer allowing them to live. Who were the survivors? Until that day only children had seen the devourer and lived to tell the tale, pure souls with no darkness in their hearts.

The rest had succumbed to their terrifying dreams warning of the arrival of the one who would claim the contaminated. Lost in madness, unable to move, paralyzed with fear, until they felt the descent of their master and like sleepwalkers they walked to meet him, kneeling they awaited the specter with the pointed crown they had seen in their dreams. When the devourer touched the ground thousands of humans had gathered at the meeting point after walking or crawling for miles in a trance-like state, only to be slaughtered.

After seeing their ostentatious reception, the devourer of souls walked firmly, smashing the bodies of the damned with his power. By merely raising his pale arm in their direction and closing his pointed fingers in his open palm, the crunching of bones, the wet sound of exploding blood and the screams of those being torn apart flooded the valley.

But the smell of a particular soul had mixed with the wind, it did not smell of a child, it smelled of something else and leaving behind the lifeless bodies the devourer of souls rose with tranquility and curiosity a few meters crossing the small town where the cries of hundreds of lost children could be heard in search of their relatives and acquaintances, who unknowingly lay near the sea in mangled and unrecognizable bodies.

As he approached the forest he felt a concentrated power creating a barrier and instinctively understood what it was. From the sky she descended before the circle of witches who protected another woman, a young woman who had been trained as a nun and had survived the dream of the infernal judgment, her heart was pure and the absence of any evil reigned. She was the bait and the key to lure the monster.

The witches had hidden among customs and solidarity before their neighbors, hiding their true essence out of fear, they were times of submission before the clergy, men had the power and the church a whip. But when the dark age came with The Devourer of Souls, it was time to drop the masks.

Because of the protective spells they had carried for years, the sanity of each was not affected by the dream of the infernal judgment, but they knew that they would still die the moment the Soul Eater arrived in town. Each of the women who made up the coven woke up agitated and with a strong pain in their chests, even they were in danger. In the middle of the dawn they left their homes and searched the town for the others, realizing that the town's inhabitants had turned gray-eyed as a result of the trance.

It was when, carrying a small torch, the nun who had recently begun her service to the church, came down from the hill frightened and with a crucifix hanging around her neck, she had awakened and emerged victorious from the terrible trial, although she still did not know it.

In the midst of the situation and messages that had crossed the sea but which no one had believed, the nun finally accepted what was happening. The leader of the coven came up with a plan and needed the little nun's help if they were to defeat evil and prevent more deaths from occurring. Even with some skepticism and fear, the nun agreed. So they prepared.

Intensifying the power and density of the black mist that enveloped the forest, The Devourer of Souls was furious that insignificant creatures had resisted his judgment and even more so, that they were willing to face him. Shouting aloud a prison spell and drawing energy from the earth and the nun's pure heart, the witches tried to imprison the monster.

But magic is dangerous and monsters are strong. While The Devourer weakened, one by one it slowly fell, each witch bleeding from her nose and exploding her vital organs. The circle of protection was getting smaller and smaller and the nun was beginning to think that having survived the trial could only turn into more violent suffering at the hands of evil. The Devourer would swallow her soul for having survived her trial and even more for conspiring against her. Would God still let her enter Paradise after allying with witches to confront evil?

It was then that only the imposing monster, almost completely weakened, a witch, the first to awaken and the youngest, and the red-haired nun who had begun to cry, were left. One look, that was all it took. The green-eyed witch hugged the nun tightly after she nodded with tears in her eyes. The young witch uttered the last words of the spell and with a dagger in her hand stabbed her own heart, letting herself fall into the arms of the nun with thick red hair. As a scream from the monster's entrails emanated from his body and was absorbed by the witch, his long claws tried to cling to the ground futilely until he was completely engulfed.

She had seen it all and now her robe was bathed in the blood of the witch who protected her. The spell managed to weaken The Devourer of Souls so much and imprison him in the body of the last witch who had been left standing. Weeping for what she had experienced and for witnessing such deaths, the red-haired nun was the only adult survivor of such a tragedy for thousands of miles.

She swore with her life to keep the secret and to ensure that evil would never again put more humans on trial. She buried the bodies of the thirteen protective witches in sacred ground beneath the church. And alone she had cared for the hundreds of children who had survived. It was one more of the stories that mankind would not know beyond the sea.

But nothing was forever. The clock was ticking and The Devourer of Souls would rise again from the black mist through our nightmares. Two thousand twenty-three was a year filled with technology, freedom and little faith. The prison spell had been lost to time and humanity was about to face a terrible massacre from the depths of darkness.

In a world where purity was almost extinct, was it possible that more than children would survive the infernal judgment? Our hearts would no doubt decide whether we were worthy of salvation or would instead suffer a cruel and unimaginable doom. But one thing was certain... The Devourer of Souls would have a monumental feast after reemerging from a thousand years in prison.