Filosofía de un corazón incinerado [Esp-Eng]

El dolor era real. Las lágrimas habían creado un tsunami en mi interior y la fecha de caducidad de mi alma se aproximaba, pero era exactamente como él lo había predicho. Su sonrisa ya no estaba y el cuadro que había pintado para su colección, ahora descansaba en la terraza donde el amanecer posaba sobre el lienzo una mezcla de tonos naranjas. Por supuesto que había vida en su pecho, pero en el mío se iba extinguiendo.

Más que una cerilla para encender un cigarrillo, era la falta de humo en la habitación. Siendo asmática tal vez eso bastaría, pero el universo es irónico y las ganas de amar son un juego aleatorio. Ojalá poder decir que las estrellas colapsarían junto con nuestra historia de amor, sin embargo la única desgracia que acontecía era la mia. En un suelo frio y una tormenta donde la lluvia arremetía con fuerza, las mariposas mueren y las cartas son arrogadas a la basura.

La delicia de un helado de ron pasas sobre un Milhojas, era lo único que me hacía salir de la cama. Sigue estando infravalorado el sufrimiento que nos impide siquiera asearnos apropiadamente. No es un capricho, es una realidad. Tan común como un resfriado y tan desesperante como una herida desangrándose. El dolor no nos mata, lo hacen las decisiones que tomamos hundidos en ese mismo dolor que nos ciega el raciocinio.

¿Los humanos estamos destinados a sufrir para poder crecer o nos hacemos daño porque es parte de nuestra configuración? Un día puede ser problemas familiares y al otro un corazón roto. ¿Existirá realmente una persona que no ha recibido ningún tipo de daño o sufrimiento en toda su vida? Difícil de creer, sabiendo perfectamente que hasta la muerte de una mascota nos deja incompletos. Y así vamos por la vida, dejando pedazos de nosotros con cada interacción que tenemos y que a pesar de que su resultado sea un sufrimiento, desbloquea una parte de nosotros que nos hace más de lo que fuimos el día anterior.

Pequeños detalles como su bicicleta aun en un rincón o su anillo en el fondo de la gaveta, son migajas que quedan atrás y detonan recuerdos hermosos que duelen como una puñalada. No había estado preparada para cuando un día sus pisadas llegaron hasta mí y un ramo de flores aparentaba ser un regalo, cuando en realidad resultó ser un remordimiento disfrazado excusando un adiós.

Hebras de amor se desprendieron sin compasión y en el atisbo de un atardecer, parte de mí se desvaneció. Ante semejante abismo imparable y aterrador, no es posible ser indiferente. Todo lo que toca nuestras fibras se convierte en una posible herida. Inversiones perdidas, tiempo desperdiciado y recuerdos acumulados que con el tiempo se convierten en un trago amargo.

Pétalos en el suelo y nubes grises, moscas en la casa y bombillas quemadas. El fuego con el que he entregado mi corazón y el fervor con el que viví en una pasión embriagante se vuelve en mi contra. En la morgue visito a mi corazón mutilado, pálido y cubierto de hematomas, su informe arroga haber sido violado y humillado. Una lástima, pero enterrarlo eventualmente solo lo revivirá, en cambio las cenizas se las lleva el viento para así no volver.

Incinerado corazón de un amor pasado, una versión de mí se ha ido contigo y un nuevo conteo inicia. Un nuevo hobbie llega a mi vida. Acuarelas y carboncillo, retratos angulosos y olor a durazno en la estancia. Aun sin quererlo sé que el destino es irónico, y las posibilidades de enamorarme de nuevo pueden surgir con mucha más euforia. Pero el tiempo no perdona y las horas pasan aun si me visto de felicidad o tristeza, cada día es una inversión perdida en una doliente maleza, así que mientras crece fuerte una reencarnación de un nuevo corazón, un tiempo a solas no cae mal apreciando la belleza de mi propia existencia.

The pain was real. The tears had created a tsunami inside me and my soul's expiration date was approaching, but it was exactly as he had predicted. His smile was gone and the picture he had painted for his collection, now rested on the terrace where the sunrise laid on the canvas a mixture of orange tones. Of course there was life in her chest, but in mine it was dying out.

More than a match to light a cigarette, it was the lack of smoke in the room. Being asthmatic maybe that would suffice, but the universe is ironic and the urge to love is a random game. I wish I could say that the stars would collapse along with our love story, however the only misfortune that was happening was mine. On a cold ground and a storm where the rain lashed hard, butterflies die and letters are thrown in the trash.

The delight of a rum raisin ice cream on a Millefeuille was the only thing that made me get out of bed. The suffering that prevents us from even grooming ourselves properly is still undervalued. It is not a whim, it is a reality. As common as a cold and as desperate as a bleeding wound. Pain does not kill us, it is the decisions we make, sunk in that same pain that blinds our reasoning.

Are we humans destined to suffer in order to grow or do we hurt ourselves because it is part of our configuration? One day it may be family problems and the next a broken heart. Is there really a person who has not received any kind of harm or suffering in his entire life? Hard to believe, knowing full well that even the death of a pet leaves us incomplete. And so we go through life, leaving pieces of us with every interaction we have that even though it results in suffering, it unlocks a part of us that makes us more than we were the day before.

Little details like her bike still in a corner or her ring in the bottom of the drawer, are crumbs left behind and detonate beautiful memories that hurt like a stab wound. I had not been prepared for when one day her footsteps came to me and a bouquet of flowers appeared to be a gift, when in reality it turned out to be a disguised remorse excusing a goodbye.

Strands of love fell off without compassion and in the glimpse of a sunset, part of me vanished. In the face of such an unstoppable and terrifying abyss, it is not possible to be indifferent. Everything that touches our heartstrings becomes a possible wound. Lost investments, wasted time and accumulated memories that eventually become a bitter pill to swallow.

Petals on the ground and gray clouds, flies in the house and burnt light bulbs. The fire with which I have given my heart and the fervor with which I lived in an intoxicating passion turns against me. In the morgue I visit my mutilated heart, pale and covered with bruises, its report claims to have been violated and humiliated. A pity, but burying it will eventually only revive it, while the ashes are carried away by the wind, never to return.

Incinerated heart of a past love, a version of me is gone with you and a new countdown begins. A new hobby comes into my life. Watercolors and charcoal, angular portraits and the smell of peaches in the room. Even unwillingly I know that fate is ironic, and the possibilities of falling in love again may arise with much more euphoria. But time is unforgiving and the hours pass whether I am dressed in happiness or sadness, each day is an investment lost in an aching undergrowth, so while a reincarnation of a new heart grows strong, a time alone does not go amiss in appreciating the beauty of my own existence.