Desde aquella vez que la hipertensión me dio un susto, decidí hacer muchos cambios en mi vida. Antes de ello, una de las primeras cosas que hacía al despertar era leer noticias, lo que me llenaba de cierta amargura e impotencia.

Ahora mis mañanas son de agradecimiento y esperanza. Recuerdo que la doctora me recomendó exponerme al sol entre las 8 y las 9 de la mañana. De inmediato recordé que eso era lo que hacía con mis hijos cuando eran recién nacidos. Mari, mi doctora, me dijo que si lo hacía notaría cambios maravillosos en mi vida. Y así fue: mi estado de ánimo mejoró considerablemente y empecé a ver la vida con más alegría.

Siempre he tenido buen humor, pero tenía el feo defecto de dejar que aparecieran pensamientos negativos debido a las noticias que consumía cada mañana. Dejé de hacer eso, no aislándome del todo del acontecer mundial y de mi país, pero con una nueva forma de pensar en la que ha cobrado importancia el emprendimiento, adquirir nuevos conocimientos y resaltar las acciones de agradecimiento y amor.

En mi búsqueda de nuevos conocimientos he desarrollado un hambre descomunal por aprender sobre temas que hace diez años no me interesaban para nada, o en los que pensaba que no era bueno. Antes estaba en una prisión mental.

En la actualidad, mis pensamientos no son cadenas que me limitan, sino puertas abiertas a universos llenos de posibilidades. Veo en mis pensamientos escapes y viajes en los que la realidad se entrelaza con la fantasía.

Soy agradecido porque dejé atrás aquellos pensamientos que tomaban la forma de muros invisibles, difíciles de ver y aún más difíciles de romper. Estos eran los barrotes de la mente, limitaciones autoimpuestas que, sin darme cuenta, cercaban mis acciones y decisiones.

Teniendo en cuenta mi condición decidí que era momento de cambiar. Mis pensamientos podían ser viajes llenos de maravillas, y también podían ser herramientas para derribar esos muros. Ahora practico la meditación y la visualización positiva, imaginando mis sueños no como algo lejano, sino como metas alcanzables. Con esto debilito y quiebro los barrotes que intentan encerrarme de nuevo.

Al cambiar mi manera de pensar, cambié mi realidad. Este cambio no solo me permitió perseguir mis sueños con más determinación, sino que también me enseñó una valiosa lección: nuestros pensamientos son las herramientas más poderosas que tenemos, y depende de nosotros cómo las usamos.

Este don, esta capacidad de transformar los pensamientos, es un regalo del creador. Quizás tiene que ver con mi condición de Asperger, o tal vez es simplemente una bendición única. Lo cierto es que, con cada pensamiento positivo, con cada imagen de amor y creatividad, me siento más agradecido y conectado con el universo.