La vida es un juego de contrastes, una dualidad constante. Donde hay amor, también hay miedo; donde hay alegría, tristeza. Las sombras y la luz, lejos de estar separadas, son, esencialmente, lo mismo; dos caras de la misteriosa moneda de la vida. Cada vez que intentamos esconder nuestras sombras, sufrimos. Nos introducimos en un ciclo de negación sin fin que solo alimenta la oscuridad. La sombra se expande; sin saber cómo, nos consume desde adentro. ¿Pero, qué pasaría si dejáramos de huir de ella?

Puede que no sea fácil, pero aceptar nuestras sombras es un acto de valentía. Es mirar en la dirección de nuestras imperfecciones, tener revelaciones dolorosas y reconocer que esas sombras también son y siempre serán parte de nosotros. Descubriremos que aceptarnos es la clave que abre la puerta a la evolución genuina.

Lo primero que debemos hacer es reconocer y aceptarnos en las sombras y la luz. No somos solo lo que mostramos al resto del mundo, también somos miedos, dudas, caídas. Y en esa aceptación, encontraremos la paz. Si integramos nuestras sombras, podemos permitir que los demás sean exactamente lo que son. Podemos ver más allá y comprender que todos estamos luchando nuestras batallas internas.

La realidad es intrínseca, el significado se lo damos nosotros. Nos han educado así, lo hemos vivido, es lo que nos ha vendido la sociedad. Les damos poder a los demás cuando permitimos sentirnos heridos por sus palabras. Pero si aceptamos nuestras sombras, entonces no les damos poder sobre nosotros. Nos volvemos invulnerable, no porque seamos perfectos, sino porque somos completos. La vida es un tornado de excentricidades, un girar entre la luz y la oscuridad. Cada emoción, cada sensación, nos esculpe, nos define.

Al reconocer nuestras sombras, nos damos cuenta de que no estamos solos. Todos tenemos nuestras partes oscuras, y cuando las ocultamos tratamos de esconderlas del resto del mundo. Aceptar estas partes encontraremos nuestras fuerzas, porque no radica en nuestra perfección, sino en nuestra totalidad, en la aceptación plena de nosotros mismos. Además, aceptar nuestras sombras nos permite ver la humanidad en los demás. De repente, nos volvemos más compasivos, más comprensivos. Sabemos que todos estamos viviendo con nuestros demonios internos, y ahí es cuando encontramos la empatía.

La realidad es un lienzo en blanco, y nosotros somos los artistas que podemos darle color y forma. Nuestras experiencias, nuestras vivencias, nuestras creencias, todas estas alejan la percepción de cómo funciona el mundo. Sin embargo, al final del día, somos el único factor que tiene el poder de decidir cómo reaccionar y responder a todas las situaciones que vivimos. Y, también, la vida es un proceso de adaptación de nuestra dualidad, de cómo aceptamos nuestra naturaleza real.

No podemos rechazar nuestras sombras, pero podemos vivir con ellas, podemos aceptarlas en nuestra vida de tal manera que nos permitamos crecer y evolucionar. Por eso, al final del día, nuestra fuerza se encuentra en la aceptación de la dualidad. La vida es luz y oscuridad, y en este equilibrio podemos ver la auténtica luz. No somos solo nuestras sombras, no somos solo luz, somos un poco de eso, y esa combinación está impregnada de belleza, que es nuestra humanidad.