La procrastinación más allá de la pereza | Procrastination beyond laziness [ES/EN]

¿Quién, sin darse cuenta, no ha dejado de hacer alguna tarea que tenía pendiente o algún encargo hasta que se da cuenta de que ha dejado pasar todo el día? Aunque pudiese parecer que ello es consecuencia de la vagancia o pereza, la procrastinación se trata de una defensa ante varios elementos como pueden ser la falta de motivación, tareas tediosas o rechazo al fracaso o frustración.

Es común que, por ejemplo, un día tenemos que sentarnos a teclear en el ordenador algún trabajo o algún informe que entregar, pero antes de hacerlo nos entretenemos en redes sociales, o nos preparamos algo de comer, o guardamos la ropa que habíamos lavado el día anterior, o salimos a comprar pan. El hecho es que cuando nos damos cuenta, hemos dejado pasar todo el día sin hacer aquello que nos propusimos hacer, mientras realizábamos otras tareas que pudiesen fácilmente haberse reubicado sin que nos perjudicara.

¿Pero por qué nos ocurre esto?. Más aún, ¿por qué repetimos ese comportamiento a pesar de identificarlo como negativo? Ocurre que, como decía, la procrastinación viene a ser un mecanismo de defensa que no se puede reducir simplemente a la holgazanería. Cuando procrastinamos, por lo general, lo hacemos con tareas que no tienen una fecha fija de terminación y cuyo atractivo es menor comparado con otras actividades más superficiales y placenteras que están presentes en nuestra vida cotidiana. Se pudiera decir que se trata de una renuncia, un rehusarse a cumplir con pautas sociales convencionales que rompen con los modos de hacer más individuales y personológicos.

Igualmente sería válida la pregunta: si son tareas desagradables, ¿por qué nos comprometemos a hacerlas? Pues la vida es mucho mas rica que eso, y está llena de tareas que responden a esferas como el trabajo, la escuela o las relaciones sociales. día a día nos vemos involucrados con responsabilidades que, si bien no nos producen bienestar, es necesario realizarlas porque son la vía que encontramos o para satisfacer nuestras necesidades, o para alcanzar metas mayores y deseadas. No nos resultará difícil identificar en nuestra biografía, aquellos momentos en los que tuvimos que hacerle frente a una demanda que nos exigía nuestro medio social para poder seguir desarrollándonos como personas. Por ejemplo, estudiar en la universidad para un examen de una asignatura poco atractiva pero cuya nota era necesaria para aprobar el semestre, o ese trabajo a medio tiempo sin el cual no pudiésemos ahorrar para comprarnos un teléfono nuevo, o aquella reunión con los amigos de la secundaria que evitamos porque nos traería malos recuerdos y momentos incómodos.

Es entonces que procrastinar se convierte en un síntoma, pues nos produce un deterioro social o laboral que conlleva al malestar, pero un síntoma que funciona como solución al miedo al fracaso, la falta de motivación, problemas emocionales, falta de priorización o la falta de apoyo. Lo que ocurre es que, sin darnos cuenta, al procrastinar caemos en un bucle en el que luego es muy difícil salir. Cuando procrastinamos algo nos genera malestar porque no cumplimos con lo que los demás o nosotros mismos esperamos de nosotros, pero a su vez dicho malestar nos lleva a procrastinar nuevamente y así sucesivamente hasta que se rompa con la cadena -si es que se llega a romper-.

Pero no todo es malo. La procrastinación no es infalible y la clave está en establecer prioridades. Pero las prioridades no serían de mucha ayuda si antes no dividimos las tareas en subtareas más objetivas y alcanzables a corto plazo, que nos permitan ir venciéndolas una a una, paso a paso, sin agobiarnos en demasía por la tarea en general, sino centrar nuestros esfuerzos en algo más pequeño y trabajable. También es necesario que, después de cumplir con cada subtarea, tomemos un descanso o hagamos una pausa por la misma razón de evitar la fatiga o el agobio. Y con cada descanso también sería bueno recompensarnos por haber cumplido con lo propuesto, y así estaríamos apelando a la automotivación para seguir adelante.

Estas serían algunas de las herramientas que pudiesen ayudarnos a vencer la procrastinación, pero siempre hay que atender a las circunstancias específicas de cada uno de nosotros y si somos capaces o no de llevarlas a cabo. De lo contrario sería recomendable acudir al psicólogo para obtener un acompañamiento más personalizado.

Para terminar te hago una pequeña confesión. Este artículo de blog fue bastante procrastinado no porque resultara desagradable escribirlo, sino porque me cuesta trabajo sentarme a crear contenido y a idear un proceso creativo. Sin embargo, gracias a la iniciativa de @leogrowth llamada «Monthly Prompts» correspondiente al mes de mayo que puedes encontrar aquí, pude planificarme y a establecerme metas a corto plazo de manera estratégica.

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