— Trina, espero que sepas que te voy a matar después de esto, te mataré.

— Por millonésima vez, Ámbar, ¡no fue culpa mía!

Las palabras rebotaron en las paredes del estrecho pasillo por el cual estaban corriendo a oscuras hasta que consiguieron la tenue luz de una lámpara en el techo, permitiéndose a sí mismas descansar por un segundo para recuperar algo de aire ya que estaban a punto de alcanzar su límite. Encontrarse jadeando en búsqueda de aliento en ese momento les hizo dudar sobre esa condición física de la cual se encontraban orgullosas, pensando en si no habían sido lo suficientemente objetivas, pero una parte de ellas se aferraba a que nadie podría estar preparado en su totalidad para enfrentarse a semejante desafío con el que se encontraron sin pretenderlo.

Un gran rugido se escuchó a su alrededor para darle paso al sonido de rocas estallando y siendo aplastadas cada vez más cerca de donde se encontraban. Entre insultos ambas se dieron a la tarea de continuar con su evidente huida, desplazándose tan rápido como sus piernas podían responder, una velocidad que demostró ser insuficiente cuando por poco una ráfaga de fuego las alcanzó. De tanta prisa que tenían tuvieron que elegir sin pensar mucho el camino por el que seguirían, pues el pasillo se había dividido en tres posibles, decidiéndose por el de la izquierda casi por inercia. El piso comenzó a temblar mientras secciones del pasillo se desmoronaban a su paso amenazando con aplastarlas.

— Esto fue una pésima idea, ¿por qué tuve que escucharte? —Preguntó sin detenerse.

— ¡Ahora todo es mi culpa!

— ¡Por supuesto que lo es, Trina, porque fue tu plan!

Una voz gruesa sonando a través de las paredes interrumpió su discusión.

— Aquellos que se atreven a perturbar los aposentos de Gael serán castigados.

Trina resopló.

— ¿Y cómo demonios se supone que sepamos eso, imbécil?

— ¡Trina!

— ¿Sabes qué? ¡Púdrete! ¿Tú y cuántos más van a castigarnos?

Segundos después llegaron a una habitación sumida en la oscuridad que se iluminó poco a poco con antorchas encendiéndose por sí mismas, permitiéndoles apreciar en dónde se encontraban. Las paredes de piedra tenían escrituras que no comprendían y unas figuras que parecían ser soldados a juzgar por sus armaduras, espadas, escudos… de inmediato ambas tuvieron un mal presentimiento que se confirmó cuando empezaron a moverse en las paredes como si estuviesen despertando de un sueño. En una reacción rápida, Ámbar se abalanzó haca un costado, evitando ser impactada por la flecha que se dirigía directo a su cabeza.

Desde el suelo pudo apreciar que en el techo también había figuras pero a diferencia del resto tenían arcos que ya estaban siendo preparados para ser usados en su contra, por lo que se levantó de inmediato, tomando de la mano a Trina para arrastrarla lejos de allí en un intento por escapar de la emboscada, pero antes de poder alcanzar el pasillo opuesto al que habían entrado, fueron alcanzadas por varios soldados que sin contemplaciones ni miramientos se dispusieron a atacarlas con sus espadas. Cualquiera podría creer que por ser de piedra serían lentos pero la realidad era que se les estaba dificultando esquivar los ataques, que venían en todas las direcciones.

— Esto es increíble, dominadas por un par de piedras con patas.

Molestos por haber sido insultados, un par de soldados decidieron enfocarse en Trina de manera que esta terminó atrapada entre la pared y sus rivales sin posibilidad de escapar. Frustrada con la situación, descubrió uno de sus brazos, revelando una serie de tatuajes que al entrar en contacto con su mano comenzaron a brillar de un intenso rojo al mismo tiempo que los irises de sus ojos. Sin necesidad de mirar donde tocaba, uno de sus dedos entró en contacto con el tatuaje de una pequeña espada que comenzó a salir de su piel hasta convertirse en una de tamaño real que terminó empuñando en su mano. Siguió el mismo procedimiento para sacar un escudo pero de su otro brazo.

— ¿Quieren un poco de amor, bravucones? —Se burló, dándole tres goles al escudo con la espada, acción que terminó con cuatro flechas siendo lanzadas en su dirección, de las cuales dos terminaron en la madera del escucho que protegió su rostro y dos en la pared de atrás, provocándole una gran carcajada a Ámbar que contagió a los soldados— Estás cruzando la línea, Ámbar, se supone que debes estar de mi lado. Ya veremos quién ríe al final cuando los destroce a todos, usaré sus restos para hacerme una estatua gigante que me recuerde el momento exacto en que los volví cenizas. —En un movimiento utilizó la espada para cortarle una mano al soldado que se encontraba más cerca.

— Deja de provocarlos, Trina. —Le recriminó Ámbar, esquivando una flecha mientras intentaba seguir manteniendo distancia con los soldados que la estaban atacando con sus espadas. Llevándose una de sus manos hacia la boca, mordió su muñeca hasta sacar un poco de sangre, pasando su lengua por encima. De inmediato, los irises de sus ojos igual que había pasado con Trina se tornaron de una tonalidad roja. Extendiendo las manos en dirección de los soldados que se preparaban para atacarla nuevamente, Ámbar murmuró con firmeza— Repelix. —Una onda de poder rojiza salió de sus manos, mandando hacia atrás a los soldados que impactaron contra una pared sin poder evitarlo.

— ¡De eso estoy hablando!

Sin querer quedarse atrás, Trina volvió a atacar a los soldados, esta vez moviéndose con rapidez hacia el frente de manera que fuese recuperando espacio. Uno, dos, tres, cuatro, cinco movimientos consecutivos terminaron con todos los soldados en el piso perdiendo alguna de sus extremidades, el filo de la espada cortando fácilmente la piedra sin ningún daño sufrido. Antes de poder cantar victoria, apareció por su espalda un soldado que no había notado que se encontraba allí, siendo impactada por una patada que la mandó con fuerza hacia una pila de libros, perdiendo su espada en el trayecto. Sin darle nada detiempo para recuperarla, el soldado le arrebató el escudo, quedándose completamente desprotegida.

— Oye, oye, podemos hablar un poco sobre este problema. Perdón, no quise ofenderlos, ¿podemos ser amigos? —Preguntó sarcástica, ofreciéndole una sonrisa.

El soldado le respondió con un pisotón en el abdomen que le hizo perder el aire y toser algo de sangre, pese a que intentó con ambas manos quitar la presión que estaba a punto de romperle las costillas. Aprovechando la oportunidad, Trina tocó una navaja que tenía tatuada en su dedo para finalmente cortarle el pie al soldado que cayó al no encontrar el equilibrio. Con la ayuda de Ámbar se levantó del suelo entre quejas, pero poco importó lo mucho que le dolía moverse, cuando ambas escucharon un rugido, supieron que había llegado el momento de seguir con su camino, sobre todo considerando que los soldados que supuestamente habían derrotado estaban recomponiendo sus partes.

— Son un montón de malos perdedores.

— Trina, cállate y corre. —Dijo, pasando uno de sus brazos por su espalda.

— Perdón porque me duela todo, a diferencia de ti, a mí sí me golpearon.

Mirándola por un segundo, Ámbar dirigió una de sus manos hacia el abdomen de Trina, susurrando.

— Tendis op remant.

La luz rojiza que salió de su mano se extendió por el cuerpo de Trina desde su abdomen, sus efectos reflejándose en la manera en que esta comenzó a correr sin ayuda.

De nuevo, la voz gruesa sonó a través de las paredes.

— Aquellos que se atreven a perturbar los aposentos de Gael serán castigados.

— Sí, sí, ya escuchamos. Si no lo has notado… ¡estamos intentando salir! —Gritó Trina, molesta— ¿Crees que queríamos entrar en tu asquerosa cueva por voluntad propia?

— ¡Insolente!

La imponente voz se alzó tanto que todo a su alrededor retumbó, un pedazo del techo de la sección por la que estaban cruzando cayéndose a centímetros de la cabeza de Ámbar, quien se limitó a mirar incrédula a Trina. El corazón de ambas se paralizó cuando al ver hacia atrás se encontraron con un ojo amarillo gigante que las estaba observando desde la habitación que habían dejado atrás y a la que esperaban no volver nunca. Eso pareció hacerles recapacitar porque empezaron a correr con aún más fuerza de la habían estado usando, llegando hasta lo que parecía ser una posible salida de aquel sitio que les había ocasionado tanto dolores de cabeza.

— Trina, rápido, rápido, rápido, unas alas, una cuerda, una escalera gigante, ¡encuentra algo que nos saque de aquí ya!

Frenética, Ámbar comenzó a buscar en el cuerpo de Trina un tatuaje que alguna de esas cosas que había mencionado anteriormente.

— Espera, Ámbar, me vas a desnudar, tranquilízate.

— ¡Pagarán por habernos insultado!

Las llamas que salieron del pasillo por donde habían llegado no fueron nada alentadoras respecto al tiempo que tenían disponible para salir de allí ilesas.

— ¡Dile a esa cosa que se calme! —Gritó, siguiendo con su búsqueda.

— ¡Oye, cocina con patas, cálmate un poco, ya nos vamos!

— ¡Trina!

— ¿Por qué no te sacas un hechizo debajo de la manga? ¡Colabora!

— Por amor de todo lo bueno. —Molesta, Ámbar extendió ambas manos en dirección a la criatura que ya estaba asomando sus garras, tratando de romper la estructura para así acercárseles— Fortis máxima incantum. —La pared alrededor de la apertura por la que habían salido se cubrió con un tenue color rojo y segundos después escucharon muchos rugidos por parte de lo que sea que se encontraba del otro lado— Eso nos dará un par de minutos a lo mucho, Trina, no me queda energía para nada más ahora, necesito que seas alguien responsable y busques ese estúpido tatuaje de una vez por todas antes de que me arrepienta de haberme casado contigo, lo digo en serio.

— Por favor, las dos sabemos que me amas. —Respondió Trina, tomándola de la mano al mismo tiempo que un par de alas comenzaban a salirle de la espalda, elevándolas del suelo lentamente. Aferrándose la una a la otra, se dirigieron hacia una de esas aperturas que se notaban fácilmente en la parte superior de la cueva por la luz que pasaba a través de ellas, saliendo de allí sin intenciones de quedarse un poco más para averiguar qué era lo que se encontraba detrás de aquellas paredes y por qué las había querido convertir en su versión rostizada… sin duda alguna se habían llevado aparte de un buen susto una de las experiencias más locas de su vida.