A veces miramos hacia atrás y no podemos reconocernos a nosotros mismos, pareciera que esa persona es alguien más porque no se parece en nada a la persona que somos ahora… eso es lo que siento cuando me encuentro con recuerdos como este poema que escribí en uno de los momentos más terribles de mi vida. Mucho se habla de la depresión hoy en la actualidad, pero es difícil hacerle comprender a una persona ajena a ello todo lo que implica sufrirla, digo, ¿cómo le explicas a alguien que tu vida se volvió un agujero negro donde no existen los colores? En donde aquello que te traía felicidad ya no consigue siquiera provocarte un leve cosquilleo en tu corazón, porque se siente como si hubiese dejado de latir. Tus sentidos y conciencia entumecidos son incapaces de percibir lo que pasa a tu alrededor, el mundo se mueve pero tú pareces encontrarte inerte en el medio de todo, muerto en vida.

Cuando pierdes la motivación por existir la vida se vuelve un sinsentido, te preguntas cada día por qué vuelves a despertar si no estás sintiendo nada, por mucho tiempo me encontré inundada por una sensación de tristeza que al final pasó a ser un simple vacío, pasas de llorar todos los días a simplemente quedarte acostada en la cama sin moverte hasta que te das cuenta que no has comido nada en todo el día. Esa fui yo por un tiempo, aunque me duela admitirlo. Sin embargo, cuando miras a tu alrededor y te das cuenta de que el lugar en donde estás ahora no se parece en lo absoluto al lugar donde estabas hace algunos años, surge dentro de tu pecha una sensación gratificante de libertad, pues sabes que fuiste capaz de vencer a tus demonios satisfactoriamente, has conseguido algo que por desgracia no todos pueden decir, que fuiste capaz de escapar de la oscuridad y regresar una vez más a la luz.

Considero que subestimamos el descenso a la oscuridad, pensamos que sucede en un momento y nos daremos cuenta de lo que está pasando pero no es así, es como bajar el peldaño de una escalera cada día, casi imperceptible, con cada situación adversa por la que atraviesas vas bajando más y más hasta que ya te encuentras en el medio del hoyo negro sin poder regresarte. Uno de los problemas de esto es que para saber que llegaste bajo tienes que estar muy abajo y nadie te enseña qué hacer en una situación así, nadie nos dice qué es lo que tenemos que hacer cuando nos vemos envueltos en la oscuridad, te toca aprender por tu propia cuenta a encontrar una luz interna que sea capaz de permitirte ver… una tarea difícil considerando que al llegar a ese punto sientes que hasta esa flama que llevamos todos por dentro ya no existe, se extinguió.

— Siento que nunca lograré nada en esta vida.

Recordar haberle dicho eso a mi terapeuta hace que me sienta avergonzada por haberme visto a mí misma como alguien incapaz de conseguir sus sueños, necesité de ayuda para reparar todo eso que no sabía que estaba roto en primer lugar porque estamos demasiado acostumbrados a hacernos los fuertes como si nada nos hiciera daño y en realidad lo que hacemos es fingir que nada nos lastima cuando sí estamos lastimados. Tuve que sanar, aprender a amarme a mí misma y reconectarme nuevamente con mi alma para así poder salir de ese lugar oscuro donde estaba, es un proceso diferente para cada persona pero a mí me pareció como volver a nacer cuando pude percibir que la vida tenía todavía un sinfín de posibilidades que brindarme, que todavía había tiempo para seguir adelante, ser feliz. Una por una las paredes grises que me rodeaban las fui derrumbando para darle paso a ese mundo de colores del que ahora estoy disfrutando, y aunque a veces se asoman nubes grises en el panorama, he aprendido a ser feliz incluso bajo la lluvia.